Verano del 74: causas y consecuencias de la caída de los gobiernos de Buenos Aires y Córdoba

Tras 18 largos años de exilio, el regreso del General Perón al país y al gobierno despertó esperanzas en amplios sectores de la sociedad. Sin embargo pronto el panorama se ensombreció

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Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano
Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano

El verano argentino de 1974 tenía a Juan Domingo Perón como presidente por tercera vez, después de su contundente triunfo en las urnas en septiembre de 1973. Tras 18 largos años de exilio, el regreso del General al país y al gobierno despertó esperanzas en amplios sectores de la sociedad. Sin embargo, lo que debió ser un verano festivo se vio empañado por la pelea entre los sectores sindicales y ortodoxos del peronismo, de un lado, y la llamada Tendencia Revolucionaria de dicho movimiento, que se manifestó simultáneamente en varias provincias, Buenos Aires y Córdoba, entre otras.

“Cuando el ERP tomó el Regimiento de Azul, Perón echó por televisión a (Oscar) Bidegain, el gobernador de Buenos Aires”, recuerda el dirigente político y deportivo Juan De Stéfano.

Bidegain en La Provincia de Buenos Aires

Luego del regreso de Perón al país en 1972 y el llamado de la dictadura a elecciones, comenzaron a perfilarse las candidaturas nacionales y provinciales para los comicios de marzo de 1973. Héctor Cámpora fue designado candidato presidencial por el PJ con Vicente Solano Lima como compañero de fórmula. En las candidaturas provinciales surgieron conflictos internos dentro del movimiento peronista. Juan Manuel Abal Medina, entonces secretario general del Movimiento Peronista, fue el intermediario entre los distintos sectores para que, en el clima de mayor paz posible, acataran las directivas del Consejo Superior Peronista.

Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina
Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina

Si bien en algunas provincias no hubo desorden ni conflicto, Buenos Aires no tuvo esa suerte. Allí, el sector sindical impulsó la fórmula del conservador rosista Manuel Anchorena y el metalúrgico Luis Guerrero, que fueron impugnados por Perón. Pero el congreso provincial peronista, desoyendo las órdenes de Abal Medina, los designó como candidatos. Abal expulsó a Anchorena y a Guerrero y designó a Oscar Bidegain para la gobernación y a Victorio Calabró, de la UOM, como su vice. Bidegain no era un hombre de izquierda, sino más bien conservador y ligado al nacionalismo. Había sido jefe de la bancada peronista en la Cámara de Diputados en los 50 y preso político durante la resistencia. Por su parte, Calabró pertenecía a la UOM, pero no respondía ni a José Rucci ni a Lorenzo Miguel. “Cuando cayó en desgracia la figura del metalúrgico Guerrero, se supo mover rápido e integró la nueva fórmula peronista”, explica Abal Medina.

En las elecciones del 25 de mayo de 1973, el peronismo ganó tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires. Pero el clima triunfalista duró poco, porque ese mismo día explotó la interna provincial, mientras Bidegain hablaba desde los balcones de la Casa de Gobierno de La Plata y era ovacionado por la JP. El “Tano” Calabró fue abucheado y se produjeron enfrentamientos entre la JP y el sector sindical al que él pertenecía. En nombre de la CGT, Calabró pidió varios ministerios, pero el nuevo gobernador se lo negó. Fue así como empezó un conflicto sin retorno entre ambos sectores.

Bidegain designó en su gabinete a algunos importantes referentes históricos, como su ministro de gobierno Manuel Urriza o Roberto Pettinato como director carcelario. Pero también se dejó entornar por elementos allegados a la Tendencia.

El gobernador de Buenos Aires Oscar Bidegain
El gobernador de Buenos Aires Oscar Bidegain

Al estallar las discrepancias, Perón le solicitó a Bidegain cambios en el gabinete, y ello en numerosas oportunidades. Ambos mantenían una relación muy estrecha y, según señala Abal Medina, si Cámpora no hubiese sido el candidato presidencial, ese lugar habría sido para Bidegain. Por eso, nunca quedó claro por qué el gobernador desoyó el pedido de cambios que le sugería el presidente Perón. Calabró aprovechó estos errores y aseguró que la gobernación estaba llena de funcionarios marxistas. Bidegain negó la acusación porque entendía que su vice quería su lugar a cualquier precio. Lorenzo Miguel conocía bien a Calabró porque ambos eran parte del mismo gremio, pero no tenían una buena relación. Miguel le pidió a Bidegain que no cayera en la trampa y que le diera lugares en su gobierno a sindicalistas anti Calabró.

La caída

El 19 de enero de 1974, en pleno verano peronista, la Guarnición Militar de Azul, ciudad en la que Bidegain había nacido, fue atacada por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El gobernador se dirigió a la guarnición para reunirse con las autoridades militares y visitar a los heridos en el Hospital Pintos. Al día siguiente, Perón dio un discurso en el que aseguró: “No es casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ello obedece a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería peor, si mediara como se sospecha, una tolerancia culposa”.

Esa misma noche, Bidegain le informó a su ministro Urriza que renunciaría a la gobernación de Buenos Aires y reunió a su gabinete, a quien le comunicó la decisión tomada y recalcó su lealtad al General. Solano Lima lo llamó, le pidió que no tomase ninguna decisión y lo convocó para una reunión urgente en su casa para comunicarle un mensaje de Perón.

La condena de Perón en la tapa de Clarín
La condena de Perón en la tapa de Clarín

Pero el martes 22 de enero, el ministro de interior, Benito Llambí, convocó al gobernador a una reunión en la Casa Rosada para pedirle que renunciara. El mandato llegaba a su fin. Solano Lima le confirmó a Urriza el pedido de renuncia al gobernador. “Dígale a Bidegain que se ve que el General anoche ha cambiado de idea”, confirmó el vicepresidente.

“Bidegain se equivocó porque le coparon la gobernación los montoneros”, asegura Juan De Stéfano, sindicalista de la UOM. “Cuando se tomó el Regimiento de Azul, Perón lo echó por televisión”, explica, en referencia al duro discurso presidencial. Y revela un hecho desconocido. Paradójicamente, en la flamante interna peronista, la solución la dio el dirigente radical Ricardo Balbín, quien le pidió a Perón que la gobernación no fuese intervenida. Finalmente, Calabró asumió el 24 de enero de 1974. “Perón no nos quería dar la gobernación porque éramos dirigentes gremiales. Nos la dio por recomendación de Balbín”, agrega De Stéfano, secretario general de la Gobernación de Buenos Aires durante la gestión de Calabró.

A la semana del ataque, el gobernador bonaerense Bidegain debió renunciar
A la semana del ataque, el gobernador bonaerense Bidegain debió renunciar

El caso de Córdoba con Obregón Cano

En la provincia de Córdoba también ganó el justicialismo la gobernación en 1973. La dupla Ricardo Obregón Cano y Atlio López se impuso previamente a los representantes del sindicalismo Julio Antún-Alejo Simó, luego de una disputa interna. El sector ortodoxo del movimiento estaba encabezado por el molinero Bernabé Barcena, el metalúrgico Alejo Simo, sumados a políticos peronistas tradicionales como Lily de la Vega de Malvasio y Raúl Bercovich Rodríguez, entre otras destacadas figuras. Durante años, todos ellos junto a Obregón lucharon por el mismo objetivo: la vuelta del justicialismo al poder.

Ricardo Obregón Cano
Ricardo Obregón Cano

Pero la marea política de la argentina del 73 los llevó a un enfrentamiento sin salida, a pesar de los esfuerzos por superarlos de Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Abal Medina y José Rucci.

Córdoba era una provincia convulsionada y el gobernador se vio perjudicado por los enfrentamientos sindicales. El vicegobernador, López, era aliado de Tosco y mantenía un enfrentamiento con Rucci, “que nunca pudieron zanjar”, cuenta Abal Medina. “Obregón no era de izquierda, él había sido vandorista. No era el candidato de la Tendencia, el candidato de los montoneros era Chiche Montes”, explica. “Aquello hizo explotar todo y se llevó puesto a Ricardo Obregón, que fue mi amigo hasta el último día”, recuerda Abal Medina.

Isabel y Juan Perón junto a Victorio Calabró, ya como sucesor de Bidegain
Isabel y Juan Perón junto a Victorio Calabró, ya como sucesor de Bidegain

El Navarrazo

El 27 de febrero de 1974, el jefe de policía Antonio Navarro, en alianza con sectores ortodoxos del peronismo anti Obregón, se alzó contra el gobernador. Paradójicamente, el jefe policía había sido nombrado por el gobernador por sugerencia de la Tendencia Revolucionaria. Obregón destituyó de su cargo a Navarro, que se negó a entregar el mando y detuvo al gobernador y su vice, trasladados a la sede del Comando Radioeléctrico de la Policía. Un numeroso grupo de 80 dirigentes y funcionarios también fueron detenidos. “El que le hizo el golpe a Obregón fue Navarro, puesto por los montoneros, no por los ortodoxos”, relata Abal Medina. El presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Mario Dante Agodino, asumió como gobernador y liberó a Obregón Cano y a López, que viajaron a Buenos Aires para reunirse con Perón. Fueron recibidos por el ministro del interior, Benito Llambí, dado que el líder justicialista se negó a hacerlo. Obregón y López ofrecieron a Llambí sus renuncias, bajo la condición de que Perón nombrase a un hombre ajeno a las disputas. Más allá del conflicto interno, el General tomó el pedido de Obregón Cano y el 15 de marzo designó como interventor federal de la provincia mediterránea a Duilio Brunello, vicepresidente del PJ nacional y hombre cercano al ministro de Economía José Gelbard.

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La recapacitación

El enfrentamiento entre las distintas vertientes del peronismo de la década del 70 dio como resultado final el derrocamiento del gobierno democrático de Isabel Perón en 1976. Como consecuencia del golpe de Estado, el justicialismo sufrió una persecución y una represión cuyas consecuencias perduran hasta hoy. En aquellos años oscuros de la dictadura, ambos sectores se reencontraron en los pabellones de las cárceles argentinas, porque los militares no distinguían entre peronistas ortodoxos o combativos. Allí, finalmente, quizás entendieron la legendaria frase de su líder: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”.