Cómo prepararnos para la medicina del futuro

Mariano Giménez

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El ejercicio profesional de la medicina cambió de manera vertiginosa. Con otros sentidos, abordamos hoy las enfermedades y su prevención. Con otras herramientas, contextualizamos un problema, y distinguimos los pasos a seguir. Con otras habilidades, disminuimos la angustia de nuestros pacientes y les mostramos límites y oportunidades de acuerdo con diagnósticos cada vez más certeros y oportunos.

El inicio de este siglo trajo aparejada una nueva forma de trabajar, que continuamente vemos contrastada con un ejercicio antiguo de la medicina, que ya no responde a las necesidades de la población, de acuerdo con el entorno tecnológico que hoy tenemos para prevenir las enfermedades y abordar una patología específica.

Tomemos el caso de las ablaciones tumorales en el hígado. Durante años y aun hoy, el mejor tratamiento para tratar los tumores en el hígado es la cirugía. Hace un tiempo, sin embargo, comenzó a utilizarse un tratamiento con pequeñas agujas colocadas a través de la piel, mediante la guia de imágenes (en especial ecografía o tomografía) y conectadas a aparatos computarizados que producen la destrucción tumoral (radiofrecuencia, electroforación irreversible y microondas).

Con los modernos equipos existentes de ablación, la calidad de las imágenes para detectar estos tumores cuando son pequeños, y los nuevos sistemas de navegación, que permiten guiar la aguja al centro del tumor bajo guías ópticas o electromagnéticas, se ha logrado tener resultados similares que los conseguidos con la resección quirúrgica con menores complicaciones para el paciente, que en 24 horas ya recibe el alta hospitalaria.

Con la incorporación de tecnología no deshumanizamos la medicina, si nuestro foco principal en el ejercicio profesional sigue estando en el paciente y la resolución de su enfermedad. La tecnología hoy permite realizar una terapéutica personalizada, a la medida de cada persona. Dejamos de hablar del tratamiento de tal enfermedad para pasar a hablar y actuar en consecuencia del tratamiento de un tipo específico de patología en un determinado paciente.

En este escenario, la actualización médica permanente resulta sumamente relevante, aunque no suficiente. El criterio médico formado en la interdisciplina se convirtió hoy en un activo primordial. En otras palabras, debemos trabajar juntos centrados en el paciente, y no en las respectivas especialidades.

Trabajar interdisciplinariamente no debe confundirse con lo que se conoció en medicina como la multidisciplina. Aunque su nombre indica que se debería abandonar las visiones únicas sobre un tema para construir una visión múltiple sobre el problema a abordar, nos vimos en la necesidad de generar un nuevo concepto: la interdisciplina.

Trabajar desde la multidisciplina en medicina, en mi opinión, llevó a trabajar sin conexión entre los distintos profesionales, cada uno pensando que su mirada era la única y mejor para tratar al paciente. La visión se transforma en múltiple por el tipo de conexión que tenemos entre lo profesionales involucrados. Si nos escuchamos, si tratamos de entender el punto de vista del otro para diseñar juntos un abordaje interdisciplinario centrado en el paciente y no en el médico, el punto de partida es claramente superior.

En este Día del Médico hago votos para que sigamos reinventándonos en función de nuestros pacientes, y sacando máximo provecho de las posibilidades tecnológicas y humanas que hoy tenemos disponibles. Conectados con los otros, sin miedos, generando una genuina comunidad médica para afrontar los nuevos desafíos.

El autor es profesor titular de Cirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, jefe de cátedra en la Universidad de Estrasburgo, Francia y director de la Fundación DAICIM, que brinda capacitación gratuita a profesionales, sin fines de lucro.