Feria del Libro: manifestantes y reivindicación del rol del intelectual

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"Vos no me vas a enseñar a mí lo que es la democracia, irrespetuoso e irresponsable", fueron las últimas palabras en el escenario del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, antes de abandonar el micrófono en el atril y él mismo el lugar de los hechos. Nunca una inauguración de un evento cultural había comenzado de este modo y con las palabras sorprendentes de un miembro del gabinete nacional del Gobierno de Mauricio Macri. Quizás sea la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires, la más grande de la región, que más se recordará en años, ya que no solo abrió las actividades del encuentro cultural, sino que se convirtió en un acontecimiento político. Un acontecimiento se produce cuando el continuum de la vida política general se ve interrumpida por un hecho político que, por sus características, permite perfilar con mayor claridad sus componentes, sus contradicciones y sus protagonistas. Se trata de un momento que traduce el estado de las cosas en acto y las permite analizar.

"A los fascistas de allá atrás…", había comenzado su discurso Avelluto, luego de que toda la sala escuchara con atención, emoción y aplausos el discurso de Claudia Piñeiro, que había comenzado su alocución recordando que ella también había cursado el profesorado de matemática en uno de los institutos de enseñanza de formación docente que quieren cerrar en la Ciudad de Buenos Aires. Una iniciativa que hasta Mariano Narodowski, primer ministro de Educación de la Ciudad bajo la gestión Macri, considera inviable por el cercenamiento de orientaciones, especialidades, personal y jerarquía profesoral. "A los fascistas de allá atrás", dijo Avelluto y señalaba a 130 manifestantes, estudiantes y docentes de esos institutos, que reclamaban en la feria, ya que en estos dos meses de protestas, reclamos y marchas (la última convocó a 15 mil manifestantes) no fueron recibidos ni una vez por la ministra Soledad Acuña y mucho menos por Horacio Rodríguez Larreta. "A los fascistas de allá atrás" comenzó Avelluto y así obturó el diálogo que había comenzado Piñeiro con los manifestantes.

Lo que Piñeiro había logrado no lo pudieron hacer ni Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la Ciudad (y que había sido desplazado del ministerio nacional por el propio Avelluto), que se quedó en silencio antes de bajar del escenario para no volver a subir. Y con su actitud patoteril, que concluyó con el "Vos no me vas a enseñar a mí lo que es la democracia, irrespetuoso e irresponsable" de Avelluto, el Gobierno nacional mostró una vez más su rostro esquivo al diálogo, al compromiso, a la reversión de las medidas antipopulares que realiza, su ensimismamiento basado en "aquella mayoría silenciosa" que es la que no protagoniza la vida social en general, en la indiferencia a los actores sociales que la construyen día a día.

Luego, la desorientación de un gobierno sordo. Una serie de operaciones políticas que incluyeron el ataque directo a los manifestantes, cuyo cénit tuvo lugar en las páginas de un diario que expuso sus rostros, sus nombres y sus apellidos como si fueran delincuentes probos y los calificó como "los jóvenes activistas que habían provocado incidentes", cuando se trata de estudiantes y docentes realizando un reclamo a las autoridades que no los quieren escuchar, y también ataques a la escritora Piñeiro, que supuestamente habría sostenido y alentado esa protesta, como si, si hubiera sido así el caso, hubiera sido incorrecto. Marcos Novaro, que se convirtió en un vocero oficioso del poder, ya sea actuando como amanuense de la "autobiografía" de Héctor Magnetto o escribiendo un instant book sobre el caso Maldonado que solo es una operación contra los organismos de derechos humanos y su lucha), se despachó contra Piñeiro y su intervención.

El discurso de Piñeiro discurrió, en su parte central, sobre el rol del intelectual, es decir, el hombre y la mujer de la cultura que intervienen en la cosa social. Bien podría haber estado en su escritorio, escribir de mañana sus novelas y sus cuentos, ensimismarse y ser feliz, pero el intelectual que no se nutre del estado de las cosas corre el riesgo de teclear palabras en una máquina de escribir de humo. Piñeiro citó el caso Dreyfus, el "J'acusse" de Émile Zola, citó a Altamirano para describir cómo el intelectual debía pronunciarse y denunciar a los poderes en su vida práctica; cuestión que la escritora estaba poniendo en acto en aquellos momentos, circunstancia que la aleja de cualquier acusación de demagogia.

La Feria del Libro continuará, la recorrerá otra vez más de un millón de personas, se comprarán y venderán libros, se realizarán conferencias del más diverso tipo. Pero su comienzo también la enmarca en lo que debería ser su cualidad: una tribuna de intervención pública, aquella que realizaron los estudiantes y los docentes y Piñeiro con su discurso inaugural. Los funcionarios Avogadro y Avelluto demostraron su incapacidad de intervenir en esa instancia, en una réplica de la actuación de su Gobierno. Lo más que hicieron fue decirles "fascistas" a los manifestantes. En un momento de su intervención, Piñeiro dijo: "No realizar gestos es también un gesto significativo", y se refería al Poder Ejecutivo Nacional. Esa jornada demostró el apotegma. Émile Zola hubiera estado orgulloso de Claudia Piñeiro.