El romanticismo penal, ¿una ventaja del crimen organizado?

El sistema debate si considerar, tratar y gestionar la vida de un determinado tipo de internos en función del riesgo que representan es estigmatizante. En tanto, la sociedad permanece desprotegida

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El patio del penal de Devoto.
El patio del penal de Devoto.

El viernes 20, en la vieja cárcel de Devoto, un preso que salía al patio, gritó: “se les fue uno del – pabellón – once y ustedes durmieron”. La fuga que recién ahí fue advertida por los penitenciarios del Complejo Federal de la Ciudad de Buenos Aires no fue una más, fue el detonante de un sistema que no funciona y que como era previsible, quedó expuesto de manera brutal.

El jefe de sicarios o para expresarlo en términos reales, el integrante que mayor efectividad ha demostrado en asesinar gente o en planificar, ordenar y supervisar el sicariato, de la organización narco criminal más grande de nuestro país, la que lidera el rosarino Esteban Lindor Alvarado, había desaparecido literalmente del pabellón. El caso ha colocado en agenda, nuevamente la seguridad penitenciaria.

Entre las diatribas propias de pensadores nórdicos, el sistema debate si considerar, tratar y gestionar la vida de un determinado tipo de internos en función del riesgo que representan es estigmatizante, ellos, los que integran el selecto y peligroso grupo de delincuentes organizados, deciden, cómo, cuándo y desde dónde, forzar su retorno a la sociedad a través de fugas o evasiones. En tanto la sociedad, permanece desprotegida.

Cuestión de riesgo

Hasta hace unos años, las cárceles federales, estaban categorizadas por niveles de riesgo para alojar en ellas a internos con determinadas características criminológicas.

La intervención que sufrió el Servicio Penitenciario Federal (SPF), producto de sus sesgos ideológicos, en principio dejo de aplicar este método actuarial y las unidades, por un tiempo fueron el escenario donde presos de distintos segmentos securitarios, compartieron espacios de alojamiento, sin criterios de seguridad pública. Una fuente calificada que transita los pasillos de la “tumba” reitera como un axioma “si en la cárcel hay algo que no es un derecho, es la igualdad”, pues no todos los internos son iguales y de ahí, la necesaria clasificación y categorización por riesgos.

Algunos presos, los que registran un elevado nivel de riesgo, demuestran haber aprovechado la ventaja que significó esa temprana ignorancia sobre un terreno resbaloso, escarpado y difícil de transitar que cuentan los viejos “tumberos”, resultan ser las cárceles.

El Complejo Penitenciario Federal C.A.B.A., en la lógica de la segmentación por riesgos, fue calificada como establecimiento Penitenciario Categoría “C”, traducido, es un ámbito que no aplica para alojar internos con condenas en expectativa de mas de diez años de prisión.

Mauricio Jesús Laferrara, alias “El Caníbal”, quien desapareció el pasado viernes del Pabellón 11 del penal de Devoto, entre varias causas, registraba al menos una condena a prisión perpetua, motivo mas que suficiente para no haber estado en esta cárcel.

Mauricio Jesús Laferrara, alias “El Caníbal”, condenado dos veces a prisión perpetua como jefe de sicarios del capo narco rosarino Esteban Lindor Alvarado, desapareció del Pabellón 11 del penal de Devoto.
Mauricio Jesús Laferrara, alias “El Caníbal”, condenado dos veces a prisión perpetua como jefe de sicarios del capo narco rosarino Esteban Lindor Alvarado, desapareció del Pabellón 11 del penal de Devoto.

El descargo oficial, da cuenta de una orden judicial que determinaba allí su alojamiento, dato parcialmente cierto. El juzgado nunca ordeno que Laferrara se alojara en dicha unidad, sino que puso a consideración del SPF lo que sugería su defensa. Y el SPF aceptó sin considerar que tal acto, incubaba el desenlace que el viernes 20 tomo estado público. Fue la historia de una fuga anunciada.

Pero hay más. Devoto, en tanto fue, establecimiento categoría “C”, no solo denegaba admisión a los internos ya mencionados (con elevadas condenas de prisión), sino que tampoco podía alojar a internos integrantes o miembros de estructuras delictivas de carácter complejo del crimen organizado. Laferrara sumaba, a sus largas condenas, esta segunda cualidad en tanto parte, de la banda de Esteban Lindor Alvarado, la única estructura delictiva que supera cualitativamente a la denominada banda de los monos, con la cual además, rivaliza y confronta.

Nadie lo advirtió. El sistema no tuvo posibilidad de reaccionar ni siquiera después de que Esteban Lindor Alvarado, fracasara en su escandaloso intento de ser rescatado de las entrañas del Complejo Penitenciario Federal Uno de Ezeiza; corría el mes de marzo de este año.

Ex post de la frustrada intentona, todos los integrantes de su banda, fueron reagrupados con extremas medidas de seguridad en establecimientos con la complejidad necesaria para abortar cualquier intento que los acercara a la libertad de manera extrajudicial. Laferrara fue la excepción y siguió estando alojado en el mismo lugar desde el que literalmente, seis meses después, desapareció.

Impericia o negligencia

Desde esta columna hemos señalado en varias oportunidades, que la intervención del SPF, ha tomado decisiones con fundamentos que no encuentran lógica en el marco de la realidad criminal que hoy sacude a nuestro país, colocando a la institución penitenciaria (a pesar de la abnegada labor de la inmensa mayoría de sus integrantes) en aparente rol de facilitador de acciones ligadas a la actividad criminal desde el contexto carcelario. Múltiples investigaciones judiciales respaldan lo dicho.

La categorización y la clasificación inicial por riesgos fue en principio dejada de aplicar en los hechos, más allá que, la reglamentación aún está vigente; este constituyo uno de los primeros y principales errores, el caso Laferrara es solo una evidencia más de ello.

También despreció la inteligencia penitenciaria, determinando en sus primeros días, el cese de sus funciones hasta el año 2022. Su nueva puesta en valor, obedeció a reclamos formalmente efectuados por actores estatales, vinculados a la investigación de hechos delictivos producto de la criminalidad organizada que, encontraban su gestación (en una abrumadora cantidad de casos registrados) en el interior de las prisiones.

La falta de una actividad prospectiva y de inteligencia Penitenciaria, facilitó el accionar delictivo, no solo en la cárcel sino también desde la cárcel con seria afectación a la seguridad pública.

Si bien es cierto que este mes, la intervención Penitenciaria cesó formalmente, entregando la gestión del S.P.F. a un funcionario de carrera, después de 16 años al mando de personas ajenas a la institución, las consecuencias de las fallas estratégicas de los últimos años pueden seguir generando hechos como el de este sicario, apodado “canibal”.

Como bien dice esta fuente penitenciaria, demasiado tiempo sin ver en las sombras. Tornar hacia un esquema que neutralice estos fallos será un desafío de la nueva gestión.