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Vampiros después de clase: adolescentes sedientos de sangre en los 80s y 90s
Bienvenidos a Retrocultura Activa, la columna de Malditos Nerds donde desempolvamos joyas olvidadas y analizamos esos rincones del cine que nos marcaron para siempre. Hoy nos sumergimos en un subgénero especial dentro del terror: el “teen vampire”, o lo que en español llamamos “vampiro adolescente”. Este subgénero —que tuvo su auge durante las décadas de los ochenta y noventa— utiliza la figura del vampiro para representar de manera metafórica las ansiedades, rebeliones y pasiones propias de la juventud.
Porque sí: ¿qué mejor símbolo para el despertar, el deseo y la transformación que un ser atrapado entre la vida y la muerte, entre la luz del día y la oscuridad de la noche, entre el rechazo social y la sed irresistible? Para los cineastas de la época, este mito fue una mina de oro para explorar ese “después de clase”, ese espacio donde la realidad cotidiana se mezcla con lo sobrenatural.
A continuación presentamos cinco películas emblemáticas del vampiro adolescente para que armes tu maratón y entiendas la riqueza y variedad de este subgénero.

The Lost Boys (1987): la banda rebelde de colmillos afilados
Arrancamos con el más emblemático, que se convirtió en un clásico instantáneo: The Lost Boys también fue conocida en Argentina como Que no se entere mamá o en España como Jóvenes ocultos. Una película que no solo aterrizó con fuerza en los videoclubes sino que se metió en la cultura pop con su mezcla perfecta de humor, horror y estética ochentosa.
La historia gira en torno a dos hermanos recién llegados a un pueblo costero californiano, que descubren que la noche está gobernada por un grupo de vampiros jóvenes, con chaquetas de cuero, motos y actitud punk. No es solo la amenaza lo que impresiona, sino la forma en que el film retrata esa sensación de pertenencia y la sed de eternidad que puede ser tan atractiva y peligrosa para la juventud.
La banda sonora, con canciones como “Cry Little Sister”, se volvió un himno, mientras que actores como Kiefer Sutherland y Jason Patric se convirtieron en símbolos de esa rebeldía juvenil teñida de misterio y muerte.

Near Dark (1987): el western vampírico
El mismo año, Kathryn Bigelow dirigió Near Dark (conocida en Argentina como Cuando cae la oscuridad y en España como Los viajeros de la noche), un western que dio una vuelta de tuerca al mito vampírico. Lejos de los glamorosos clubes y las fiestas nocturnas, aquí los vampiros son nómadas sucios y violentos, cazadores al borde de la extinción que recorren carreteras polvorientas y pueblos fantasmas.
Este film mezcla el horror con el drama romántico, mostrando la difícil inserción de un joven humano en una “familia” vampírica que vive al margen de la ley y de la sociedad. La estética seca y áspera de la película es un contraste fascinante con la idea romántica y luminosa que muchos tienen de los vampiros. Aquí la noche es peligrosa y llena de acechos, un lugar donde la juventud no es solo libertad sino condena.

The Forsaken (2001): el desierto y la caza sin fin
Aunque ya en la década de los 2000, The Forsaken (conocida en Argentina como Cazadores de vampiros y en España como Los malditos, vampiros del desierto), mantiene ese espíritu noventoso con una historia sobre vampiros errantes en un desierto abrasador. La película retoma elementos clásicos: grupos de jóvenes perseguidos, una atmósfera desolada y la idea de que convertirse en vampiro es una maldición más que un don. Este film refleja cómo, incluso con el cambio de siglo, el vampiro adolescente seguía siendo un vehículo para hablar de miedo a la pérdida de identidad, la soledad y la búsqueda de redención.

Subspecies (1991): la tragedia vampírica
Con un tono más oscuro y cercano al horror gótico, Subspecies (Subespecies en Argentina), introduce una familia de vampiros que luchan por el poder y el amor, con conflictos internos que recuerdan a las tragedias clásicas. Radu, el vampiro antagonista, es un personaje atormentado y complejo, atrapado entre la sed de poder y la necesidad de afecto. Aunque no es un film estrictamente juvenil, sus temáticas de identidad y alienación lo conectan con las preocupaciones adolescentes, sobre todo en un contexto donde la figura del vampiro va ganando profundidad psicológica y simbólica.

Vamp (1986): Grace Jones y el culto visual
Por último, no podemos dejar fuera a Vamp (El club del terror en Argentina), donde la imponente Grace Jones encarna a una vampira exótica en un club nocturno. Este film es menos una historia convencional y más un viaje sensorial a través de una estética bizarra, neones, música y coreografías. Es un claro ejemplo de cómo el vampirismo se puede convertir en una performance, una experiencia visual que desafía las convenciones y ofrece una representación única del deseo y el peligro.

El vampiro adolescente: un espejo de la juventud
En conjunto, estas películas demuestran que el vampiro adolescente es mucho más que un cliché del cine de terror, y terminas siendo una metáfora poderosa de los cambios, miedos y deseos que acompañan a la juventud. Desde la rebeldía y la búsqueda de identidad hasta la exploración de la sexualidad y el sentido de pertenencia, el vampiro actúa como un espejo oscuro y brillante de lo que significa crecer en un mundo que a veces parece tan hostil como seductor.
Y los herederos modernos de este subgénero no se quedan atrás. Películas como Bit (2019), que presenta una mirada queer y feminista con una joven trans integrada a un grupo de vampiras activistas, o Bite Night (2022), una comedia de horror que retrata la ansiedad y las relaciones efímeras de los millennials en una fiesta vampírica caótica, muestran cómo la figura del vampiro adolescente sigue mutando para reflejar las inquietudes y luchas de cada época.

Y cada época, indudablemente, aporta su propia versión. Los ochenta con su estética punk y sus fiestas eternas; los noventa con la introspección y el drama gótico; el siglo XXI con la inclusión y la crítica social; y el presente con la sátira y la mirada irónica sobre el miedo y la ansiedad juvenil.
Porque la verdadera inmortalidad del vampiro es, quizás, su capacidad para renovarse y seguir siendo el símbolo perfecto de la adolescencia, construido como ese momento eterno y fugaz, entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte. Y hasta aquí llegamos, Nos reencontramos pronto en Retrocultura Activa. Espero que esta nota haya despertado algún recuerdo, una sonrisa y quizás el deseo de volver a sumergirse en esas noches interminables donde los vampiros eran, en realidad, los jóvenes más inquietos del cine. Mientras tanto, que tus noches sean largas, tus colmillos afilados y, sobre todo, que nunca falte alguien con quien compartir el último sorbo.
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