Perú continúa enfrentando una realidad que persiste año tras años: el 43,7% de los niños entre 6 meses y 3 años, padecen de anemia; es decir, 4 de cada 10 niños menores de tres años viven con esta condición, según cifras oficiales. En regiones como Puno, la prevalencia es de 53.1%. Estas cifras revelan que no es solo un problema de salud pública, sino una amenaza para el desarrollo social y económico del país.
Aunque en la última década se han registrado avances, la anemia sigue afectando el desarrollo cognitivo y físico de miles de niños, limitando sus oportunidades futuras. Estudios económicos señalan que esta condición puede generar pérdidas de hasta 0,7% del Producto Bruto Interno del Perú (PBI), debido a su impacto en la productividad laboral y en los costos del sistema de salud.
El desafío para el 2026 será intensificar las intervenciones que permitan revertir esta tendencia. La detección temprana, la reducción de la desnutrición crónica, la promoción de prácticas alimentarias adecuadas y el acceso a agua y saneamiento, continúan siendo tareas pendientes que requieren mayor inversión y articulación.
En este esfuerzo, la industria farmacéutica cumple un rol clave. Nuestro aporte no solo se refleja en asegurar la disponibilidad de tratamientos y suplementos de hierro necesarios para combatir la anemia de manera eficaz y segura, sino también en trabajar directamente en las zonas más vulnerables. Desde nuestra experiencia, hemos fortalecido programas que acercan la atención de salud a zonas donde la anemia persiste con mayor fuerza y donde la adherencia al tratamiento es un reto.
Un ejemplo de ello es el programa “Futuro de Hierro”, que impulsa Laboratorios Elifarma junto a Cáritas Lima. Gracias a esta iniciativa, más de 470 niños menores de 11 años de Cieneguilla y Chorrillos han recibido consultas pediátricas integrales con un foco especial en el despistaje de anemia. En estas zonas, el 43.8% de los menores de cinco años presenta esta condición, lo que evidencia la urgencia de reforzar las intervenciones y ampliar las estrategias de prevención en estos territorios.
De cara al próximo año, será fundamental que las autoridades del sector incluyan en sus iniciativas acciones de concientización dirigidas a los padres. Es crucial diseñar campañas que ayuden a las familias a comprender que la anemia es una condición limitante y silenciosa, y que superarla requiere la adherencia al tratamiento de sus hijos, así como un seguimiento especializado para reducir su impacto. Solo así se podrá lograr una participación verdaderamente comprometida de los padres, convirtiéndolos en actores clave para el desarrollo pleno de la niñez.
En esa misma línea de acercar los servicios a las familias, otra alternativa viable es reforzar los mecanismos de búsqueda activa de casos, a través de jornadas de despistaje, seguimiento y control en el propio entorno de las familias, tomando como referencia el modelo de visitas a domicilio implementado durante las campañas de vacunación y otros programas de salud pública. Este enfoque territorial, aplicado de manera focalizada en las zonas con mayor incidencia, permitiría reducir barreras de acceso, mejorar la detección temprana y asegurar la continuidad del tratamiento, contribuyendo a un control más efectivo de la anemia.
Reducir la anemia infantil en Perú es una tarea que requiere coordinación entre el Estado, el sector privado y las organizaciones sociales. Solo con un trabajo articulado será posible cerrar brechas y garantizar un desarrollo adecuado para la niñez.
Como actor del sector salud, creo firmemente que ningún niño debe crecer limitado por una condición prevenible y tratable como la anemia. Por ello, continuaremos trabajando, de manera articulada, acciones que contribuyan a que el 2026 sea un año decisivo en su reducción y permita asegurar mejores oportunidades para los niños del Perú.