Durante años, el misterio se había enredado en las sombras del Parque Estatal Bear Brook en Allenstown, New Hampshire, por un caso sin resolver que desafiaba las esperanzas de justicia. El otoño de 1985 marcó el comienzo de una serie de hallazgos macabros que eventualmente se entretejerían en la trama de uno de los casos más desconcertantes y sombríos de la criminología estadounidense, que hoy ha vuelto a atraer al público por un exitoso podcast.
Cerca de una tienda quemada, oculto entre el follaje otoñal, un cazador tropezó con el primer indicio: un barril de metal abandonado. Dentro, el horror: los cuerpos de una mujer adulta y una niña. Las autopsias revelaron que ambas habían perecido a causa de trauma por golpe.
El enigma parecía deslizarse hacia el sótano de los cold cases hasta que, 15 años después, en la primavera del 2000, a una corta distancia del primer descubrimiento, se supo que la tierra de Bear Brook guardaba aún más secretos. Se encontró otro barril, y en su interior, a dos niñas. Este segundo hallazgo resaltó una conexión atroz entre los cuatro cuerpos: todas eran víctimas de la misma trágica violencia, estimada en el mismo período oscuro entre 1977 y 1981.
El podcast Bear Brook, producido por New Hampshire Public Radio y dirigido por Jason Moon, se destaca entre los principales podcasts de crimen real en Estados Unidos en este momento. A través de una narración envolvente y meticulosamente investigada, este podcast sumerge a los oyentes en los misteriosos y complejos asesinatos de Bear Brook y en las innovadoras técnicas forenses para dar, por fin, con los nombres de las víctimas y el principal sospechoso.
La bruma sobre la identidad de la mujer y las niñas comenzó a disiparse en el año 2019: se logró devolver sus nombres a Marlyse Elizabeth Honeychurch, la adulta, y dos de las pequeñas, sus hijas Marie Elizabeth Vaughn y Sarah Lynn McWaters. La identidad de la cuarta víctima sigue un hilo suelto en esta oscura narrativa. Sólo se sabe que, por su ADN, es hija del principal sospechoso.
En todo caso, la identificación de 2019 marcó un hito en la investigación de los asesinatos de Bear Brook, que llevaba décadas de incógnita. La determinante intervención de las técnicas de genealogía genética facilitó este avance y dio un giro significativo en la pesquisa.
El proceso para llegar a estas identificaciones fue meticuloso y complejo. Ancestry.com, un sitio de análisis genéticos al consumidor, que ha colaborado en muchas investigaciones criminales, trabajó con investigadores de varios estados. Se utilizaron recursos forenses avanzados, como el análisis de ADN autosómico a partir de cabello sin raíz.
Al conocer los nombres, se averiguó que Marlyse, madre de Marie y Sarah, había sido vista por última vez en una reunión familiar en La Puente, California, en noviembre de 1978, cuando la mujer presentó a su familia a su nuevo novio, Bob Evans, quien en realidad se llamaba Terry Peter Rasmussen. Eso ubicaba a las víctimas, todavía vivas, muy lejos de donde aparecieron sus cadáveres, al otro lado de los Estados Unidos: New Hampshire queda en el noreste de Estados Unidos, La Puente, cerca de Los Angeles, en el sudoeste.
Eso fue todo, al menos por un tiempo.
La investigación seguía caminos paralelos, como la desaparición de Denise Beaudin en New Hampshire, con su hija pequeña, en 1981. La niña apareció en una vivienda precaria, un trailer park, en California, con el nombre de Lisa y a cargo de un tal Gordon Jenson, otro alias de Rasmussen. Aunque inicialmente no se estableció un vínculo directo con los asesinatos de Bear Brook, la relación de Beaudin con Rasmussen introdujo una nueva línea.
Cuando se supo que Lisa no era la hija de Rasmussen, se abrieron nuevas preguntas sobre su origen. Y sobre los movimientos del falso Jenson.
En ese camino se encontró, eventualmente, que Rasmussen era el enlace criminal entre ambos casos. Pero entonces ya era tarde para que se hiciera justicia: el sospechoso había muerto.
En 2016, un análisis de ADN determinó que Lisa era la hija biológica de Beaudin, y —ya mujer— cambió su nombre a Dawn Beaudin. Todo apuntaba a que Rasmussen había estado involucrado en la desaparición de Denise en New Hampshire. La proximidad geográfica al escenario de los asesinatos en Bear Brook llevó a más estudios, y se descubrió que Rasmussen era el padre biológico de la niña no identificada entre las víctimas de los barriles.
Rasmussen murió en prisión en 2010, donde estaba condenado por el asesinato de Eunsoon Jun, una mujer con la que se había casado en California, con otro nombre falso, Lawrence William Vanner. La familia y los amigos de Jun la habían denunciado como desaparecida en septiembre de 2002. La investigación condujo a las autoridades al domicilio que compartía la mujer con su esposo, sin saber que era un asesino serial, y allí, en 2003, se descubrieron los restos desmembrados de Jun enterrados bajo una capa de cemento.
A la muerte de Rasmussen, no se conocía su vinculación con los asesinatos de Bear Brook y la desaparición de Denise Beaudin, por lo que no pudo ser juzgado por estos crímenes.
Por eso, también, el caso aún guarda preguntas sin respuesta: no se sabe quién es la pequeña niña no identificada, salvo como hija del asesino, ni qué le sucedió a Denise Beaudin.
Tras la resolución tardía, en 2019 las familias de Marlyse Elizabeth Honeychurch y sus dos hijas, Marie Elizabeth Vaughn y Sarah Lynn McWaters, pudieron finalmente llevar a cabo los ritos de despedida que les habían sido negados por décadas. En noviembre de 2019, se realizó un funeral para Marlyse y sus hijas en Allenstown, y se les ofreció un lugar de descanso final con sus nombres en lugar de la descripción de unos perfiles que había llevado su lápida hasta entonces. Ese reconocimiento de sus vidas fue también un momento de cierre para aquellos que habían vivido con la incertidumbre y el dolor de su pérdida.
Los crímenes de Rasmussen —el cometido y los sospechados— también afectaron a su propia familia. Una de sus hijas, Diane Kloepfer, se ha expresado públicamente sobre el asombro y la confusión ante la doble vida de su padre y la complejidad de reconciliar los recuerdos de su infancia con la realidad de sus acciones.
El caso de Bear Brook, con su maraña de identidades falsas, vidas robadas y secretos oscuros, habla de las profundidades de maldad que puede alcanzar un individuo, así como de la persistencia de otros en la búsqueda de la verdad y la reparación. La muerte de Rasmussen sin enfrentar juicio por estos crímenes deja un vacío en el anhelo de justicia plena que, a juzgar por la popularidad del podcast de Jason Moon, sigue preocupando a multitudes.