Silvio Garattini, el médico italiano que se acerca a los 100 años y podría tener el secreto de la longevidad: “Mi último antibiótico fue hace 40 años”

El prestigioso oncólogo de 96 años camina 5 kilómetros diarios y nunca se niega un dulce después de la cena

El oncólogo italiano Silvio Garattini, director dle Instituto Mario Negri, en una imagen de archivo (ANSA/DANILO SCHIAVELLA)

Silvio Garattini es la cara de la medicina oncológica en Italia. A sus 96 años, el reputado oncólogo se mantiene firme en seguir llevando sus jerséis de cuello alto blanco porque se ahorra “tener que planchas las camisas”, costumbre que le echó en cara el controvertido presentador de Mediaset Gianfranco Runari cuando el doctor le pidió que dejara de fumar en televisión.

Su extraordinaria longevidad no es un regalo de su ADN, pues en una entrevista para el medio italiano Corriere della Sera asegura que, en su caso, la genética no tiene “nada” de importancia. Garattini solo conoció a su abuela y su madre murió a los 67 años: “Mi padre tuvo que buscar un segundo trabajo cuando mi madre enfermó: soy de los que conocieron una Italia sin Servicio Nacional de Salud. Quienes lo critican hoy no entienden lo que significa pagar tratamientos costosos”.

La vida de Garattini no ha sido fácil, quien aún recuerda la guerra: “Estábamos en Bérgamo, sonaba la sirena y todos corríamos a los refugios. Fui, por supuesto, a una escuela fascista, pero por las noches, mi padre me hacía escuchar Radio Londres”. Años después, aquel niño que se refugiaba de los bombardeos fundaría el Instituto Mario Negri con el objetivo de llevar a cabo investigaciones para mejorar la salud de las personas. Actualmente, el centro cuenta 850 investigadores repartidos en Milán, Bérgamo, Ranica y Santa Maria Imbaro.

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Los hábitos de vida de un (casi) centenario

La brillante carrera científica de Garattini unida a su larga vida podría tener una de las claves de la longevidad. Cada mañana, Garattini se levanta para ir a su consulta en el Instituto Mario Negri, no sin antes tomarse un café al que le sigue, horas después, un segundo con azúcar.

Esta elección de (no) desayuno o de uno consistente en dos cafés sigue la línea de un almuerzo también deficiente. “Para comer, un vaso de zumo de naranja exprimido. Como mucho un par de galletas”, contaba en la entrevista. En cambio, asegura que cena fuerte: un primer plato y una ración de pescado y verdura acompañado todo ello de un postre: “Yo nunca me niego un dulce por la noche”.

Este peculiar patrón dietético del médico italiano se complementa con una actividad física que pone el foco en el ejercicio de cardio. Según cuenta, cada día hace una caminata rápida de cinco kilómetros: “No solo ayuda al cuerpo, sino también a la mente. Para mí, es una especie de meditación”.

Cuatro décadas sin tomar un antibiótico

Además de director del Instituto Mario Negri de Investigaciones Farmacológicas, Garattini es científico investigador en farmacología, médico y profesor de quimioterapia y farmacología. Por ello se lamenta de la mercantilización de la medicina: “Tantos medicamentos, a menudo recetados innecesariamente”.

“Nadie explica nunca por qué se recetan tratamientos antibióticos preventivos con tanta ligereza. El problema de la resistencia a los antibióticos es grave”, explica para Corriere della Sera. Un reciente estudio publicado en The Lancet apuntó que, si el panorama actual no variaba, la resistencia a los antibióticos podría matar en 25 años a 208 millones de personas. Así, se estima que para 2050 sea la primera causa de muerte en el planeta.

La resistencia de las bacterias a los antibióticos mata más que los accidentes de tráfico en España.

En España, 24.582 personas fallecieron en 2023 a causa de bacterias multirresistentes, según los últimos datos de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC). Estas cifras implican que la resistencia a los antibióticos ya mata 20 veces más que los accidentes de tráfico.

El caso de Garattini es diferente. A sus 96 años, solo toma un anticoagulante porque le diagnosticaron una fibrilación auricular leve. No obstante, cuenta que hace 40 años que no toma un antibiótico y que nunca le duele la cabeza. Si le da fiebre, la solución es sencilla: “Me quedo en casa”.

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