
Bajo la presidencia de Javier Milei, Argentina se enfrenta a una encrucijada que puede definir su futuro, no sólo en el ámbito tecnológico, sino también en el de los grandes mercados. La posibilidad de que el país se integre al mundo de la Inteligencia Artificial (IA) es un horizonte que muchos han comenzado a vislumbrar, y que el propio presidente ha mencionado varias veces como un norte hacia el cual aspira. Sin embargo, ¿estamos realmente listos para aprovechar esta oportunidad? La respuesta no es sencilla y requiere, como suele suceder, un análisis profundo.
Desde los primeros días de la IA, el desarrollo de esta tecnología ha sido un largo y sinuoso viaje lleno de avances y retrocesos. Incluso se ha hablado de inviernos y de primaveras de esta revolución ya no tan silenciosa. No obstante, en los últimos años, especialmente después de la irrupción de herramientas como ChatGPT, el debate sobre su regulación se ha intensificado. Mientras que países como los Estados Unidos de América y China avanzan sin una normativa estricta que frene su desarrollo -aunque con ideologías claramente distintas-, la Unión Europea, tras la aprobación de la AI Act o Reglamento de IA, ha buscado establecer un marco regulatorio que, aunque ciertamente ambicioso, parece haber quedado desactualizado antes siquiera de su entrada en vigor.
Argentina, en este contexto, ha perdido un tiempo valioso en la discusión sobre la IA. El país tiene la oportunidad de convertirse en un polo tecnológico, pero para ello necesita una normativa que facilite el desarrollo de tecnologías innovadoras, a la par que también invite a las inversiones extranjeras y fomente la capacitación de talentos locales. ¿Cuántos trenes se perdió ya nuestro país? No podemos darnos ese lujo otra vez, menos cuando la mesa de debate sobre la IA definirá gran parte de la década que se viene.
Las discusiones sobre propiedad intelectual, patentes e IA son fundamentales en este escenario. La reciente publicación del Índice Internacional de Derechos de Propiedad (IPRI) 2024, presentado en el mes de octubre de 2024 en un evento co-organizado por la Property Rights Alliance (PRA), la Fundación Libertad y la Universidad Austral, resalta las falencias del sistema argentino en comparación con otros países de la región. Este índice, que desde hace varios años mide los derechos de propiedad en más de 125 países, vino acompañado de un interesante caso de estudio elaborado por Lucas Lehtinen, donde se explicitó que alinear las regulaciones de patentes con los estándares globales no es algo que pueda ser subestimarse. La situación de Argentina en el contexto de la protección de la propiedad intelectual, tal como se detalla en el mencionado índice, revelaría que las protecciones sólidas de propiedad intelectual son vitales para fomentar, por ejemplo, la innovación en el sector farmacéutico del país. Las estrictas regulaciones de patentes habrían tenido un impacto negativo en la innovación farmacéutica, lo que subrayaría la necesidad de contar con un marco regulatorio que garantice la competitividad en el mercado. La disminución en las solicitudes de patentes pone de relieve la necesidad crítica de leyes de propiedad intelectual efectivas que respalden la innovación y permitan, asimismo, un entorno más equitativo para el desarrollo farmacéutico y de los distintos jugadores vinculados.
De cualquier forma, no se trata de desproteger la propiedad intelectual. Todo lo contrario: se trata de crear un marco que promueva el crecimiento económico y la innovación. Y ahí es donde entra la IA, en otro reciente caso de estudio vinculado, en el cual se discute el rol de la IA como inventora, y la posibilidad de que la misma impulse la investigación y la innovación, desafiando el marco tradicional del derecho de patentes, especialmente en lo que respecta al estándar de paso inventivo. El estudio enfatiza que se debe reconocer el papel de la IA dentro de los sistemas de patentes actuales sin requerir reformas legislativas significativas, dado que las innovaciones asistidas por IA aún dependen de la investigación guiada por humanos y del enmarcado de problemas. Es ahí donde nuestro país tiene la posibilidad de ponerse a la vanguardia de este debate.
Si Argentina no actúa, corre el riesgo de quedar atrapada en un ciclo de estancamiento, donde la falta de incentivos a la innovación se convierta en una carga para la economía en general. El momento de actuar es ahora. La combinación de la IA y un sistema de patentes revisado podría catapultar a Argentina hacia un futuro más próspero e innovador, donde podamos competir en el escenario global y no quedarnos relegados a un segundo plano. Es hora de que la política tome el liderazgo y trabaje de la mano con el sector tecnológico para construir un país que no solamente se suba al tren de la IA, sino que lo lidere.
El autor es director de Investigaciones Jurídicas de Fundación Libertad
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