Día Mundial de la Fotografía: cuatro mexicanas que cambiaron la historia con su cámara

Cada 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Fotografía, una fecha que rinde homenaje a una de las expresiones más conmovedoras para documentar la realidad.

A lo largo del tiempo, la fotografía no solo ha registrado momentos históricos o estéticos, también ha sido una forma de resistencia, identidad y memoria.

En este día, revisitar el trabajo de estas creadoras no es solo un ejercicio de memoria artística, sino reconocer su capacidad de contar otras historias desde la cámara además de inspirar a nuevas generaciones a mirar el mundo desde otras perspectivas.

Graciela Iturbide

Graciela Iturbide inició su trayectoria artística con la intención de convertirse en cineasta, de acuerdo con información de la Fundación Princesa de Asturias.

En 1969 ingresó al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, pero su rumbo cambió tras conocer al fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, de quien fue alumna y asistente entre 1970 y 1971.

A partir de entonces, la fotografía se convirtió en su lenguaje expresivo, en una práctica que, como ella misma ha dicho, funciona como un ritual: salir con la cámara, observar, capturar lo mitológico en lo cotidiano, y luego revelar en la oscuridad aquellas imágenes cargadas de simbolismo.

Iturbide ha documentado la vida social y cultural de México y otros países con una mirada que se mueve entre lo real y lo poético.

En los años setenta viajó por América Latina y, en 1978, fue comisionada por el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista para registrar comunidades indígenas, como los pueblos seri y zapotecas de Juchitán.

A lo largo de su carrera, ha trabajado también en Cuba, India, Madagascar, Hungría y Estados Unidos, donde ha producido una obra reconocida por su profundidad estética y su precisión visual en blanco y negro.

Su legado ha sido celebrado en museos e instituciones de renombre internacional.

Entre los numerosos reconocimientos que ha recibido destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México (2008), el Lucie Award (2010), el Premio PHotoEspaña (2010) y el William Klein de la Academia de Bellas Artes de Francia (2023). Iturbide es, además, Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y doctora honoris causa por instituciones como el Columbia College de Chicago.

Lola Álvarez Bravo

Lola Álvarez Bravo, nacida en Lagos de Moreno, Jalisco, fue una de las figuras pioneras de la fotografía mexicana del siglo XX, según el Museo Nacional de las Mujeres en el Arte.

Desde muy joven se trasladó a la Ciudad de México, donde quedó huérfana a los ocho años y fue criada por familiares.

En 1925 contrajo matrimonio con el fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, su amigo y vecino de infancia. Durante los primeros años, Lola colaboró con él en el cuarto oscuro y poco a poco comenzó a desarrollar una mirada propia detrás de la cámara.

Su entorno estaba marcado por la efervescencia artística del México posrevolucionario: convivió con figuras como Diego Rivera, Frida Kahlo, Rufino Tamayo y José Clemente Orozco.

Aunque su matrimonio terminó en 1934, Lola Álvarez Bravo forjó una carrera independiente, influenciada por fotógrafos como Tina Modotti y Edward Weston.

A lo largo de cinco décadas, retrató la vida cotidiana de México: sus pueblos, calles, luchas sociales y expresiones culturales. También exploró el fotomontaje y cultivó una estética que oscilaba entre la crónica documental y la experimentación visual.

Durante los años cuarenta y cincuenta, enseñó fotografía en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y colaboró con el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

En 1951 publicó Acapulco en el sueño, junto con el escritor Francisco Tario, e instaló un estudio en la colonia Juárez que más tarde se convertiría en la Galería de Arte Contemporáneo.

Allí organizó numerosas exposiciones, incluida la única muestra individual que Frida Kahlo tuvo en vida en México (1953).

Falleció en la Ciudad de México en 1993, dejando un legado fundamental en la historia visual del país.

Yolanda Andrade

Yolanda Andrade, nacida en Villahermosa en 1950, es una de las fotógrafas mexicanas más influyentes del país.

Su carrera comenzó en 1976 con una imagen capturada en la Ciudad de México que marcó el inicio de más de cinco décadas de trabajo documental.

Estudió fotografía en Rochester, Nueva York, pero su formación fue mayormente autodidacta y guiada por su observación del entorno urbano, de acuerdo con un artículo publicado por la revista Mi Valedor.

Andrade se considera una “fotógrafa de la calle”, interesada en lo cotidiano, lo marginal y las expresiones sociales espontáneas, especialmente ligadas a los movimientos feministas y LGBTIQ+.

Su obra aborda temas como la muerte, la androginia, la identidad de género y la vida nocturna.

En 1978 participó en el Primer Coloquio Latinoamericano de Fotografía, un punto de inflexión en el movimiento fotográfico del país. Andrade ha destacado la importancia de educar la mirada a través del arte y la observación constante del entorno.

Además de ser una figura clave en el desarrollo de la fotografía de autor en México, Andrade ha influido en nuevas generaciones como docente y editora.

Sus obras forman parte de importantes colecciones internacionales y ha publicado varios libros, entre ellos Pasión Mexicana y Las Vegas: artificio y neón.

Lourdes Grobet

Lourdes Grobet (Ciudad de México, 1940–2022) fue una artista visual y fotógrafa mexicana reconocida por documentar durante más de dos décadas el mundo de la lucha libre, retratando a luchadores enmascarados tanto en el ring como en su vida cotidiana.

Inspirada por la teatralidad del deporte y su vínculo con la cultura popular e indígena, Grobet capturó escenas íntimas que desafiaban estereotipos de género, clase y masculinidad, según el New York Times.

Aunque comenzó su carrera artística como pintora y estudió artes visuales en la Universidad Iberoamericana, Grobet encontró en la fotografía el medio ideal para explorar lo marginal y lo extraordinario.

Fue pionera en llevar su cámara a espacios como prisiones, comunidades indígenas y teatros campesinos, siempre con una mirada antropológica.

Tuvo exposiciones en México, Europa y, más tarde, en Estados Unidos. Su trabajo forma parte de colecciones de instituciones como el MoMA de San Francisco y el Musée du Quai Branly en París.

Grobet fue también una de las primeras en destacar la presencia femenina en la lucha libre, visibilizando la doble vida de las luchadoras como madres y atletas.