La ambición puede motivarnos y hacernos más perseverantes. Pero también puede generar una gran presión interna para brindar constantemente un rendimiento o resultados extraordinarios y puede llevar a que uno no se permita pausas ni tiempo libre. Así lo describe la psicóloga Ragnhild Struss en Alemania. La buena noticia es que, según Struss, se puede influir en la fuerza de nuestra ambición. A quienes tienden a ser extremadamente ambiciosos, por ejemplo, la psicóloga les aconseja que aprendan a fracasar. En vez de ser siempre el mejor o la mejor, se puede aprender a ser a veces el último o la última, señala. La asesora profesional recomienda probar esto primero en un ámbito inofensivo, en el que habitualmente no se es tan ambicioso. A ello se puede sumar proponerse desafíos en terrenos en los que uno es completamente inexperto y así ejercitar también el fracaso o cómo es perder. Según Struss, puede ser en el bowling, en un curso de programación o en alguna actividad creativa. De esta manera se puede descubrir en qué ámbitos uno se puede dar por satisfecho con resultados menos excelentes. Según la asesora, estas experiencias tienen efecto en ámbitos de la vida, en los que las personas muestran demasiada ambición. dpa
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