Cande Vetrano y sus problemas para administrarse: “Necesité que me cortaran la luz para acordarme de que tengo que pagar los servicios”

La participante de MasterChef repasa en esta charla con Teleshow sus inicios a los 7 años, cuenta cuándo entendió que ganaba dinero y cómo maneja que su imagen se haya convertido en una marca. Además confiesa cómo funciona el grupo de Whatsapp del programa y la existencia de un chat paralelo

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Candela Vetrano a solas con Teleshow

“La plata es algo que me da fiaca”, dice Candela Vetrano, que tuvo que pedirle a su mamá que dejara que se le corte la luz. “Necesito pasar por estas situaciones que me hagan acordar que tengo que pagar los servicios”, explica. Si bien vive sola desde los 19 años, la cuarentena le trajo esa urgencia por ordenar sus finanzas. “Mi cabeza está en otra, es algo que sigo trabajando”, reflexiona.

Cande es una de las participantes de MasterChef Celebrity 2 con platos que muchas veces se llevan las tan anheladas felicitaciones del jurado. En esta entrevista con Teleshow, la actriz revela los secretos del grupo de WhatsApp de las figuras del programa y confiesa que hay grupos paralelos. Además, ante la consulta sobre si tiene algún preferido dentro del show, responde sin dudar un segundo: “¡Alex Caniggia es genial! Detrás de toda esa coraza, es muy buena onda y admiro mucho desde el lado que hace las cosas”.

Además, Vetrano lleva adelante el proyecto de su propia marca, Come to mama, “un museo de cosas”, como reza su página web. “Surgió de las ganas de hacer algo que no tenga nada que ver con la actuación”, anuncia. En sociedad con una amiga, la propuesta nace con el espíritu de ser “una curaduría” de objetos, ropa y mucho más.

—¿Por qué elegiste ir con algo por fuera de lo artístico? ¿Te gustaría dedicarte a otra cosa?

—En realidad, tiene que ver con una estabilidad que la actuación y todo lo artístico no tienen. Saber que todos los días tengo que trabajar para algo estable: mi búsqueda tenía que ver con eso. Obviamente, también con trabajar desde tan chica de algo que me re enamoré. Al principio era ciento por ciento juego y con el tiempo se fue transformando en mi trabajo. Sí, tiene que ver con una mezcla.

—¿Cómo te llevás con el perfil empresaria?

—El perfil de empresaria no es tanto lo mío; más bien, emprendedora. Me siento más con ese término. Empresaria no soy para nada. Un empresario tiene que ver más que nada con lo económico, con los números. Puedo hacer cosas y nunca pensar en la plata, pero sí el emprender. Me pasa mucho con amigas que quisiera que cada una tenga un emprendimiento. Soy muy del hacer.

—¿Te gusta encarar estos otros proyectos?

—Me da placer lo creativo. Soñar algo y que se haga realidad. Todo lo que es la rutina me cuesta. Emprender en Argentina es bastante complejo y me encontré con todos los obstáculos. Querer hacer un producto, en este país, es muy difícil. Tenés que ser muy constante y laburar con un buen equipo.

Candela Vetrano: "En cuarentena entendí lo expuesta que estuve desde tan chica"

—Decís que no sos empresaria, que no es lo tuyo, ¿pero sos consciente de que tu nombre en sí mismo es una marca?

—Eso es algo que entendí bastante de chica y me dio mucho empoderamiento. Tiene dos caras. Una muy espectacular, que siento que todo lo que quiera hacer lo voy a poder hacer por el hecho de que mi nombre es una marca. Puedo actuar, puedo pasar música, puedo tener una marca: es muy copado, lo disfruto, me encanta y lo exprimo. La otra cara es que vos sos el producto y muchas veces no es fácil. Cuando una va a un casting, cosas que me han pasado más de chica, ¿cómo diferenciás que justamente vos sos el producto y que quizás no lo están eligiendo? Y todo lo que eso conlleva. Tiene cosas buenas y malas.

—¿Te tocó que no te eligieran en algún casting y que fuera doloroso?

—¡Obvio! Hago castings desde los 7 años: la mayoría de mi vida fueron más no que sí. Después, también me encontré en el lugar de decir que no. Te das cuenta de que los “no” son lo que arman tu carrera.

—¿Quién te consolaba? ¿Cómo lo vivías?

—Tengo una familia muy presente, muy piola. También, era muy difícil contener a una chica que, además, era muy adulta, y mi manera de canalizarlo era más internamente. Les demostraba a mis viejos que estaba todo bien. Con el tiempo me fui dando cuenta de las frustraciones, que las tuve desde tan chica, y quizás no tenía herramientas para afrontarlas. Fue un proceso, fue un trabajo. Esto de ser un producto: con la madurez vas entendiendo, vas sanando. Te das cuenta de que sos vos, pero no sos vos. Es medio loco.

—Al haber trabajado de tan chica, ¿estuviste en algún tipo de riesgo en determinado momento?

—No, porque mi mamá me llevaba, me traía; mi papá también. No pasé, gracias a Dios, por ninguna situación así. Fue de suerte. Estaba súper expuesta y también eso lo entendí de más grande. En cuarentena entendí lo expuesta que estuve desde tan chica, y me abracé. El hecho de haberlo superado, sobrevivido, que hoy en día siga siendo mi pasión y que me guste hacerlo.

—¿Por qué pensás que en cuarentena te encontraste de vuelta con esa nena y dijiste: “Mirá qué expuesta que estaba”?

—En cuarentena a muchos nos pasó que no trabajamos. Para mí fue un parate espectacular, una suerte por tener un techo, comida, calefacción. Gracias al universo, fue una oportunidad para mí, un momento de mucha introspección y de decir: “Esto sí, esto no, esto está bien, esto está mal. ¡Ah! Laburo desde muy chica, hace 20 años que no paro de trabajar”. No paro de estar en movimiento, y algo nos hizo frenar a todos y fue muy espectacular. Aparte, estoy atravesando los casi 30 (los cumplirá el 9 de agosto), y es un momento en el que uno dice: “Quiero esto o no”.

—¿Te acordás cuándo fue que ganaste tu primera plata importante?

A los 18 supe que ganaba plata. No es que mi familia me lo ocultaba, pero era una pregunta que yo no hacía. No sabía. Entendía que era un trabajo, se suponía que había una remuneración, pero no sabía exactamente cuánto. Y a los 18, ya llevaba muchos años trabajando. Me acuerdo de preguntarle a mi mamá: “Che, ¿cuánto gano?”, o una cosa así. A los 19 me fui a vivir sola, entonces ahí empecé a ser consciente del dinero que es algo que hoy me sigue costando un montón.

—Mientras eras chica el dinero lo administraba tu familia: ¿te lo fueron guardando?

A los 19 tuve mi primer departamento, así que mis viejos hicieron algo muy bien: pensar en mi futuro. Tuve la suerte también de no tener que ayudarlos, que ellos tuvieran sus trabajos y que fueran lo suficientemente piolas y amorosos.

—No era una necesidad: no trabajabas para aportar en casa, era un deseo tuyo.

—Sí. Yo quería coser y mi vieja me compraba el hilo y la aguja, quería aprender a tejer y lo mismo. Estaba muy abocada a nosotras. Siempre nos dio herramientas para cumplir nuestros sueños. Yo era una piba muy insoportable a ese nivel, tenía muy claro que quería bailar, cantar; lloraba porque quería hacerlo. Entiendo que me hayan ayudado a cumplir mi sueño. Hoy creo que lo hubiese cumplido de todas maneras porque es un deseo muy grande. Trabajar de chico no está muy bueno. Tuve la suerte de tener una familia piola, pero no sé si está tan espectacular.

—Cuando te fuiste a vivir sola, ¿te costó organizarte en las finanzas? ¿Cómo hiciste?

—La cuarentena estuvo buena para ordenar. Decir: “Bueno, estoy creciendo, tengo que pagar todas mis cosas”. Mi mamá labura en la fábrica de mi papá y maneja todo lo económico de la fábrica. Entonces me crié un poco... Para ella era algo más a administrar. Me tuve que poner firme y decirle: “Necesito que se me corte la luz, necesito pasar por estas situaciones que me hagan acordar que tengo que pagar los servicios”. Porque mi cabeza está en otra. Es algo que sigo trabajando, me cuesta un montón.

—Maduraste de muy chica un montón en ciertas cuestiones, y otras quedaron más rezagadas.

—No pude con todo. La plata es algo que me da fiaca. Trabajo para poder viajar, para cambiar el sillón si tengo ganas, para cosas específicas. No trabajo por la plata.

Candela Vetrano cuenta cómo vive la intimidad de MasterChef

—¿Cómo la estás pasando en Masterchef?

—Muy bien. Lo estoy disfrutando: me copa cocinar, es toda una experiencia. Es algo muy distinto a todo lo que hice. Estoy ahí con mis sentimientos, con mis frustraciones, también con mis ganas de aprender, todo el tiempo lidiando... Pero la estoy pasando muy bien. La verdad que me divierte. Me divierte el juego.

—¿Qué tal los jurados?

—Me caen re bien todos. Cada uno tiene su gracia. Me divierten. Obviamente, cuando estoy un poco más apichonada me hacen doler, pero casi siempre las cosas que me dijeron fueron con respeto. Me causa gracia esta situación de llevar mi plato: un poco me río de todo, internamente. Es mi manera de divertirme.

—¿Te ves ganando?

—¡Sí, obvio! De lo contrario, no estaría jugando.

—¿Quiénes son tus personajes preferidos?

—Alex Caniggia, que es el de todos, me encanta. Es genial. Es un pibe muy sensible. Detrás de toda esa coraza, me parece muy buena onda y admiro mucho desde el lado que hace las cosas. No le importa nada. Tengo que aprender un poco de eso: de la liviandad. Es un chabón que posta le da igual que mañana lo saquen, que no; no le importa. No lleva un cuadernito, nada. Y después, Gastón Dalmau, que lo amo, mi amigo. Es muy fundamental tener un confidente en esta competencia.

—¿Alguna vez te fuiste angustiada en serio?

—Sí, una vez. Fue un conjunto de cosas. La hipersensibilidad que manejaba en ese momento, es algo por lo que todos pasamos. Es un color que en algún momento tocás, pero me la aguanté. En cámara aún no he llorado. La pasé muy mal en camarines y cuando llegué a mi casa, dije: “¡Cuánto!”. Pero me pintó y lo dejé ser. Ya está, ¿qué voy a hacer?

—¿Hay un grupo de chat de los participantes?

—Sí, con Hernán Montenegro y Georgina Barbarossa a la cabeza: son los que más mandan mensajes por día. A Georgina la amo, todo: audio, nota de voz. El Loco Montenegro, con mucha sabiduría, tirando algún mensaje. Una vez hice un chiste de un huevo y después me escribió por privado para explicarme cómo se hace un omelette. Es adorable. El grupo está buenísimo, comentamos, es gracioso.

—Como en todo universo de grupo de chat, deben estar los chats paralelos.

—Tenemos el grupo de chicas. En todos los grupos mixtos que tengo, las chicas siempre necesitamos… Es como ir al baño: necesitás el momento de chicas de charlar, chusmear.

—¿Qué le dirías hoy a esa nena que a los siete años arrancaba con todo esto?

—Todo lo que quería está sucediendo. Le diría: “Amor propio, quererse, está bueno valorar lo que uno hace, tenerse confianza, no querer ser siempre tan humilde”. Eso me diría.

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