Veinte cuentos no aptos para hipocondríacos

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"La enfermedad no es una maldición que viene de afuera, sino una potencialidad que el organismo lleva en sí mismo", escribe Damián Tavarovsky en su novela Autobiografía médica. Lo mismo que hace el autor argentino en esta frase, es decir cambiar el orden de cosas, es exactamente la propuesta de Salud. Veinte cuentos de médicos y pacientes.

La selección de relatos breves, a cargo de Graciela Gliemmo, pertenece a una suerte de trilogía que Planeta publicó en el último tiempo con forma de antologías. Las otras dos son Terror y Cuarenta Grados a la Sombra: Diez relatos calientes escritos por chicas.

El cuento en la actualidad, en un sentido comercial, no goza de buena salud. Las novelas, al igual que las sagas, lo han desplazado con total ferocidad. No es frecuente encontrarse con un libro de este género en las bateas de novedades de las librerías. Por esta razón, las editoriales en el último tiempo se las han ingeniado para rescatar algunos textos imprescindibles (Cuentos de tenis, editado por Alfaguara, por ejemplo) mediante un disparador o un tema genérico.

En este libro, podremos encontrar autores de las más diversas nacionalidades y estilos. Además, incluye algunos invitados de lujo como Julio Cortázar, Franz Kafka, Francis Scott Fitzgerald, Henry James y Gabriel García Márquez.

La presente antología abre con La salud de los enfermos, de Julio Cortázar. Éste no es un cuento donde lo fantástico irrumpa en el desarrollo de la historia, tal como es una de las características más recordadas del autor argentino es sus relatos cortos. Quizás es todo lo contrario. Aquí se nos cuenta la agonía de una madre que espera la visita de un hijo que vive en el exterior. A partir de esta trama, Cortázar aprovecha para sembrar un sinfín de internas familiares hasta llegar al demoledor final.

En el clásico Un médico rural de Franz Kafka se puede vislumbrar la típica atmósfera pesadillesca que caracteriza sus obras más célebres como La metamorfosis o El proceso. El cuento describe la desventura de un doctor que se enfrenta a un paciente en muy mal estado y que toma venganza por no ser curado. En este relato no opera el tranquilizante ingrediente de lo fantástico, sino que se maneja por algo mucho más aterrador: el absurdo.

Tal como cuenta Marcelo Cohen en el prólogo de El precio era alto, publicado por Eterna Cadencia, una antología de cuentos escritos por Fitzgerald, sus relatos fueron durante largo tiempo despreciados por su origen mercantil. Esto es así, puesto que Fitzgerald escribía sus relatos tan sólo para poder sustentarse económicamente, mediante la retribución que le daban las revistas de aquella época. Sin embargo, En Sala de urgencias, está presente el tema que caracteriza buna parte de su obra: la escala social por cualquier medio necesario.

Por su parte, Henry James  en La edad madura retrata la obsesión de un médico por su paciente, que desencadena situaciones insólitas. El protagonista del cuento es un famoso escritor, y aquí el autor de Otra vuelta de tuerca, aprovecha para formular un interesante decálogo sobre la actividad de la escritura.

Recetas sólo para complacer al paciente, médicos cansados de sus enfermos y el drama de la enfermedad en la niñez son otros de los temas que esta antología recoge. El libro cierra con un melancólico texto de Ángeles Mastretta, donde escribe: "Como hemos de morir alguna tarde, qué bueno es estar vivos ahora en la mañana y soñar con la luna de la semana próxima con abril y sus jacarandás (...) con el futuro como una invocación, y los años que la vida nos preste como un hechizo sin treguas". Al fin y al cabo, como demuestra Salud. Veinte cuentos de médicos y pacientes, la literatura no es más que un antibiótico, necesario y temporal, para la realidad.