Para Elsa, el contexto actual, atravesado por conflictos y disrupciones, hace que “la información actualizada y confiable sea cada vez más valiosa”. Su mirada pone el foco en anticipar escenarios, asesorar al cliente y transformar la incertidumbre global en decisiones operativas más eficientes.
Después de tantos años de trayectoria en logística internacional, ¿qué cambió más en tu forma de liderar?
Lo que más cambió tiene que ver con la descentralización del liderazgo y la delegación. En las pymes, y en muchas empresas en general, los propietarios empiezan haciendo un poco de todo, tomando todas las decisiones. A medida que la empresa crece, se vuelve necesario delegar funciones en personas de confianza, capacitadas y especializadas.
Esa delegación permite optimizar las tareas. Cuando todo queda en manos de una sola persona, es muy difícil que pueda hacer todo bien y que no se le escape nada. Con el tiempo, uno entiende que delegar es clave para que cada función esté en manos de quien realmente puede desarrollarla mejor.
¿Cómo fue para vos ese proceso de dejar de estar en el centro de todo?
No es fácil. Delegar implica soltar el control, y eso cuesta. Muchas veces tiene que ver con la cultura de la empresa, con sentir que esa cultura la tiene una sola persona. Con el tiempo aprendés que los valores pueden transmitirse y que hay personas que tienen las habilidades, el conocimiento y la formación para sostener esa cultura.
En logística internacional esto es muy marcado, porque es un sector altamente técnico. Es difícil que alguien sin formación específica pueda desempeñarse de manera eficaz y competitiva. Por eso es tan importante contar con profesionales capacitados y confiar en ellos para delegar.
La logística marítima, aérea y terrestre tienen dinámicas muy distintas. ¿Cómo se logra una visión integrada?
La clave está en el enfoque en el cliente. Cuando las personas se especializan solo en un tráfico, puede haber tensiones entre áreas. En cambio, cuando el foco está en el cliente y en su necesidad, eso desaparece.
El cliente puede necesitar transporte marítimo, aéreo o terrestre según los tiempos, los costos o la urgencia. El rol del asesor es aconsejarlo y buscar la mejor opción para su necesidad puntual. Entonces cada persona atiende al cliente de manera integral, no a un tráfico específico, y eso evita superposiciones o conflictos internos.
Las operaciones dependen mucho del capital humano. ¿Cómo se cuida al equipo cuando los tiempos y márgenes están al límite?
En logística los tiempos siempre apremian. La mercadería tiene que llegar en tiempo y forma, de acuerdo a la planificación del cliente, ya sea para producción, una feria o una necesidad puntual. Por eso la formación y la capacitación del personal son fundamentales.
También es clave la información. En logística siempre pueden aparecer cuellos de botella, pero lo importante es que el cliente esté informado. Con información precisa, el cliente puede tomar decisiones. Para eso usamos sistemas que permiten planificar mejor, informar con mayor exactitud y evitar la saturación de tareas. Hay que trabajar continuamente para que el flujo de información sea claro y fluido.
¿Hubo situaciones que hayan redefinido tu manera de ver la cadena logística?
Muchas. El comercio internacional es altamente volátil. Los embarques están afectados por factores geopolíticos, económicos, climáticos y estratégicos. Conflictos como el del Mar Rojo, la guerra entre Rusia y Ucrania o las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China generan desvíos, congestiones y demoras.
Todo eso hace que la información actualizada y confiable sea cada vez más valiosa. No siempre podemos influir en lo que sucede, pero sí podemos anticipar escenarios y ayudar al cliente a tomar decisiones, como adelantar compras o cambiar el modo de transporte. Informar de manera constante es una parte central de nuestro trabajo.
Pensando en el futuro, ¿qué transformación te gustaría ver en el sector logístico argentino?
Me gustaría ver un fuerte crecimiento de las exportaciones, especialmente de manufacturas con valor agregado. Un país sale adelante cuando logra exportar. Exportar genera un círculo virtuoso: más producción, más insumos, más empleo, más inversión y más divisas.
En Argentina la necesidad de divisas es un tema central, y gran parte de la solución pasa por aumentar las exportaciones. Cuando eso suceda, no solo va a mejorar la logística, sino el país en su conjunto.
¿Cómo imaginás el futuro del transporte en ese contexto?
Un aumento de exportaciones de manufacturas va a generar más transporte de contenedores, más transporte aéreo y una mayor demanda logística. Eso va a exigir mejoras en infraestructura: rutas, accesos a puertos, aeropuertos y ferrocarriles.
Hoy el transporte ferroviario es escaso y eso encarece las operaciones. Hay zonas del país donde es más caro llevar una mercadería al puerto que enviarla al exterior. Resolver eso es clave para que la logística sea más competitiva y más eficiente.
¿Con qué idea te gustaría cerrar esta entrevista?
La logística internacional y el comercio internacional son actividades muy dinámicas. Siempre tuve una gran pasión por este sector y creo que la pasión es fundamental para trabajar con compromiso y crecer.
Es algo que transmití siempre en la docencia: entender el dinamismo, aceptar los cambios, incluso cuando son desafiantes. El comercio internacional es exigente, pero también muy atractivo. Genera beneficios que no se limitan a una empresa, sino que se distribuyen en toda la sociedad. Por eso creo que es una actividad realmente apasionante y estratégica para el desarrollo.