Adrián Krmpotic, autor del atentado contra el represor Jorge Bergés en los 90: “Me quedaban un par de cartuchos y quise inutilizarlo, que no molestara más”

El líder de la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP) relató los pormenores del ataque guerrillero que perpetró contra el ginecólogo el 5 de abril de 1996. Además, contó los orígenes del efímero grupo armado, el último que mantuvo actividad en el país

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Adrián Krmpotic, líder de la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP)
Adrián Krmpotic, líder de la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP)

“Y ese día el hombre sale caminando”, dice. “Nueve de la mañana, nueve y cuarto. Sale caminando con su mujer, sale por su calle, por Magallanes, viene caminando hacia nosotros, hacia donde estaba la camioneta, ellos doblan en la bocacalle. Mientras tanto nosotros deliberamos qué íbamos a hacer y decidimos que yo bajara, lo dejara llegar más o menos hasta la otra esquina y desde allí lo trajera hacia donde iba a estar la camioneta. Hicimos así y él resultó herido. Qué vamos a hacer”, relata.

Quien habla es Adrián Krmpotic, líder de la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP), un grupo armado que se hizo conocer mediante diferentes acciones con explosivos durante los noventa y, sobre todo, por realizar el atentado con balas de plomo, que se relata en las primeras líneas de esta nota, contra la vida de Jorge Bergés, un médico obstetra entonces libre por la ley de Obediencia Debida y más tarde condenado por atender partos de mujeres detenidas desaparecidas durante la última dictadura y por la apropiación de sus niños.

Bergés recibió 23 impactos de bala el 5 de abril de 1996 al salir de su domicilio en Quilmes acompañado por su esposa. El médico de la dictadura sobrevivió. Krmpotic fue condenado a 18 años de cárcel, pena que cumplió hasta recuperar la libertad. Hoy se dedica a la abogacía. La ORP se disolvió. En esta entrevista exclusiva, Krmpotic relata el atentado terrorista paso a paso y cuenta los orígenes de la efímera organización armada, la última que mantuvo actividad en el país y que estremeció, en ese entonces, al gobierno de Carlos Saúl Menem y a la sociedad argentina toda. Así, Krmpotic continúa su relato.

–Usted dice que Bergés resultó herido. Fue muy herido, casi muerto.

–No tanto, no tanto. Él recibe un solo impacto que lo compromete, incluso que después pone en riesgo la vida, pero tiene que ver con tiene que ver con, en principio, que él no acata las órdenes que recibe. Primera cuestión. Y se da la fuga. Cuando se da a la fuga se hacen un par de disparos al aire con una escopeta. Hay que estar un poco ido de sí para no parar cuando te tiran con una escopeta. Así que yo creo que el hombre pensaba que se lo iba a matar. Pero si ese hubiera sido el objetivo, se le hubiera disparado por la espalda. Pero no. Yo lo sobrepasó a él y me regaló de espaldas 25 metros, después retomo y ahí lo enfrentó. Mínimamente tiene que entender que si hay toda esa movida es porque no se lo quiere disparar.

–Pero tuvo ocho tiros, ¿no?

–Veintitrés impactos, porque recibe perdigones también. Lo que lo lesiona pasa cuando no se detiene y ya está llegando donde está la camioneta, que ya había hecho marcha atrás y estaba parada, mientras otro compañero baja y yo lo voy llevando. Entonces para que el hombre entienda cuál es la situación le pido al otro compañero que tire, que tire abajo, ¿no? Nunca se le ha podido preguntar porque incluso el compañero dice que tiene todo eso borrado de la memoria, que tuvo un shock, posiblemente sea así. Entonces lo que le pasa es que él se lleva por delante los tiros de la pistola.

“Él” es Jorge Bergés. Pocas veces Krmpotic lo llama por su apellido. La explicación de Krmpotic señala que aquella mañana a los tiros en Quilmes, barrio de Bergés, no tenía la intención de asesinar al médico represor, sino secuestrarlo para realizar un juicio popular por sus crímenes de lesa humanidad. Pero las cosas no salieron como las planificaron y terminaron en la cruenta balacera. No es un relato objetivo: lo realiza el mismo hombre que disparó.

–Él corre hacia los tiros, actitud inexplicable: tenés un tirador así de frente que te está disparando y corres hacia los disparos, pero bueno, es lo que pasó. Y en ese correr hacia los disparos, recibe un impacto en pierna derecha que le hace dar un medio giro sobre esa pierna, que se le vence, y ahí inmediatamente recibe otro que le entra por el brazo. Ese sí le cruza el brazo, le atraviesa el pulmón, le sale por el otro lado. Y ahí queda herido.

–¿Y su mujer?

–Su mujer queda en el lugar en donde yo le doy la voz de alto. Lo qué él hace es tomar a la mujer y ponerla delante suyo. Entonces para separar esa pareja a mí lo único que se me ocurre es hacer un disparo contra la pared. Todavía está el impacto así 30 años después. Increíble. Dejó un hueco así en la pared. Y ahí suelta, la mujer cae en el piso y yo voy detrás de él, porque él sale corriendo. Y empieza lo que estaba contando.

–Que termina con Bergés herido, tirado en el piso. Ustedes se van.

–No. Hay que ser honesto con la historia. Yo entiendo que está herido, no tiene hemorragia. Estaba vestido con un jogging con lo cual si hubiera tenido una hemorragia importante hubiera sido fácilmente visible. Y no, no es visible la hemorragia. A mi todavía me quedaban un par de cartuchos en la escopeta. Entonces digo: “Bueno, este no va a molestar, por lo menos”. Y ahí le disparo a la mano, al pie y al bajo vientre. Y ahí sí nos subimos a la camioneta.

La Organización Revolucionaria del Pueblo fue una guerrilla marxista-leninista, creada en el año de 1991, no fue hasta 1992 cuando el grupo hizo explotar decenas de cajeros automáticos en Capital Federal y la zona conurbano
La Organización Revolucionaria del Pueblo fue una guerrilla marxista-leninista, creada en el año de 1991, no fue hasta 1992 cuando el grupo hizo explotar decenas de cajeros automáticos en Capital Federal y la zona conurbano

–Pero al verlo así herido, aún sin hemorragia, su intención era liquidarlo.

–No, no, no. Inutilizarlo. De hecho así quedó. En cierta medida me debe su actual prisión domiciliaria.

Después del atentado, Bergés herido recorrió varios hospitales que se negaron a recibirlo por falta de camas u otras causas. Finalmente recayó en el hospital Evita es Pueblo, de Berazategui, donde por la noche la policía recibió denuncias por la presencia de un Fiat con gente armada en su interior a los gritos: “¿Dónde está internado Bergés?”. Si bien el rumor siempre tuvo un cariz de leyenda urbana, también es cierto que esa misma noche un camión de explosivos de la Policía Bonaerense se estacionó frente al hospital.

Días después, el entonces ministro del Interior, Carlos Corach, visitó al juez Ariel González Elicabe, a cargo de la causa por el atentado, quien luego brindó una pequeña conferencia de prensa en la que informó sobre la detención de quien formulaba las llamadas de amenaza a la casa del ex torturador Jorge Bergés.

“El nombre de la persona lo voy a reservar hasta que la indague”, dijo, según se puede ver en los archivos televisivos de la época. “¿Un hombre o una mujer”, preguntaba un periodista. “Un hombre, un hombre”´. “¿Y cuáles fueron las amenazas?”, dijo otro periodista. “El texto de la conversación fue el siguiente: ‘Buenos días, 30 mil desaparecidos, 2x1, no va a quedar ninguno, ORP´”.

A principios de la década del 90, la sociedad argentina comenzó a conocer a la ORP. El ataque a Bergés formó parte de una serie de atentados realizados por el grupo armado desde principios de los noventas. Durante la dictadura, el médico Bergés controlaba a los detenidos para que no murieran en las sesiones de tortura y asistía los partos de las prisioneras en los circuitos del general Camps y el comisario Etchecolatz, que reunían a una red de comisarías en la Provincia de Buenos Aires que funcionaban como campos de exterminio. Bergés había sido condenado en 1986 pero pronto recobró su libertad bajo el amparo de la Ley de Obediencia Debida. Hoy sigue vivo, condenado, en prisión domiciliaria.

Pero no fue la única acción de la ORP. Comenzó lanzando explosivos lanzapanfletos en decenas de cajeros automáticos, un impuesto millonario forzado a un conocido empresario supermercadista (uno de los resultados de la acción sobre el empresario, cuenta Krmpotic, fue la donación del primer tomógrafo con el que contó el Hospital de Niños Garrahan), robos a camiones blindados y hasta el lanzamiento el 13 de mayo de 1994 de gases lacrimógenos contra la embajada de Japón en Buenos Aires para protestar por la negativa de este país de concederle el visado a Diego Maradona, en una acción lindante con lo estrafalario, forman parte del mosaico de chispazos caracterizaron a la ORP.

Krmpotic, un abogado que hoy tiene su buffet en el centro porteño y que llegó a comandar durante la primera mitad de los años 90 una serie de atentados y acciones que llenaron de intriga o temor a la población, cuenta los orígenes de la ORP.

–La ORP es algo que se va gestando, sí. Y en términos temporales no pasó nada. Yo me voy del Partido Revolucionario de los Trabajadores (pequeña organización que se reivindicaba como continuidad del PRT-ERP de Santucho de los 70) en enero de 1989. En septiembre de ese año se funda la ORP. O sea, tampoco pasó tanto.

–¿Había militantes del PRT en la ORP?

–Sí, claro. Cuando uno se aboca a la militancia que sea recorre el espinel de sus contactos y así va, y los contactos son la gente que uno conoce. ¿Y cuál es la gente que uno conoce? Yo conozco a la gente que conocí en un marco de militancia dentro del PRT.

–¿Se puede saber qué cantidad de militantes logra tener la ORP?

–Es un proceso fluctuante, es un proceso difícil. Es un proceso que tiene idas y vueltas. Un proceso que parece que va consolidando algo, pero retrocede. No voy a descubrir nada. Si había un momento inadecuado para intentar construir una organización comunista era en septiembre del ‘89. Con los restos del Muro cayéndote en la frente. No era precisamente el mejor momento.

–¿Cómo se organizaban?

–Células. Células y un secretariado ejecutivo. No llegamos a tener un Comité Central porque creíamos que no se había logrado la dimensión necesaria. Había un tabicamiento sumamente estricto. Obviamente conocía a quienes funcionaron allí. Pero sí, había un tabicamiento extremo.

Se trataba, entonces, de una organización clandestina. Sumamente clandestina, que sólo dejaba el rastro de sus acciones en la pólvora de los explosivos que lanzaba, los panfletos que desperdigaba, el aura misteriosa en la que se movía. La ORP era un enigma, para todos, para la sociedad, para el gobierno de Carlos Menem, para sus fuerzas represivas.

El ex medico y torturador Jorge Bergés recibió 23 impactos de bala el 5 de abril de 1996 al salir de su domicilio en Quilmes por parte de integrantes de la ORP
El ex medico y torturador Jorge Bergés recibió 23 impactos de bala el 5 de abril de 1996 al salir de su domicilio en Quilmes por parte de integrantes de la ORP

–¿Pero cuál era el alcance de su militancia?

–Nosotros llegamos a tener activas tres regionales en distintas provincias del país y para constituir una regional necesitabas tener por lo menos cuatro equipos y su periferia. No es un número significativo.

–¿Cuándo comienzan a hacer acciones armadas?

–Nosotros propaganda armada hicimos desde el minuto uno. Entendiendo por propaganda armada lanzar panfletos y ese tipo de cosas. Nosotros venimos -además porque yo me formé con alguno de ellos- muy de la escuela del MRTA peruano, con lo cual nosotros entendíamos que era una manera de actuar en el marco de una realidad política que era sumamente compleja. Propaganda armada y acciones armadas hicimos en el marco de la huelga ferroviaria. Detuvimos formaciones, sacábamos boletines, hacíamos de todo un poco.

Según los volantes que conservan archivos históricos de la izquierda, la ORP intervino en la huelga de los obreros ferroviarios de 1991 con un mensaje que los alentaba a unir la acción sindical combativa con la violencia política, que anticipaba el carácter de las acciones que conformarían el principal método de su organización.

El gobierno de Carlos Menem encontró en la ORP el epítome de enemigo interno. Esto decía Corach, ministro del Interior, en una de sus ruedas de prensa:

“Existieron dos hechos concretos que han sido auto atribuidos por una Organización Revolucionaria del Pueblo que son el atentado al señor Bergés y, en la madrugada de hoy, la bomba puesta en la parte posterior, trasera, del Hospital Militar... perdón, el Hospital Naval”.

Detrás de la enorme oscuridad política de la ORP y sus militantes, más allá de operaciones que pudo realizar el Estado, se esconden las esquirlas de una violencia política que atravesó al país mediante la acción de las organizaciones armadas, del foquismo que se desarrolló durante los años setenta.

–¿Cómo comienza su militancia?

–La militancia es siempre un camino complejo. Recalo en Abuelas de la manera menos habitual. Abuelas en ese momento era un organismo muy cerrado. Muy, muy cerrado En el sentido de que no era un organismo que persiguiera, a diferencia de Madres, impulsar importantes demostraciones públicas o masivas. Estaban en un trabajo que al día de la fecha lo siguen desarrollando, pero que en aquel entonces, donde comienzan a aparecer señales respecto de la posibilidad que haya niños que se encontraban desaparecidos, la tarea de Abuelas no era la de difundir públicamente esto. Sino realizar discretas investigaciones en torno a los pocos datos que iban llegando. Tengo una charla con Chicha Mariani y a partir de ahí se empieza un pequeño trabajo de ponerte a prueba.

En un momento surge un dato, eso me llega a mí, brindado por un integrante de las Fuerzas Armadas que está saliendo del país. Convoca a una de las Abuelas a Ezeiza y le dice que en una unidad militar que está al lado de la estación Pablo Podestá hay desaparecidos con vida. El trabajo era ir a hacer chequeos, controlar entradas y salidas. Afortunadamente había un puente, con lo cual con una cámara dotada de un teleobjetivo importante se podían tomar imágenes fotográficas. Ése era el trabajo.

–¿Existía ese centro clandestino en democracia?

–A mí no me consta.

Según Krmpotic, así se integra a la militancia por los derechos humanos. Un camino que lo llevaría a ingresar en el intento de reconstrucción del Partido Revolucionario de los Trabajadores, cuyo brazo armado era el Ejército Revolucionario del Pueblo, dirigido por Mario Roberto Santucho, asesinado por los militares durante la última dictadura. Se fue de allí. Fundó la ORP.

Jorge Bergés cumple prisión domiciliaria por sus aberrantes crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura
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–¿Cómo y por qué decidieron la acción con Bergés?

–A ver, vale recordar, ¿eh? Principio de los 90, indultos a los comandantes. El resto ya había sido neutralizada por la vía del Punto Final y la Obediencia Debida, con lo cual la impunidad estaba entronizada y aparentemente era imposible dar marcha atrás. Encima la política del Estado fue tratar de compensar económicamente a las víctimas del genocidio. Bueno, nosotros y felizmente la enorme mayoría del pueblo argentino de alguna manera u otra estaban en principio en contra de la impunidad consagrada en esos términos. Había que buscar la manera de romper esa política. A nosotros nos parecía que había que actuar en ese sentido: la idea de retener a algunos de los represores que eran emblemáticos giraba. Me refiero a desarrollar actividades concretas sobre un objetivo en particular.

El primero fue Astíz. Fue ubicado y chequeado lo suficientemente bien. Creo que Astiz al día de hoy todavía sigue siendo uno de los accionistas de una empresa de limpieza que prestaba servicio a bancos y que ahora se convirtió. En ese momento tenía una sede que funcionaba sobre Río de Janeiro, cerquita de las vías. Y Astíz concurría a ese lugar al menos una vez por mes. Es el único dato que tenía. Y luego se trasladaba a un bar que estaba en Río de Janeiro y Díaz Vélez y ahí con otra gente compartía un almuerzo, un café y se retiraba.

Mal Astíz que no chequea que enfrente de la empresa donde él va todos los meses hay una pensión y ahí un compañero nuestro alquiló una pieza y se dedicó a chequear. Chequeó efectivamente el trayecto hasta Díaz Vélez y lo hacía a pie, entre otras personas. La idea era poder secuestrarlo, llevarlo con nosotros, en ese momento Astíz estaba condenado por la justicia francesa en ausencia. Nuestra idea era subirlo a una camioneta, llevarlo a un lugar, sedarlo, subirlo a una silla de ruedas, ponerle una peluca y meterlo adentro en la Embajada Francesa y avisar a los medios que Astiz estaba en territorio francés, que hicieran lo que tuvieran que hacer. Por diversas razones, entre ellas, los poco compañeros que se podrían comprometer, la posibilidad de que hubiera consecuencias graves, la descartamos. A poco de eso entró la de Bergés. Tenía una clínica ginecológica. Armamos un cuento: una compañera acompañada por su compañero que están viendo de que quede embarazada y así tratar hacer una aproximación a ver cuál era el estado interior. Pero en el interín del armado, se produce una situación confusa dentro de la clínica: aparentemente personas que entran con intención de robo y Verges mata a dos de ellas e inmediatamente abandona el consultorio. Ahí lo perdimos, no teníamos el domicilio. Y por esas casualidades en el año 95, el juez Marquevich ordena la captura de Verges por una supresión de identidad de chiquitos. Pero se fuga y la revista Noticias hace una entrevista en la casa a la mujer de Bergés y publican la dirección. Listo, ya está. Había que esperar nomás que Berger moviera sus contactos para que le levanten la captura y volver. Lo estuvimos vigilando días y días. Conocíamos su rutina, lo seguíamos. En ese momento andaban una coupé Alfa Romeo y tenía que hacer toda una maniobra para sacar el auto de ahí adentro. La idea original era que saliera el hombre con el auto.

Nosotros lo cortábamos con una camioneta, nos bajábamos, lo subíamos a la camioneta. Obviamente, los planes son solo una guía. Me decía alguien: los planes no están para que salgan como uno los planifica, están para que más o menos cada uno sepa lo que tiene que hacer. Para que cada uno tenga en ese momento su rol de combate. Montar el plan era estar a 25 metros de la casa en una camioneta medio camuflada, desde las 6 de la mañana porque después empezaba a ver movimiento. Levantábamos a las 10 de la mañana, si el hombre no salía. Él no salía. Hasta que un día salió.

Un día salió Bergés, y se produjo el más ruidoso atentado político producido por una organización armada durante los años noventa. Krmpotic y los demás asociados de su grupo fueron todos apresados y cumplieron sentencias impartidas por la justicia penal a través de la jueza María Servini de Cubría en 2002. Para la justicia, Adrián Krmpotic “participó en una asociación ilícita en carácter de jefe y organizador”. Jorge Bergés cumple prisión domiciliaria por sus aberrantes crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

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