Los jóvenes eligen carreras alejadas de las necesidades del país

Apenas 12% de los que estudiarán en la UBA se formará en ciencia y tecnología, mientras que uno de cada tres se anotó en las humanísticas. Especialistas advierten sobre los riesgos para el futuro. ¿Qué carreras cree que deberían fomentarse?

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De los 41.504 inscriptos para el primer cuatrimestre de 2013 en el Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), 5.335 estudiarán medicina y 4.033, abogacía*.

Si bien siguen siendo las carreras preferidas de los argentinos, en los últimos 20 años vienen en un progresivo declive. Según el censo que realiza la universidad cada cuatro años, en 1992 la Facultad de Derecho albergaba al 18 por ciento de los estudiantes, y la de Medicina, al 16. Pero en 2011 descendieron hasta el 12 por ciento.

A la inversa, las humanidades crecieron enormemente (exceptuando a abogacía). La Facultad de Ciencias Sociales pasó del 5 al 11 por ciento de la matrícula, y la de Psicología, del 6 al 8 por ciento. De hecho, psicología es la tercera carrera más popular de 2013: se anotaron 4 mil personas, sólo 33 menos que en abogacía.

Pero lo más preocupante es la baja proporción de jóvenes que elige las carreras estratégicas para el desarrollo de un país, las científico-técnicas: física, química, matemática, geología y todas las ingenierías (civil, electrónica, mecánica, informática, industrial, etc).

      

"Los países que avanzan están graduando en ciencia y tecnología del 25 por ciento de la matrícula para arriba. Nosotros estamos en el 14 por ciento", explica Alieto Guadagni, economista y miembro de la Academia Nacional de Educación, en diálogo con Infobae.

Roberto Agosta, decano de la Facultad de Ingeniería de la UCA, da un ejemplo: "En China se gradúan ingenieros de una manera impresionante. En Corea, en India y en todos esos países, la relación entre estudiantes de ingeniería y de humanísticas es inversa a la de Argentina".

La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales bajó, entre 1992 y 2011, del 5 al 4 por ciento del total de alumnos de la UBA. La de Ingeniería, del 6 al 4 por ciento.

Consultado por Infobae, Jorge Ferronato, que es director del CBC, reconoce la situación pero sin perder el optimismo. "Este año tuvimos una muy buena inscripción a ingeniería, que creció un 3 por ciento más que el año pasado. Igual no deja de ser poco. Nos gustaría tener 5 mil alumnos para ingeniería y menos para psicología, pero es lo que eligen".

      

¿Por qué faltan estudiantes de ciencia y técnica?

"Una de las razones por las que muchos chicos no estudian ingeniería es la falta de continuidad en la demanda de ingenieros, que se relaciona con lo errático de las  políticas de obra pública. Argentina fue muy cortoplacista en los últimos 20 años y estas son cuestiones de largo plazo: los recursos humanos no se forman de un día para el otro", explica Agosta.

Las reformas económicas implementadas en los años noventa son señaladas por muchos como grandes responsables de la falta de especialistas en ciencia y tecnología. "La carrera de ingeniería civil tuvo en los noventa un valle absoluto, y ahora ha vuelto a los niveles históricos, porque los chicos responden a la información que tienen. Se dan cuenta de que hay un Gobierno que, al menos en los papeles, ha hecho cosas en obra pública".

No obstante, como se puede ver en el gráfico, en 1992 ya era muy baja la proporción de estudiantes en las carreras estratégicas.

Otro problema que señalan todos los docentes universitarios son las falencias con las que llegan los alumnos de las escuelas secundarias. "La Ley Federal de Educación, que rigió los secundarios con la creación de los polimodales, eliminó matemática en los últimos dos años del ciclo. En consecuencia, los chicos tienen severas dificultades con esas materias", cuenta Ferronato.

Universidad gratuita, pero sin becas ni cupos

"No es que no hay ingenieros porque no hay fábricas. No hay fábricas porque no hay ingenieros. Los países que quieren crecer empiezan cambiando la matrícula universitaria. Uno se puede quedar con la matrícula del siglo XIX, llena de teólogos y abogados, o ir a la del siglo XXI", asegura Guadagni.

"El Estado Argentino ha renunciado a regular la matrícula universitaria -continúa. Entonces hay una mezcla explosiva: fácil ingreso a la universidad y sin orientación hacia las materias estratégicas. Es uno de los pocos países del mundo que hace eso. En la inmensa mayoría hay cupos para entrar a las carreras".

El economista da algunos ejemplos cercanos de países que implementaron políticas regulatorias de la matrícula universitaria, y critica a quienes juzgan estas medidas en base a prejuicios ideológicos, en vez de mirar los resultados. "Chile es un caso, aunque muchos lo descalifican argumentando que es un país de derecha. Pero Brasil, Cuba y Ecuador también tienen cupo. Hay una gran cantidad de malentendidos. Los progresistas son bastante reaccionarios y en realidad representan a los segmentos altos de la sociedad".

Según Ferronato, la UBA no evalúa la posibilidad de implementar un sistema de cupos, ya que lo considera contraproducente.

Agosta también destaca las políticas educativas implementadas por los países vecinos, y las contrasta con las de Argentina. "La universidad mejor rankeada de América Latina es la Universidad Católica de Chile, y las tres que le siguen son chilenas o brasileñas".

"Son dos países que tienen niveles de exigencia y de competitividad muy grandes, con académicos que publican en las mejores revistas del mundo. Nosotros formamos buenos ingenieros, pero las universidades argentinas no juegan en primera según los estándares mundiales, porque no publican en revistas auditadas, ni tienen doctores en los lugares donde deberían tenerlos", agrega Agosta.

Ferronato está en desacuerdo con esta perspectiva y relativiza los éxitos de los países vecinos. "La mayoría de las universidades de la región no son gratuitas. Chile tiene gravísimos problemas producto de esto, porque limita a muchos la posibilidad de estudiar en la universidad. Eso Argentina lo tiene resuelto".

Sin embargo, según datos oficiales de ambos países, el 20 por ciento más pobre de entre 21 y 30 años promedia en Chile 11,1 años de estudio. En Argentina, la cifra baja a 10 años. En cuanto a la proporción de graduados universitarios que provienen de los sectores de menores ingresos, los números son prácticamente los mismos en los dos casos.

Por eso Guadagni denuncia los resultados negativos que se obtuvieron con la gratuidad irrestricta. "No hay una política activa de becas para los estudiantes pobres. Pensar que con la gratuidad generalizada, incluso para los ricos, se llega a la igualdad de oportunidades, es una utopía irrealizable".

Para ser profesionales de excelencia en el futuro los alumnos necesitan disponer de todo su tiempo para estudiar. Por más que sea gratuito cursar los estudios en la universidad, de algo hay que vivir, y las familias pobres no están en condiciones de sostener económicamente a sus hijos después de los veinte años.

Eso crea una gran desigualdad con los hogares de clase media, que sí pueden mantenerlos el tiempo que sea necesario, lo que les evita tener que estudiar y trabajar al mismo tiempo. La gratuidad sin becas que les paguen por ir a la universidad a los alumnos de menores recursos sirve de poco.

"En la UBA hay 260 mil alumnos. Unos 100 mil vienen de escuelas estatales. ¿Entre los otros 160 mil no hay capacidad contributiva para financiar becas que permitan a los estudiantes pobres asistir a las carreras científicas y tecnológicas?", se pregunta Guadagni.

"Uruguay está becando al 8 por ciento de los estudiantes con un sueldo superior a los 240 dólares mensuales. En la UBA hay 30 mil estudiantes en las carreras científicas y tecnológicas: se puede financiar a 20 mil. Pero hay que estar dispuesto", agrega.

Lo que se viene haciendo

"Una iniciativa muy buena es el programa BEC.AR, de la Jefatura de Gabinete de la Nación y la Comisión Fulbright, que permite a un montón de chicos hacer estudios de posgrado en el exterior. Eso me parece fantástico. Es lo que hicieron Chile y Brasil hace una generación. Pero debe tener un correlato a la vuelta: si la persona vuelve con un doctorado, pero no se le puede pagar en la universidad lo que podría ganar afuera, no sirve", explica Agosta.

El Ciclo Básico también viene tomando medidas para corregir algunos de estos problemas. Un ejemplo son los talleres de apoyo en matemática y lengua para los estudiantes del ciclo básico con dificultades y para alumnos del último año de escuela media.

"El CBC ha mejorado sustantivamente. En el 2000 aprobaba el 40 por ciento; en el 2010, el 63 por ciento; y en el 2012, el 67 por ciento. Pero las falencias estructurales de la escuela media nosotros no las podemos solucionar", dice Ferronato.

Pero Guadagni no es para nada optimista con lo que se viene haciendo ni con los resultados que se verán a futuro. "La consecuencia de este estado de cosas es el estancamiento en el largo plazo. Un país que no ingresa en el siglo XXI de la mano de la ciencia y la tecnología se va a quedar exportando soja. Vamos camino hacia una primarización creciente, vendiendo recursos naturales, que es lo único que no necesita talento. Y eso se ve en la infraestructura: se nos caen a pedazos los ferrocarriles, pero no tenemos ingenieros ferroviarios. Perdimos el autoabastecimiento en petróleo y gas, y no tenemos ingenieros en petróleo ni geólogos. Y así podríamos seguir".

* Estos datos no son los definitivos porque todavía falta una inscripción remanente en la que se anotará aproximadamente un 20 por ciento más de alumnos. De todos modos, la tendencia se mantendrá en estas proporciones.