Los ballets de Stravinsky dicen mucho de su autor y el clima de época en Europa

“La consagración de la primavera”, la gran obra del compositor ruso, pero también “Pájaros de fuego” y “Petruschka” remiten al momento personal del autor y al contexto político del mundo preguerra

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Igor Stravinsky (1882-1971) dirigiendo la Orquestas Filarmónica de Londres en el Royal Festival Hall de Londres, 15 de septiembre de 1965
Igor Stravinsky (1882-1971) dirigiendo la Orquestas Filarmónica de Londres en el Royal Festival Hall de Londres, 15 de septiembre de 1965

Con el propósito de datar el inicio de lo que denominó el “siglo XX corto”, el gran historiador inglés Eric Hobsbawm en la que fue asesinado el archiduque Francisco Fernando del imperio austro-húngaro y que desencadenaría la Primera Guerra Mundial.

Parafraseando al autor de Historia del siglo XX, podría muy bien afirmarse que la música del siglo pasado se inició apenas un año antes, la noche del 29 de mayo de 1913 en París, cuando en la velada inaugural del Theatre des Champs Elysées, en el medio de un escándalo mayúsculo, los Ballets rusos de Sergei Diaghilev estrenaban La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Junto a una joven Victoria Ocampo -ya cautivada por toda expresión vanguardista-, asistían a la velada notorias figuras de la cultura y de la política de la época. Pero sobre todo, detractores y seguidores fanatizados serían los protagonistas de uno de los escándalos más sonados de la historia de la música occidental. En el escenario, se representaba un ritual pagano en el que una joven, provocativamente, bailaba hasta caer muerta en el centro de un círculo de ancianos que, de esa manera, consagraban alegóricamente el retorno de la primavera.

Debían acallarse los estertores de aquella noche para que muy rápidamente la obra, como aquella primavera recreada sobre las tablas del nuevo teatro art nouveau, alcanzara su consagración y, también de esa manera, la del joven músico ruso. Si bien esta obra quedó fuertemente identificada con un tránsito histórico, social y cultural de alto voltaje, por diferentes motivos La Consagración de la primavera no puede escindirse de un corpus más amplio que se completa con las dos obras que la antecedieron en el proceso creativo del compositor.

Imagen del primer concierto de la temporada del Teatro Colón, a cargo de la Orquesta Estable dirigida por Sylvain Gasançon
Imagen del primer concierto de la temporada del Teatro Colón, a cargo de la Orquesta Estable dirigida por Sylvain Gasançon

Así parece deducirse del verdadero guion curatorial que propuso el director de orquesta francés Sylvain Gasançon a la hora de concebir el programa para el primer concierto de la presente temporada de la Orquesta Estable del Teatro Colón, a principios de marzo. Allí, junto a La consagración…, se incluyeron El pájaro de fuego y Petruschka.

Criterios para un concierto de Stravinsky

Por un lado, esta propuesta de concierto se ciñe desde lo temporal a un recorte de muy pocos años –los del tercer lustro del siglo XX- que se proyecta hacia atrás y hacia adelante en el tiempo en un proceso más amplio y que arranca sobre los finales del siglo anterior, en el que la sociedad asiste a un turbulento y profundo proceso de transformaciones sociales. Fueron las llamadas vanguardias las que se hicieron cargo de plasmar en el arte dichas transformaciones o, más concretamente, las que plantearon que una nueva relación –revolucionaria, afirmaban- se imponía entre el arte y la sociedad: “Las diversas corrientes de la vanguardia artística que se han distinguido durante el siglo que acaba partían de una suposición fundamental: que las relaciones entre el arte y la sociedad habían cambiado radicalmente, que las viejas maneras de mirar el mundo eran inadecuadas y que debían hallarse otras nuevas. Y lo que es más: el modo de mirar el mundo y de aprehenderlo mentalmente ha experimentado una profunda revolución” (Eric Hobsbawn. A la zaga. Decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX).

Asimismo, aquellos tiempos –y concomitantemente este concierto- resultan iluminadores del modo en que se fue delineando la trayectoria creadora de Stravinsky y que coinciden con la plena juventud del músico ruso nacido en 1882 y muerto en 1971.

El concierto en el Colón incluyó “La consagración de la primavera”, “El pájaro de fuego” y “Petruschka”, obras clave de Stravinsky
El concierto en el Colón incluyó “La consagración de la primavera”, “El pájaro de fuego” y “Petruschka”, obras clave de Stravinsky

En la corta pero sustanciosa evolución de este corpus de obras, es posible visualizar el modo en que el talentoso compositor va buscando –y encontrando- su propio sello, sin por ello dejar de reconocerse todavía y con bastante claridad, en las tradiciones musicales de su país pero también en la de algunos músicos contemporáneos. De hecho, los argumentos de las tres obras abrevan en la tradición de su pueblo, y muchos pasajes de la música creada por Stravinsky, no dejan de recrear algunos de sus ritmos y temas tradicionales. Juzgadas como un todo pero también individualmente, estas tres obras ilustran con claridad aspectos presentes en las exploraciones de ese “primer Stravinsky”.

Por un lado, la intención de explotar al máximo las potencialidades tímbricas de la orquesta, algo heredado de su maestro Nicolai Rimsky-Korsakov. Por el otro, el trabajo sobre los contrastes rítmicos en los que pasajes de gran fuerza e intensidad se intercalan con otros serenos y apacibles, dejando a la audiencia enfrentada a permanentes claroscuros rítmicos. Finalmente, los forzamientos sobre la tonalidad, algo que también por esa época comenzaban a explorar de modo decidido varios compositores.

Pero también hay otros dos hilos conductores que permiten postular, como lo ha hecho el Maestro Gasançon incluso al organizar el concierto en tres partes separadas por intervalos, estas tres obras como un corpus homogéneo aún con sus innegables e inocultables individualidades: se trata de músicas escritas para ballets y todas fueron concebidas para una compañía que estaba generando furor en la París de la Belle Époque de entonces: la del coreógrafo, connacional de Stravinsky, Sergei Diaghilev. En efecto, junto con el atractivo que la capital francesa generaba por aquellos años a muchas nuevas expresiones de la cultura y a notables referentes de ella que la vivían como la Meca de posibles y radicales transformaciones en el arte, la Rusia recién revolucionada constituía uno de los focos de más fuerte atracción.

"La consagración de la primavera" se estrenó la noche del 29 de mayo de 1913 en París
"La consagración de la primavera" se estrenó la noche del 29 de mayo de 1913 en París

Tal como afirma Routh, biógrafo de Stravisnky: “En el período de veinte años que transcurrió hasta su muerte, en 1929, Diaghilev convirtió sus Ballets Russes, no solo en un foco de energía creadora, sino en una fuerza musical que era preciso tener en cuenta; y no solo entre los aficionados del ballet ya convertidos, sino en un círculo mucho más amplio y cosmopolita de músicos contemporáneos”. La danza tuvo en los Ballets rusos y en Stravinsky en el terreno de la música, a las expresiones más emblemáticas del furor cultural que vivía París como innegable capital cultural del mundo. Por ello, el programa elegido es sin duda y a la vez, un retrato de un joven músico pero también el de una época.

Individuo y sociedad en Stravinsky

Teniendo como fuente de inspiración un cuento tradicional ruso, El pájaro de fuego –una suerte de Ave Fénix en la tradición folclórica rusa- fue estrenado con resonante éxito en 1910, siendo esta la primera colaboración de Stravinsky con Diaghilev. Por su parte, Petroushka, el siguiente trabajo conjunto entre coréografo y músico, fue estrenado en 1911 con igual éxito que su antecesor. Abrevando también en fuentes populares, en este caso la acción tiene lugar en una de las tantas ferias pueblerinas en las que no falta un personaje-muñeco que siendo el hazmerreír de todos, resulta siendo una figura patética de fuerte dramatismo.

Al describir lo que buscó expresar en esta música, el propio Stravinsky escribió: “Pensaba en un muñeco que exasperaba a la orquesta con diabólicas cascadas de arpegios. A su vez, la orquesta se toma su represalia con amenazadores estallidos de trompetas. El resultado es un ruido espantoso, que llega a su culminación y termina en un derrumbe apenado y quejumbroso del pobre títere”.

Stravinsky en conferencia de prensa en el Hotel Savoy de Londres, 11 de septiembre de 1965  (1882 - 1971) at a press conference at the Savoy Hotel, London.
Stravinsky en conferencia de prensa en el Hotel Savoy de Londres, 11 de septiembre de 1965 (1882 - 1971) at a press conference at the Savoy Hotel, London.

Finalmente, La consagración de la primavera, que siguió a las anteriores y más allá del escándalo, terminó consolidando el talento de Stravinsky entre los públicos y también entre los destacados colegas de ese entonces. El devenir entre el escándalo y su inscripción como una de las obras emblemáticas del siglo XX, no hace sino ratificar cuánto hay de biográfico y cuánto de la época en creaciones de este tipo.

Otros reconocidos biógrafos del músico ruso vieron en La Consagración… “… una importante victoria personal para Stravinsky sobre las inhibiciones de su infancia desgraciada. Durante años había intentado rebelarse contra las absurdas restricciones de su vida familiar; y ahora que conseguía hacerlo en términos de expresión artística, resultaba especialmente adecuado que la imagen que lo propiciara fuera precisamente la de la primavera, “la violenta primavera rusa, que se diría que comienza en una hora, y que es como si el mundo crujiera todo entero”, y que, según él mismo confesaba, era el acontecimiento más maravilloso del año en su infancia”.

Lo paradójico de aquellos años de la consagración –la de Stravinsky y la de las de sus ballets- es que preanunciaban que el mundo, efectivamente, crujiría todo entero.

[Fotos: Terry Fincher/Express/Getty Images; Arnaldo Colombaroli / prensa Teatro Colón; Erich Auerbach/Getty Images]