El podcast de Ricardo Lorenzetti: cómo funciona la democracia ampliada del siglo XXI

El juez de la Corte Suprema analiza la transformación de la democracia contemporánea y explica por qué el sistema político del siglo XXI ya no puede pensarse solo desde los representantes electos, sino como un entramado descentralizado de instituciones, ciudadanía activa y conflictos

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En el Episodio 22 de El podcast de Ricardo Lorenzetti, el magistrado propone una lectura actualizada del funcionamiento democrático en un mundo atravesado por crisis múltiples y simultáneas. Inteligencia artificial, cambio climático, polarización política y fragmentación social aparecen, en el discurso público, como fenómenos aislados. Sin embargo, Lorenzetti plantea que todos forman parte de un mismo proceso: el fin de un ciclo histórico y la necesidad de repensar las reglas de la convivencia democrática.

“La democracia del siglo XX era una democracia concentrada en los representantes. La democracia del siglo XXI es una democracia descentralizada”, señala al inicio del episodio. Esa descentralización no implica la disolución del sistema democrático, sino su expansión. El debate político ya no se agota en los poderes ejecutivos ni en los partidos tradicionales: se despliega en Congresos más activos, poderes judiciales con un rol creciente y una ciudadanía organizada que interviene de manera directa en la definición de las agendas públicas.

Uno de los ejes centrales del episodio es el nuevo protagonismo de los Congresos, incluso en sistemas presidencialistas. Lorenzetti menciona casos recientes en distintos países donde los parlamentos no solo limitaron a los ejecutivos, sino que condicionaron o redefinieron decisiones clave. El Congreso deja de ser un actor pasivo para convertirse en un espacio central de disputa política, con capacidad real de incidir en la gobernabilidad.

A ese fenómeno se suma el rol de los poderes judiciales. Ya no se trata únicamente de tribunales que aplican la ley, sino de poderes judiciales activos en la protección de derechos fundamentales, sociales y ambientales. Esa intervención impacta de manera directa en las decisiones económicas y políticas, y redefine el equilibrio clásico entre los poderes del Estado. Para Lorenzetti, este proceso no es una anomalía, sino una consecuencia lógica de democracias más complejas y sociedades más demandantes.

El episodio también pone el foco en la ciudadanía del siglo XXI. Movimientos feministas, ambientales, laborales y sociales logran hoy instalar temas en la agenda pública con una legitimidad que muchas veces supera a la de los representantes electos. La democracia ya no funciona únicamente de arriba hacia abajo: es un sistema de circulación horizontal de demandas, relatos e identidades.

Frente a este escenario, Lorenzetti propone abandonar una concepción puramente procedimental de la democracia. Durante buena parte del siglo XX, la teoría democrática se concentró en las reglas: cómo se eligen los representantes, cómo se toman las decisiones, cómo se adjudican bienes y recursos. Ese enfoque, influido por autores como Hayek o Buchanan, partía de la idea de que los consensos sustantivos eran imposibles y que lo único viable era acordar procedimientos.

La experiencia del siglo XXI, sostiene Lorenzetti, muestra los límites de ese modelo. Una democracia basada solo en reglas termina delegando demasiado en el mercado y profundizando desigualdades. Por eso, plantea la necesidad de avanzar hacia una democracia reflexiva, capaz de organizar los conflictos en lugar de negarlos. Gobernar el caos no significa eliminar el disenso, sino promover el entrecruzamiento de posiciones distintas hasta construir consensos sociales más amplios.

Ese cambio exige también una redefinición del liderazgo político. El dirigente del siglo XXI no puede limitarse a ser un militante de verdades parciales ni a explotar los conflictos para ganar elecciones. Su tarea es organizar el debate, crear espacios institucionales de reflexión y favorecer el desgaste productivo de las posiciones extremas. El conflicto deja de ser un problema y se convierte en un insumo democrático.

Otro de los núcleos del episodio es la necesidad de repolitizar la democracia incorporando una idea sustantiva de justicia. Lorenzetti retoma aportes de John Rawls y Ronald Dworkin para explicar que los derechos individuales no pueden desarrollarse de manera aislada. Sin una articulación con los bienes colectivos, una sociedad se vuelve caótica e ingobernable. Libertad económica, propiedad privada e innovación deben coexistir con la protección del ambiente, la competencia, la igualdad real de oportunidades y la cohesión social.

En ese marco, el episodio introduce el concepto de “velo de ignorancia” como herramienta para el debate democrático. Pensar las reglas como si no supiéramos qué lugar vamos a ocupar en la sociedad permite discutir políticas públicas desde un estándar más justo y menos sectario. La democracia ampliada exige ese ejercicio permanente de reflexión colectiva.

Finalmente, Lorenzetti aborda una dimensión menos visible pero decisiva: la identidad. En un mundo globalizado y atravesado por identidades fragmentadas, la democracia no solo organiza el poder, también contribuye a construir un sentido común. Cuando las identidades nacionales se debilitan o se disuelven, el Estado pierde capacidad de gobernar y aumenta el riesgo de autoritarismos. Por eso, el episodio destaca la importancia de los valores constitucionales como base de una identidad compartida y de un nuevo contrato social.

Actualizar la democracia, concluye Lorenzetti, no implica abandonarla ni relativizarla. Implica ampliarla, hacerla más reflexiva, más justa y más capaz de integrar conflictos, derechos e identidades en sociedades cada vez más complejas. Un desafío central para sostener la gobernabilidad democrática en el siglo XXI.

Todos los lunes a las 9, un nuevo episodio de El podcast de Ricardo Lorenzetti en Infobae y Spotify.