Realidades con Maga Tomassoni: “Salí de la depresión de la misma manera de la que entré, odiando”

Más conocida como MaGa, su lema de vida es: “No me des flores, dame herramientas”. Esta frase la repite siempre como una forma de decirle a la gente que es necesario darle a los otros las herramientas para poder salir adelante y crecer

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"Salí de la depresión de la misma manera de la que entré, odiando", dice Maga Tomassoni

Realidades es el nuevo ciclo de Infobae. Será un intento por visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza, inseguridades y prejuicios.

En un giro inesperado María Gabriela Tomassoni, conocida como MaGa, pasó de ser una reconocida periodista, a convertirse en el único sostén económico de su familia, con la presión de mantener cuatro trabajos y cuatro hijos. Es esposa de un hombre que negoció cubrir el rol de madre y le tocó vivir en carne propia algo que, según sus propias palabras, jamás pensó experimentar: “Siempre consideré que las personas se deprimían porque tenían mucho tiempo al pedo”.

Su viaje hacia la construcción no fue convencional; impulsada por una profunda depresión encontró en el momento menos esperado su nuevo propósito de vida.

Hija de una familia disfuncional, un padre gay y una madre comisario, MaGa asegura que es bastante complicado saber quién es. Hoy continúa combatiendo la depresión y desafiando todos los prejuicios y demandas de una sociedad cada vez menos empática.

“La depresión te sigue acompañando como una especie de adicción. A veces es como un lugar muy cómodo donde refugiarse y encerrarte. Hay días que quiero tirar la toalla, pero sé que si me levanto puedo seguir adelante”, asegura.

Su lema de vida es: “No me des flores, dame herramientas”, frase que la representa fielmente e invita a sus seguidores a poner sus vidas en acción sin importar la mirada ajena

“No me des flores, dame herramientas”, es su frase de cabecera (foto Adrián Escandar)
“No me des flores, dame herramientas”, es su frase de cabecera (foto Adrián Escandar)

— ¿Quién sos?

— Ah, qué difícil. Soy hija de una familia disfuncional, tengo un padre gay y una madre comisario, entonces es bastante complicado saber quién soy porque me crie entre medio de mucha rigidez y mucho libertinaje. Es difícil, pero trato de ser una buena persona. Soy casada, tengo muchos hijos, muchos perros, una mamá que todavía vive, soy albañil y trabajo en la construcción.

— “Dame herramientas, no me des flores”.

— “No me des flores, dame herramientas”, esa es una frase que repito siempre para decirle a la gente que lo que se necesita es dar las herramientas para poder salir adelante y crecer”.

— ¿Cuándo decidiste ser albañil? Yo te descubrí en las redes.

— Sí, fue muy complicado y no fue para nada planificado. Yo venía de trabajar en medios desde hacía muchos años, escribía un blog, tenía una comunidad para madres en toda Latinoamérica que se llamaba “El club de la mala madre”.

— ¿Sos mala madre?

— Siempre, la peor de todas.

— La peor, ¿por qué?

— Porque, yo siempre digo lo mismo, la mala madre es la que te dice que no y te guía para que vayas por el camino correcto, y te deja elegir. Yo decidí ser una mala madre.

—Tus hijos, ¿cuántos años tienen?

— Mis hijos tienen de 30 a 22.

Todos adultos, todos profesionales o camino a serlo, todos con sus familias, sus parejas, sus vidas.

— Hijos responsables.

— Totalmente responsables. Trabajamos muy fuerte cuando ellos eran chicos para que fueran responsables e independientes, pero porque yo trabajaba mucho y necesitaba que ellos pudieran saber hacerse un café con leche para no morir de hambre si yo llegaba media hora más tarde, y gracias a eso hoy puedo decir que cada uno tiene su vida encaminada y que nosotros no lo hicimos tan mal, ¿no?

— Danos un ejemplo de mala madre… ¿Cómo festejaban sus cumpleaños?

— Eso siempre lo cuento porque las buenas madres a los 18 le hacen una fiesta a sus hijos, les regalan un auto, los llevan de viaje a algún lado, y yo a los 18 les regalo su vida. Armo una carpeta de tres solapas con elastiquitos y adentro les pongo partida de nacimiento, certificado de vacunas, todos los boletines del colegio, las fotos escolares, el carnet de la obra social, el documento, el pasaporte, o sea, todas las cosas que tienen que ver con su vida y sus documentaciones que, hasta ese momento, yo era la depositaria; a partir de los 18 sos mayor de edad, esta es tu vida, hacete cargo y si tenés que ir al dentista aprendé a pedir turno.

— ¿Y tus hijos? Escuchándote así, prácticamente, parece que los echabas de tu casa.

— No, tanto como fletarlos de mi casa no, pero sí a partir de que terminaron la secundaria los invité gentilmente a que empezaran a hacerse cargo de sus vidas y que, a pesar de que nosotros los íbamos a apoyar para que siguieran estudiando, no íbamos a poder pagarles esas cosas que ellos querían, eso se lo iban a tener que ganar ellos; así que a los 18, ni bien terminaron el colegio, tenían que buscarse un trabajo, aunque sea de medio tiempo, para poder pagarse las salidas, la pilcha y lo que ya no estaba dentro del contrato de papá-hijo.

Maga no solo construye casas, sino también oportunidades para otras personas. A través de su presencia en Instagram (@mamaconstruye), inspira a muchas personas a incursionar en profesiones
Maga no solo construye casas, sino también oportunidades para otras personas. A través de su presencia en Instagram (@mamaconstruye), inspira a muchas personas a incursionar en profesiones

— Volvamos a tu profesión de albañil, ¿cómo empezó?

— Bueno, como te digo, yo venía de trabajar en medios, escribía para revistas de tecnología, escribía para la compañía de entretenimiento más grande del mundo, era influencer de maternidad, allá por el año 2013, cuando no sabíamos lo que era ser influencer ni qué quería decir la palabra, y tenía muchas obligaciones aparte de mi casa y de mis hijos. Generaba contenido para un montón de marcas, en un momento me quemé, de verdad la cabeza dijo “hasta acá llegamos”. Casi no dormía, me costaba mucho conciliar el sueño y empecé a tener problemas neurológicos asociados al estrés, y empecé a dejar de hacer cosas, empecé a dejar de escribir, y yo vivía de escribir, y me empecé a encerrar. Dejé de viajar, dejé de ir a la oficina, dejé de ir a eventos, renuncié a Disney, cerré mi blog, renuncié a las revistas y me quedé en mi casa, y me encerré en mi casa, después me encerré en mi cuarto y finalmente me encerré en mi cama. Tuve un periodo de depresión muy intenso que hizo que yo me replanteara toda mi vida como tal. Yo había sido una persona proactiva, con mucho trabajo, siempre con 62 malabares dando vueltas por el aire, y en un momento se me empezaron a caer las pelotitas y tenía que tomar la decisión de ir a buscar la que se me había caído o seguir sosteniendo el resto, y fue demasiado.

"La depresión es un lugar muy cómodo donde te refugias y te encerrás", asegura MaGa

— Dijiste que llegaste a tener depresión, ¿cómo te diste cuenta de que eso era depresión? ¿y qué es, hoy para vos, la depresión?

— Mirá, la verdad que yo siempre consideré que las personas se deprimían porque tenían mucho tiempo al pedo, y sé que es muy feo lo que estoy diciendo, pero yo sentía que no tenía tiempo para deprimirme. Cuando nació mi hija más chiquita, mi marido quebró su empresa, nos quedamos en la calle literalmente, y yo salí a trabajar. Tenía tres trabajos, cuatro trabajos, para poder sostener la alimentación de mis hijos, para poder pagar el alquiler del lugar donde vivíamos, mientras que mi marido estaba cursando su propia depresión, y a partir de ahí no paré nunca y nunca tuve demasiado tiempo para pensar en nada más que lo que tenía que hacer, lo que debía hacer. Nunca lo que quería, lo que quería siempre estaba como muy al fondo.

— Tu marido tenía depresión, ¿cómo fue ese sostener con un marido depresivo?

— Para mí era muy difícil entender la depresión de mi marido, porque yo no tenía tiempo de deprimirme, yo tenía que darle de comer a los chicos y en un momento sentí que no había nada que pudiera ayudarlo si él no quería salir de ese estado, y cómo la vida no se podía detener, porque yo en ese momento tenía cuatro hijos y una nena recién nacida, le hice una propuesta que no pudo rechazar: “Si vos sentís que no podés salir a trabajar, si vos sentís que no podés, y bueno, vas a tener que poder ser mamá”, así que yo me fui a laburar y él se quedó criando a nuestros hijos.

— Y cuando vos le hiciste esa propuesta, ¿cuál fue la reacción de tu marido?

— Mi marido chocho de la vida, es la mejor madre del mundo.

— ¿Chocho de la vida?

— Mi marido es super feliz, mi marido es de verdad la mejor mamá del mundo, es él y todos sus huevitos alrededor, como la gallina con los pollos, hasta el día de hoy. Él es feliz con todos sus hijos alrededor tirado en la cama mirando la televisión, jugando a la guerra, jugando a la Play o lo que sea, y yo lo único que quería era decir: “Bueno, chicos, ya está, ya son mayores de edad, la ley no me obliga, váyanse “.

“Estaba muy abandonada, esperando que la magia ocurriera y que un día tuviera ganas.”

Maga junto Juan, su esposo, a quien eligió para formar una familia y tomar el compromiso de compartir la vida y envejecer juntos.
Maga junto Juan, su esposo, a quien eligió para formar una familia y tomar el compromiso de compartir la vida y envejecer juntos.

— Y esta realidad que vos estás contando ahora con humor, ¿cómo se vivió en ese momento? No es muy común que un hombre diga “yo me quedo en casa con los hijos y mi mujer sale a laburar”. ¿Sentiste la presión de los prejuicios?

— Mirá, el matrimonio es una gran negociación y en un momento nosotros negociamos: si vos no podés salir a trabajar, yo tengo que salir a trabajar el doble porque las cuentas hay que pagarlas y estábamos los dos sin trabajo. Habíamos quedado en que el primero que encontrara trabajo salía a trabajar y el otro se quedaba en casa. Obviamente yo conseguí trabajo primero y no conseguí uno, conseguí tres; tenía un trabajo que era desde las 7 de la mañana hasta la 1 de la tarde, otro que iba desde las 2 de la tarde hasta las 9 de la noche y después a las 10 de la noche entraba en un catering a cocinar panificados para entregar al día siguiente y llegaba a mi casa a las 2 de la mañana. Fue una época muy difícil, muy dura y muy violenta, porque con muy poquito presupuesto yo tenía que cubrir las necesidades de mis hijos. La mejor comida que tenían era la del colegio. Mis hijos desayunaban en el colegio, almorzaban en el colegio y merendaban en el colegio, y yo tenía que preocuparme porque mis hijos tuvieran cena en casa. Y a veces no alcanzaba; tengo un hijo con una intolerancia a la lactosa que requería una leche especial y yo tenía que elegir todos los días entre comprar un litro de leche para que mis otros tres hijos tomaran un té con leche o medio litro de leche deslactosada para que ese chiquito de dos años tuviera su requerimiento en calcio.

— ¿Y cómo elegías?

— Y este nene tomaba mamaderas de té dos días o tres días por semana y los otros tomaban sólo té en vez de té con leche dos o tres días a la semana.

MaGa cuenta que tuvo tres trabajos al mismo tiempo debido a las necesidades familiares
MaGa cuenta que tuvo tres trabajos al mismo tiempo debido a las necesidades familiares

— En ese panorama, ¿cuándo descubriste o pudiste ver un poco la luz para salir de la depresión?

Ahora todos los días me levanto con ganas y hay días que quiero tirar la toalla, pero sé que si me levanto al ratito que me pongo en marcha puedo seguir adelante. Yo creo que la depresión te sigue acompañando a lo largo del tiempo como si fuera una especie de adicción, porque a veces es como un lugar muy cómodo donde vos te refugiás y te encerrás, y encerrarse es lo primero que no deberías hacerte. Yo me encerré mucho durante mi periodo de depresión y estaba a rodeada de un montón de gente que no encontraba la forma de entrar a mi propio encierro para poder ayudarme a salir.

— ¿Estabas cómoda ahí?

— No sé si estaba muy cómoda, estaba como muy abandonada, estaba esperando que la magia ocurriera y que un día tuviera ganas.

— Pero, por ejemplo, te despertabas a la mañana, ¿y?

— Me despertaba…

— Un día tuyo en depresión total.

— Era estar tirada en la cama, levantarme e ir al baño, hacer un pis, pasar por la cocina, agarrar un café y volver a la cama.

— ¿Y tus hijos y tu esposo?

— Siguiendo con sus vidas, porque la vida del resto no debería detenerse, yo no detuve nunca la mía por la vida del resto, entonces los chicos se levantaban, se peinaban, se tomaban el colectivo y se iban al colegio.

— ¿Pero sabían que mamá estaba depresiva?

— Sí, claro.

— ¿Y cómo se lo contaste?

— No, yo no me senté con ellos y les dije: “Mamá está deprimida y va a pasar esto”, no sabía qué era lo que iba a pasar, al principio no sabía qué era lo que me estaba pasando, fue como un proceso y un camino en el que un día me encontré tirada como una ameba en la cama sin fuerza y sin ganas y sin nada.

— ¿Tenías ganas de morirte?

— No, no, la verdad que lo que sentía era como mucho cansancio. Estaba cansada, estaba cansada del trabajo, de la vida, de las presiones, de correr atrás de las cuentas, de correr atrás de las agendas de toda una familia, de correr atrás de la agenda propia, de cumplir con los objetivos que todos los demás te imponen y estaba cansada, y no encontraba qué era lo que de verdad yo quería. Es decir, durante muchísimos años yo me había ocupado de hacer todo lo que los demás querían, todo lo que los demás necesitaban y yo siempre había quedado demasiado atrás, y estaba en un momento de mi vida en el que quería ponerme por delante y no sabía cómo, y tampoco sabía cómo el resto iba a tomar esto de que yo quisiera ser protagonista de mi vida. Es como un gran enredo. Es muy difícil y, aparte, esto ya hace unos siete años más o menos, salí creo que de la misma manera que entré: odiando.

“Hay días que quiero tirar la toalla pero sé que si me levanto puedo seguir adelante”

— ¿Cómo?

— Odiando. Estaba tirada adentro de mi cuarto, y lo único que yo veía era mi cuarto y no me gustaba nada, y en un momento me obsesioné con una puerta y odiaba la puerta, y lo único que hacía era mirar la puerta y decir “odio mi puerta”, y odio mi puerta y la odio y me daba vuelta y volvía a darme vuelta a mirar la puerta que de verdad odiaba, y una mañana dije: “basta de esta puerta”, me levanté, la saqué del marco, agarré una lija y empecé a lijar la puerta, de la nada.

— ¿Pero vos sabías hacer todo eso?

— Sí, sí. Yo vengo de una casa pobre, el pobre no llama al carpintero, lija la puerta, yo aprendí desde chiquita eso. Así que empecé a lijar la puerta y estuve todo el día lijando la puerta, todo el día obsesionada, así como la odiaba lijaba la puerta y cada vez que la iba desnudando iba descubriendo la madera que estaba abajo, me gustaba más, y a las ocho de la noche cuando terminé de lijar la puerta y la vi y me gustó dije: “Ahora sí”, puse la puerta, me pegué un baño, hacía semanas que yo no pasaba ni por la ducha; en la etapa más fuerte de la depresión, ni me vestía, ni me peinaba, ni me bañaba ni nada y me acosté y miraba la puerta y la puerta me gustaba, y me dormí. Esa noche me dormí cansada, porque había hecho un esfuerzo físico durante todo el día que me había agotado, me dormí sin siquiera tomar una medicación. A la mañana siguiente cuando me levanté lo primero que hice fue ver la puerta y la puerta me gustó, pero el marco ya no pegaba con la puerta, entonces me levanté, saqué la puerta y empecé a lijar el marco y cuando terminé el marco seguí con las paredes y cuando terminé con las paredes seguí con el piso y después con las cortinas y después cambié el acolchado y cuando me di cuenta llevaba 15 días en los que me levantaba de mi cama con ganas de empezar lo que me había quedado sin terminar el día anterior. Tenía un propósito que era lo que me faltaba en ese momento de depresión tan importante: algo que hacer.

— La puerta te salvó la vida, literalmente.

— Ponele eso y una amiga que la adoro, porque gracias a ella hoy yo tengo un emprendimiento y tengo una vida totalmente diferente. Cuando terminé mi cuarto, todo el resto de la casa no pegaba, así que me puse a remodelar mi casa, después mi baño, después mi cocina, después el patio y cuando terminé de remodelar mi casa una amiga me dice: “Che, eso que hiciste en tu casa quiero que lo vengas a hacer en la mía”. Para mí de verdad era una terapia y yo le dije: “Sí, claro, vos comprá los materiales, cebame mate y yo te voy arreglando la casa”. Cuando terminé de hacer su casa hice una fiesta para presentarle al mundo su nueva casa.

— ¿Cuándo decretaste “no estoy más depresiva”?

— No tengo ni idea cuándo fue.

En un momento empecé a darme cuenta de que había cambiado, que había algo que a mí me motivaba a poder levantarme de la cama, que eso es una de las cosas que, hablando con otra gente que tiene depresión, es esto de la falta de motivación, la falta de incentivo, porque el incentivo es algo que alguien de afuera puede darte para que vos salgas, pero la motivación es algo que está adentro. Y a mí me motivó el odio a la puerta, pero me imagino que debe haber gente que la motiva cosas diferentes.

— A aquellas personas que hoy tienen depresión, ¿qué te gustaría sugerirles o qué conocimientos te hubiera gustado tener durante el proceso de la enfermedad?

Es muy difícil porque la depresión es una condición médica que mucha gente no entiende. Yo, de hecho, nunca entendí la depresión y de repente me encontré en el medio de una depresión muy importante. Se necesita ayuda y muchas veces uno no puede pedir ayuda o no quiere recibir ayuda o no está preparado para recibirla, y no importa cuánta gente tengas alrededor que quiera ayudarte. La depresión es una situación espantosa en la que vos te encontrás en un hueco y no encontrás la salida, no sabés cuánto más abajo vas a llegar, y cada vez que vas un poco más abajo, sabés que te va a costar mucho más subir pero por algún motivo que desconozco, en vez de intentar subir, lo único que hacés es seguir bajando. Yo llegué a un punto en el que ya no había más abajo y que sabía que de alguna manera tenía que encontrar algo que me hiciera salir, pero no lo podía encontrar y yo creo que esa puerta me encontró a mí, el remodelar casas y el ser albañil me encontró en el medio de este proceso que para mí era totalmente terapéutico, era poder hacer algo totalmente diferente de lo que yo hacía para ganarme la vida con las manos. Yo creía que era sin usar la cabeza, pero se usa mucho la cabeza en este laburo, aunque tampoco sabía que estaba saliendo de la depresión.

Maga: “Hay días que quiero tirar la toalla pero sé que si me levanto puedo seguir adelante”
Maga: “Hay días que quiero tirar la toalla pero sé que si me levanto puedo seguir adelante”

— ¿Cuál es la mayor diferencia de la MaGa con depresión y la MaGa actual? ¿Y qué opinás del feminismo siendo una mujer tan empoderada?

— La mayor diferencia entra la MaGa de ayer y la MaGa de hoy son los tacos. Porque yo vivía arriba de tacos de 8 centímetros con el pelo planchado impecable, maquillada, ni una cana, nada, las uñas siempre divinas, después sigo siendo la misma persona que entonces, con un trabajo diferente.

Toda mi vida me crie en una casa con mujeres muy fuertes, sabiendo que podía hacer absolutamente lo que quisiera, me crie con mi abuela, una persona que llegó a segundo grado y había leído mucho más que vos, yo y toda la gente de acá adentro juntas. Mi mamá era policía y pateaba puertas en allanamientos, corría delincuentes en el subte, se tiraba del andén a las vías, lo traía de los pelos, lo volvía a subir, mi vieja siempre fue una mujer muy fuerte que hizo absolutamente de todo para poder sacarnos adelante después de un divorcio muy traumático. Mi tía, otra de las mujeres más importantes de mi vida, toda su vida trabajando dentro del ámbito ejecutivo, gerente de ventas, directora de compañías multinacionales, o sea que me crie sabiendo que las mujeres podían hacer lo que quisieran, y de hecho cuando yo era chiquita y me preguntaban qué quería ser y todas mis compañeras decían “mamá, maestra y qué sé yo”, yo decía que quería ser ingeniera nuclear para a hacer bombas.

— ¿Para hacer qué?

— Bombas. Un poco de violencia pero nada … (risas)

— ¿Qué fue lo que más entendiste de este proceso? ¿o qué aprendiste de este proceso?

Entendí que para ser feliz uno tiene que hacer lo que uno quiere, cuando quiere, como quiere, donde quiere y con quien quiere, y que si no te hace feliz podés decir no. Y no importa lo que piense el resto, si no querés hacerlo podés decir “no quiero”, y si el resto se enoja qué lástima, porque si no terminás haciendo lo que debés, lo que tenés que hacer, lo que otros quieren que vos hagas, y no siempre esas cosas te hacen feliz, entonces cuando de verdad hacés lo que querés, como querés, donde querés, cuando querés y con quien querés, no hay forma de que no seas feliz, no hay forma de que eso no te guste, no hay forma de que te arrepientas de eso que estás haciendo. Uno se arrepiente de lo que no hace, de lo que hace se hace cargo. Entonces, creo que esa es la mejor enseñanza que me dejó y también hizo que toda mi vida cambiara a partir de esas nuevas premisas, aunque que el resto no las entendiera, porque cada vez que alguien venía y me decía “ay, no puedo pagar la luz porque no sé qué”, yo decía “no te preocupes, yo te la pago”; “ay, no tengo quién me cuide los chicos”, “yo te los cuido”; yo siempre estaba tratando de solucionarle el tema al resto y postergando cosas que yo sí quería hacer.

Maga: “La depresión es una cagada. Te vas cayendo dentro de un pozo, y de verdad creés que nunca vas a poder volver a tener una vida”
Maga: “La depresión es una cagada. Te vas cayendo dentro de un pozo, y de verdad creés que nunca vas a poder volver a tener una vida”

— Para terminar la entrevista. ¿La felicidad se construye? Y, además, ¿qué mensaje le dejarías a toda la gente que sufre depresión?

— Mirá, no sé si la felicidad se construye. Yo creo que la felicidad está. Creer que uno puede ser feliz todo el tiempo o buscar ser feliz todo el tiempo es algo como inalcanzable y raro. Yo soy feliz todos los días un poquito, con cosas muy chiquitas y eso hace que pueda seguir adelante.

Y creo que la depresión es una cagada, perdón mi castellano antiguo, creo que es un lugar y un momento y una sensación que no se le desea a nadie porque ni vos sabés por qué te vas cayendo dentro de ese pozo, ni sabés cómo vas a salir, ni encontrás la forma de hacerlo, y de verdad creés que nunca vas a poder volver a tener una vida. Creo que hay que tratar dejarse ayudar, que es super importante, porque salir solo es una de las cosas más difíciles. Y, a pesar de no reconocer los síntomas que hacen que uno se vaya encerrando, hay que estar atento.

¿Y qué le digo a la gente? Que no pierda las esperanzas. Que se puede y que traten de hacer algo en el medio de todo el estrés del trabajo, de la vorágine del día a día, de lo que pase, que se permitan poder tener un tiempo que sea solamente para ellos, para algo que de verdad quieran hacer, algo que a ellos les guste, no importa si al resto no le gusta, pero que se puedan tomar un ratito todos los días para hacer algo que de verdad quieran hacer, porque una de las cosas que a mí me llevó hasta ahí es hacer siempre lo que los otros querían, que los otros necesitaban, aunque a mí no me hiciera feliz, y nunca me di la oportunidad de poder decir “no, paren, de las 6 a las 7 no quiero escuchar a nadie. Soy yo, me voy al gimnasio o a una clase de arte, a hacer una manualidad, a lijar una puerta, no importa”.

“La depresión es una cagada, y de verdad creés que nunca vas a poder volver a tener una vida”.

Maga con dos años y medio, vivía con sus abuelos y sus tíos luego de la separación traumática de sus padres
Maga con dos años y medio, vivía con sus abuelos y sus tíos luego de la separación traumática de sus padres

Hay que permitirse tener esos espacios que sean solamente de uno, aunque el resto no lo entienda, es super importante, porque si no llega un momento que sentís como que todo lo que hacés no te deja nada para vos y que no vale la pena, y cuando sentís que lo que estás haciendo no vale la pena te empezás a sentir infeliz, y si seguís haciendo las cosas que te hacen infeliz terminás en un lugar que no está bueno y que probablemente te lleve a un lugar peor del que después es muy difícil de salir. Así que hay que tratar de ser felices.

Mirá la entrevista completa:

La entrevista completa a Maga Tomassoni

Fotos: Adrián Escandar