Metrogas, entre el frío y la extorsión

Por Julio Bárbaro

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Hace días, muchos, y que con este frío parecen meses, un inspector de Metrogas, un general de la ONU, un representante del poder universal, de ese que con tanto talento Alejandro Borensztein define como un miembro del Club de los Malos, uno de esos nos tocó en desgracia para el consorcio.

El relato era de los buenos: "Una denuncia anónima de que había olor a gas". Dijo que era de una mujer; comenzaron las dudas. Consultando a otros elegidos por el club de Metrogas, tomé conciencia de que la denuncia era sólo una manera de invadir el edificio y sacar, en consecuencia, ganancias enormes de trabajos dirigidos por expertos formados en la misma universidad que uno que tiró los bolsos por encima del muro del convento.

Olor a gas no había, pero el poder universal cortó la calefacción y nos dejó el gas de la cocina y el agua caliente. Luego, consultando a las Naciones Unidas, este personaje tan mediocre como dictador y autoritario volvió a quitar el agua caliente. Mi vecino tiene 92 años; hay varios, muchos, arriba de los ochenta, y los gastos son enormes. Frío y extorsión económica, restos de alguna privatización que extendió su comercio a la explotación del sufrimiento humano.

Como lo denuncié por radio, me llamó un señor de esos anónimos que me dijo ser el jefe de relaciones públicas de Metrogas y que lo iban a apurar, no sé a qué: al arreglo o al cobro, a la denuncia o al negocio.

Aparecieron decenas de personas que me contaron la misma historia: edificios donde cobraban fortunas, empresas, inspectores, Metrogas, una cofradía que en lo peor del invierno iba a cortarle el gas a la gente en nombre de cuidar su salud. No imagino que en un país normal este tipo de extorsión a los ciudadanos funcione de manera parecida.

Muchos cuentan que les hicieron abrir un lugar de ventilación que luego todos taparon para no morirse de frío. Relatan que compraron calefones eléctricos, que duró meses, que, por encima del Parlamento, del Senado y Diputados, por sobre el poder de la democracia que supimos conseguir, por encima de todo ello está el inspector de Metrogas, que en verano veranea y cuando el invierno lastima, corta el gas para que la gente gaste en todo lo que le exigen sin que nadie pueda objetar ni el método ni la forma.

Muchos, los que tienen familia, se fueron del edificio. El portero nos consuela y dice que pronto nos conectan el agua para bañarnos en casa, cosa que Metrogas no está obligada a permitir, por autorización de las Naciones Unidas.

Veo a mis vecinos mayores deambular angustiados esperando que nos devuelvan el gas y me queda de sobra en claro que no están cuidando la salud ni la seguridad de nadie; están haciendo un negocio enorme en toda la ciudad con el cuento de cuidarnos.

Me pregunto si forman parte de una mafia o tan sólo de una sociedad rentable que, además, espera el frío para invadir hogares. Y me pregunto si cortarles el poder a estos nefastos personajes no será una manera de avanzar en la construcción de una democracia que respete a los ciudadanos.

Si contra el kirchnerismo no fuimos muchos los que luchamos, al menos que seamos los suficientes para limitar los daños de Metrogas. Eso espero, por el bien de la sociedad. Toda forma de autoritarismo es enemiga de la democracia. Yo ignoro si Metrogas deviene de la KGB o de la CIA, o en una de esas alcanza con limitar el poder de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), pero tengo necesidad de calefacción y agua caliente. Si tienen que revisar calderas, que lo hagan en verano; cuidar es lo contrario de dañar y esta gente nos está dañando a muchos, a demasiados.

 

@JulioBarbaro

 

El autor es politólogo y escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer. Es un referente dentro del peronismo.

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