Sufrir estrés postraumático después de la DANA: “Hay problemas para conciliar el sueño, ataques de ira y sensación de hipervigilancia”

El psicólogo Rafael Ballester explica que hay víctimas del desastre “que han estado aparentemente libres de síntomas y, de repente, le salen todas esas emociones mucho tiempo después”

Guardar
Un hombre durante las labores
Un hombre durante las labores de limpieza de los desperfectos ocasionados por la DANA, a 4 de noviembre de 2024, en Paiporta, Valencia. (Diego Radamés / Europa Press)

El barro, los muebles destrozados, los escombros, las ramas arrastradas por el agua y casi cualquier rastro del desastre se fueron poco a poco de las calles de los pueblos arrasados por la DANA que se llevó por delante la vida de 237 personas, 229 de ellas en Valenciasin que nadie les advirtiera del peligro—. Pero el recuerdo de la destrucción y el temor a que se repita es más difícil de quitar que el fango. Los pronósticos de lluvias torrenciales, ver como estas caen y los mensajes de Es-Alert que llegan a los móviles cuando el temporal arrecia, como ocurrió a mediados de octubre con el paso de la DANA Alice -está vez si avisaron con antelación de su fuerte impacto- trasladan mentalmente a muchos valencianos al horror del 29 de octubre de 2024.

“Cuando empezaron a sonar las alarmas, nos vinieron a la mente todas las imágenes, todas las emociones, todo; como si estuviera pasando otra vez. Nos quedamos fatal, fatal... Con el cuerpo apretado, diciendo: ‘Que no pase nada, que no pase nada’. Es la vivencia de un amigo -aunque podría ser la de cualquier vecino de la zona- a la que pone voz Rafael Ballester, catedrático de Psicología en la Universitat Jaume I de Castellón, que conversa con Infobae España sobre la angustia que sigue acompañando a quienes vivieron la devastación en directo. “Cada vez que hay una experiencia que nos lo recuerda, se produce un agravamiento de los síntomas... La sensación de seguridad no se ha recuperado para nada; eso tardará años en desplazarse”, afirma Ballester, especialista en psicología clínica, pero también testigo directo del dolor y la resiliencia en los pueblos golpeados por la riada.

Un año después, el miedo sigue presente: “Hay gente que está teniendo ahora la reacción a la DANA, que ha estado aparentemente libre de síntomas y, de repente, le salen todas esas emociones mucho tiempo después”, explica Ballester, que advierte sobre la incapacidad colectiva para volver a la normalidad: “No estamos recuperados de aquello. Cada vez que nos lo recuerdan –otro aviso, más lluvias, una nueva alerta meteorológica–, la reexperimentación aparece”. Y ese es uno de los principales síntomas del estrés postraumático. El número de atenciones por esta causa o por estrés agudo ha aumentado un 170% este año en la zona cero de la dana, según los datos de la Conselleria de Sanitat.

Shock y supervivencia

En los días posteriores a la DANA, la urgencia de limpiar y recomponer las casas hizo que los afectados no tuvieran tiempo ni oportunidad para detenerse a pensar en lo que acababan de vivir. “Cuando pasa algo así de traumático, es todo un proceso. Lo que pasa antes que nada es que el cuerpo saca fuerzas de flaqueza y moviliza la mente todos los recursos para hacer frente a esa situación”, explica. Ese instinto de supervivencia salió a relucir. “Hay una necesidad de limpiar, de volver al momento cero y de reconstruir… Pero después es cuando van saliendo poco a poco las emociones”, explica. En esos momentos iniciales, “es como si se produce un estado de shock, un tapón”. Esa reacción, explica, es natural y tiene una función protectora: “Primero la situación requiere que hagas cosas, que salves lo que puedas, que busques a la familia, que preguntes quién falta, pero todavía no salen las emociones traumáticas”.

Continúan las labores de limpieza
Continúan las labores de limpieza en las calles de Paiporta, Valencia, este jueves.EFE/Biel Aliño

En muchas víctimas, el shock funcionó, en un primer momento, como una coraza necesaria para sortear lo inmediato: buscar sobrevivientes, limpiar, reconstruir lo que se pueda. Pero, conforme pasaron las semanas y meses tras la DANA, el proceso interior de quienes lo perdieron todo fue adquiriendo nuevas formas: “Siempre que se produce un trauma, mucho antes que empezar a tranquilizar, lo primero es la catarsis… Tiene que salir la pena, la tristeza, el llanto, la ira o la rabia”. El proceso, dice, se parece al de una herida en la piel: “Primero la limpias bien y después la cierras… Y si no, no cicatriza bien”. Es ahí cuando afloran los síntomas del estrés postraumático, que se aparece cuando “reexperimentas de una manera más o menos intensa, a través de recuerdos o de sensaciones físicas, aquello que pasó”.

Cómo saber si una persona sufre estrés postraumático

Entre los signos de alerta que detalla Ballester, se encuentran dificultades cotidianas y manifestaciones emocionales que pueden llegar a sorprender a la persona afectada. “Hay problemas para conciliar el sueño, ataques de ira, irritabilidad continuada, problemas de concentración, sensación de hipervigilancia, respuestas de sobresalto… El sistema nervioso simpático está completamente activo y eso está ahí, pendiente”, señala. El especialista puntualiza que muchas víctimas describen una extraña sensación de ausencia, una especie de desconexión o distanciamiento que afecta a sus relaciones e incluso a su capacidad de disfrutar momentos de normalidad: “Es como que estás aquí, pero no estás aquí, hay una parte de ti que no está”.

El rastro de la dana un año después.

Ballester subraya la importancia de no minimizar estas sensaciones: “Lo que te da una señal de que ahí hay algo es, por ejemplo, que ante algo que podría entristecerte, reaccionas muchísimo peor, como si la tristeza fuera desproporcionada. Y es porque hay un tapón, un atasco de cosas que no has podido sacar”. Por eso pide prestar atención a estos signos. “Así como pasa con el estrés laboral, que hay una gota que colma el vaso y te hace ver que el vaso ya estaba lleno, aquí pasa lo mismo: puede que una noticia, una tormenta, un aniversario… detonen el malestar acumulado”, expone.

Si bien todos intentan primero superar el malestar por sí mismos e incluso buscan apoyo en los amigos, este afrontamiento no es siempre suficiente, “la catarsis colectiva ayuda, porque tienes a mucha gente que ha pasado lo mismo, pero a veces no basta. Los otros también están lidiando con sus propios duelos y su propio estrés postraumático”.

ALMUSSAFES (COMUNIDAD VALENCIANA), 11/10/2025.- Unos
ALMUSSAFES (COMUNIDAD VALENCIANA), 11/10/2025.- Unos operarios facilitan el drenaje del agua a través de una alcantarilla en Almussafes (Comunidad Valenciana) este sábado. La influencia de la dana Alice pone este sábado a cuatro comunidades autónomas en avisos naranja (riesgo importante) o amarillo por precipitaciones, con acumulados que pueden llegar a los 140 litros en doce horas en Valencia, lluvias que afectarán además a Baleares, Cataluña, Región de Murcia, y el viento a Andalucía, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). EFE/ Kai Försterling

La labor del profesional, según Ballester, es acompañar al paciente en un proceso que idealmente debería fluir de forma natural, pero que muchas veces se ve trabado por la magnitud del trauma. “El profesional te acompaña en ese proceso de catarsis, reinterpretación… En intentar recuperar una cierta sensación de seguridad, pero también en aprender que la vida realmente nunca ha sido segura”, explica. Parte fundamental de este trabajo consiste en ayudar a aceptar la incertidumbre y en dotar a la persona de herramientas para convivir con ella. “Lo peor que lleva el ser humano es la incertidumbre. Aprender a vivir con eso, que es lo que más cuesta, muchas veces solo se logra con ayuda”.

El psicólogo reconoce que no todas las personas desarrollan necesariamente un estrés postraumático tras una catástrofe: “Hay un porcentaje de personas que lo desarrollan, pero también hay muchas que no”. Aun así, insiste en la importancia de la prevención: “Detectar las señales a tiempo y acudir al profesional incluso de forma preventiva es fundamental, sobre todo para que la cicatriz emocional se forme en condiciones y no quede abierta”.

La vulnerabilidad ha dejado de ser una sensación pasajera para convertirse en un telón de fondo constante en la vida de quienes atravesaron la DANA. Rafael Ballester lo explica claramente: “Estoy seguro de que va a ser cuestión de años, porque sigo hablando con ellos y con pacientes que atendí en ese momento. Y sí, esa sensación de vulnerabilidad sigue ahí, no solo en los afectados directos: cada vez está más frecuente entre la población general”. A medida que el clima se vuelve más impredecible y el ambiente social y político transmite señales de inestabilidad, crece el estado de alerta y el miedo colectivo al futuro.

“Antes, cuando llovía mucho, nuestros padres se tensaban, pero para mí la lluvia era algo bonito... hasta la primera vez que vi que mi casa se inundaba”, rememora Ballester, enlazando la experiencia local de varias generaciones de valencianos con el actual contexto de fenómenos extremos.