¿El movimiento es el principal tratamiento para la hipertensión?: cómo lograr bajar la presión, sin medicamentos

Nuevas guías médicas en Estados Unidos priorizan la actividad física regular y adaptada como estrategia principal ante esta condición. Cuándo es el mejor momento para iniciar y cómo obtener todos los beneficios

Las nuevas guías de Estados Unidos posicionan el ejercicio físico estructurado como eje clave en el tratamiento de la hipertensión arterial (Imagen Ilustrativa infobae)

Las nuevas recomendaciones médicas de Estados Unidos sitúan el ejercicio físico estructurado como eje principal en el manejo de la hipertensión, reforzando su papel como herramienta central para mejorar la salud cardiovascular y reducir los riesgos asociados a la presión arterial elevada.

El Colegio Americano de Cardiología y la Asociación Americana del Corazón publicaron en diciembre de 2025 directrices que modifican la tradicional secuencia terapéutica recomendada para el control de la presión arterial.

Estas organizaciones proponen que los pacientes con bajo riesgo comiencen su tratamiento mediante modificaciones en el estilo de vida, con énfasis en el ejercicio físico, antes de prescribir fármacos. Se sugiere un periodo de adaptación de tres a seis meses dedicado a la incorporación de actividad física regular, cambios dietéticos y control del estrés.

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El Colegio Americano de Cardiología y la Asociación Americana del Corazón priorizan la actividad física en la secuencia terapéutica contra la hipertensión (Imagen Ilustrativa Infobae)

La solidez de las nuevas guías se apoya en investigaciones que demuestran que tanto las actividades aeróbicas como opciones de baja intensidad reducen el nivel de presión arterial. Así, prácticas como el yoga o el Tai Chi se presentan como alternativas válidas y accesibles para una población diversa.

Impacto global sobre los factores de riesgo cardiovascular

Un aporte central de Linda Pescatello —profesora distinguida experta en ejercicio y salud— radica en visibilizar la hipertensión como el factor modificable más común dentro de las enfermedades cardiovasculares.

Según la especialista, más del 70% de los adultos hipertensos presentan complicaciones metabólicas, como el sobrepeso, la diabetes o la dislipidemia. Pescatello enfatiza que el movimiento estructurado beneficia a este conjunto de condiciones, ya que los factores de riesgo cardiovascular tienden a presentarse agrupados.

Expertos subrayan la relación entre hipertensión, obesidad, diabetes y dislipidemia, y señalan que el ejercicio beneficia todos estos factores de riesgo cardiovascular (Imagen Ilustrativa Infobae)

Esta articulación entre problemas de salud interrelacionados fundamenta la recomendación de priorizar el ejercicio como una solución integral para múltiples amenazas crónicas más allá de la presión arterial, lo que exige un enfoque holístico en la atención clínica.

Efectos inmediatos y motivación para la adherencia

Las investigaciones recientes lideradas por Pescatello han evidenciado un dato motivador: las sesiones de actividad física estructurada logran reducciones en la presión arterial que se mantienen durante 24 horas.

Los días activos arrojan valores más bajos que los días sedentarios, lo que permite a los pacientes experimentar resultados tangibles tras cada práctica.

Las recomendaciones médicas destacan que los cambios en el estilo de vida, incluyendo el ejercicio y la dieta, deben anteceder a la prescripción de fármacos en pacientes con bajo riesgo (Imagen Ilustrativa Infobae)

La posibilidad de comprobar mejoras inmediatas favorece la continuidad de la rutina, pues refuerza la percepción de utilidad personal y empodera a quienes buscan controlar su salud sin depender exclusivamente de medicamentos.

Diversidad de ejercicios: amplitud de opciones y personalización

La eficacia en la reducción de la presión arterial no se limita a un modelo único de entrenamiento. Las nuevas guías describen beneficios en múltiples disciplinas: el ejercicio aeróbico tradicional, la resistencia dinámica, la actividad neuromotora y los ejercicios de resistencia isométrica —como el agarre de mano o las sentadillas contra la pared—.

Según Pescatello, “todos los tipos de movimiento funcionan” en el control de la presión arterial. Este abanico posibilita adaptar la recomendación profesional al perfil, preferencia y capacidades de cada persona.

Sesiones de ejercicio físico muestran efectos inmediatos al disminuir la presión arterial durante 24 horas, incentivando la adherencia del paciente a la rutina (Imagen Ilustrativa Infobae)

El valor de esta estrategia reside en respetar las diferencias individuales sin restringir la variedad. Incluso ejercicios menos convencionales, de menor intensidad, han demostrado beneficios, lo que facilita la inclusión de pacientes con distintas condiciones físicas.

Innovación en la adherencia: rutinas multicomponente

Uno de los principales retos en la implementación de estos lineamientos es la adherencia sostenida a las rutinas. La falta de tiempo suele ser el mayor obstáculo.

Las actividades multicomponente, como el yoga y el Tai Chi, ofrecen una solución práctica al combinar, en una sola rutina, ejercicios de equilibrio, flexibilidad, resistencia y, en algunos casos, componente aeróbico. La clave para sostener la práctica es elegir actividades placenteras, pues el disfrute aumenta la persistencia.

Investigaciones recientes muestran que yoga, Tai Chi y actividades aeróbicas pueden reducir eficazmente los niveles de presión arterial en adultos hipertensos (Imagen Ilustrativa Infobae)

La personalización de los programas y el estímulo constante del equipo médico se presentan como herramientas eficaces para asegurar el compromiso continuo de los pacientes.

Nuevo rol del equipo médico en la prescripción del ejercicio

En línea con este cambio de paradigma, las guías estadounidenses hacen especial hincapié en la integración de perfiles especializados, como fisioterapeutas expertos en actividad física, en el equipo de atención junto a médicos, enfermeros y farmacéuticos.

El objetivo es garantizar una prescripción precisa y un acompañamiento que favorezca la adecuación y el seguimiento. Este abordaje pone por delante la intervención sobre el estilo de vida y solo recurre a la medicación tras agotar las alternativas no farmacológicas.

Esta orientación sitúa al ejercicio físico estructurado como fundamento del tratamiento contemporáneo de la hipertensión, consolidando su papel como pilar en la prevención y el control a largo plazo de las complicaciones cardiovasculares.

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