Destruir el lenguaje y recomponerlo: Ghérasim Luca, el surrealista que “agujereó” el mundo

La editorial añosluz acaba de traducir por primera vez al español “Héroe límite”, uno de los libros emblemáticos del poeta rumano que terminó abrupta y trágicamente con su vida en París, en 1994

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Ghérasim Luca
Ghérasim Luca

¿Qué es lo que busca un poeta? ¿Publicar? ¿Trascender? ¿Libertad? ¿Belleza? ¿Verdad? En Ghérasim Luca no está tan claro. Él lo dijo varias veces y de diferentes formas. En una carta dirigida al poeta argentino Tilo Wenner, secuestrado y asesinado por la dictadura militar, escribió que su objetivo último era “la búsqueda deliberada, empírica y apasionadamente desesperada de la Quimera”. Lo pone con mayúscula, como un nombre propio. Una quimera es un sueño, una ilusión, algo que se anhela y se persigue aunque sea demasiado improbable alcanzar. Un imposible. Quimera también es el nombre de un monstruo de la mitología griega con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. ¿Ghérasim Luca buscaba “apasionadamente” un sueño imposible, un monstruo, las dos cosas juntas?

Hay una buena metáfora, la de los agujeros negros —una teoría relativamente nueva que se basa en la posibilidad del infinito dentro del infinito— que ya estaba presente en Luca varias décadas atrás. ¿Qué clase de poeta escribiría algo así: “fue con nada, fue con simples agujeros, fue por simples agujeros vacíos agujereados en el gran todo que me metí violentamente en la gran nada de nada llena que es el gran todo universal”? Un poeta surrealista, sí, pero no cualquiera. ¿“Agujerear el gran todo” para “meterse en la gran nada”? El rasgo metafísico de este poeta nacido en Bucarest, Rumania, el 23 de julio de 1913, y muerto en París, Francia, el 9 de febrero de 1994, sigue siendo trasgresor. No se trata de imágenes, no se trata de contenido; su rebelión poética prevalece (sobre todo) en la formas.

Cómo dormitan los durmientes

El sello argentino añosluz acaba de publicar Héroe límite. Es la primera vez que este libro de 1953 se traduce al español. En el prólogo o presentación, Mariano Fiszman, su traductor, cuenta que comenzó a traducirlo “hace más de quince años, solo por ganas y el desafío de transmitir el virus Ghérasim Luca”. En el poema que abre el libro, una vorágine textual que tiene a David Hume y August Comte alegorizados en elementos como velo y humo, polvo y eclipse, vigilia y ultraje, se lee, como al pasar, en esa disertación onírica, la sentencia: “Así dormitamos los durmientes”. Cada tanto, muy cada tanto, y siempre de forma impredecible, Luca asoma la cabeza del océano poético, como quien sale un segundo del agua para respirar, y arroja una definición que engloba sus mecanismos y los mecanismos de la poesía.

“Así dormitamos los durmientes”, escribe y parece hablarnos a nosotros, a los lectores: rompe la cuarta pared, rompe el pacto ficcional, rompe el contrato implícito y nos mira a los ojos —no será la primera vez— para confesar de qué está hecho su océano poético. El siguiente poema, que le da nombre al libro, es una larga ¿poesía en prosa? (Las etiquetas flaquean con este surrealista, resultan absurdas, cuadradas, demasiado esquemáticas.) Las palabras se repiten, se fragmentan, se desarman para que las sílabas hagan lo mismo: se repiten, se fragmentan, se desarman. Es un magma textual que, en apariencia, carece de sentido, de significación, sin embargo hay palabras que se vuelven conceptos y calan: muerte, vida, vacío. Ahí se lee una pista premonitoria: “la reconciliación entre suicidarse y ser su suicida”.

"Héroe límite" (añosluz) de Ghérasim Luca
"Héroe límite" (añosluz) de Ghérasim Luca

En “Amada para siempre jamás” pone en palabras su amor. Las preguntas que parecen motivarlo son: ¿qué es el amor?, ¿a quién amo?, ¿a qué amo?, ¿por qué? Entonces se lanza hacia esas respuestas. Escribe, piensa, reflexiona en voz alta, construye, destruye, vuelve a construir. “Mi amor por ella no es lo que yo amaba, sino lo que amo no amar mientras amo lo que ella misma ama”. En el enredo evidente de poner en palabras al absurdo como el amor descubre verdades. “El amor no es sino el regreso reventado hacia ese vientre materno que lo amuralla para siempre jamás en su centro. Pero el amor no es el centro de un vientre, es centro de un centro”. “Se trata entonces de llenar ese no-todo adorado con un agujero a agujerear, a vaciar, a amar, a perturbar, a murmurar”, continúa.

El “La Vía Láctea” escribe: “la vida no es nada, no es nada fuera de esta lengua”. También: “Lo peor es que al expirar el cuerpo segrega, segrega el secreto de las palabras y los móviles, el secreto de su movilidad”. Esa contradicción es brillante: fuera del lenguaje nada, pero sin el cuerpo tampoco. Mariano Fiszman dice que “la lengua, para Luca, se construye socavándola”. ¿A qué se refiere? Ya llegaremos a sus poemas más paradigmáticos, esos donde destruye el lenguaje para reconstruirlo. Según las palabras del propio Luca, lo que hace en Héroe límite, y lo que busca, es esto: “el lenguaje se encontrará simultáneamente deconstruido y recompuesto”. Es un romance lúdico con la posibilidad que permite la lengua. Hay amor, hay odio, hay reconciliación. Siempre hay reconciliación.

Forajido de los opuestos

Salman Locker: ese es su nombre de nacimiento. Bucarest, Rumania, 1913. Judío asquenazí. Su padre fue un sastre que murió cuando tenía un año. Creció en contacto con los idiomas francés y alemán, leyó mucha filosofía desde niño y comenzó a publicar textos en revistas literarias. Se unió al Partido Comunista, se casó con Annie Rasicovici. Fue a finales de la década del treinta que comenzó a escribir en francés y adoptó su nuevo nombre: Ghérasim Luca. Para ese entonces viajaba seguido a París, ahí se acercó al surrealismo, lo conoció, lo investigó, lo abrazó. Su biografía dice que la Segunda Guerra Mundial y el antisemitismo de las autoridades rumanas lo llevaron al exilio en Francia. Sin embargo, al año tuvo que volver por la ocupación nazi.

El primer libro que publica es El vampiro pasivo en Bucarest en 1945, con fotografías de Theodore Brauner. Ahí escribe cosas como esta: “¿Qué secreto era tratar de atravesar este lenguaje alucinatorio y hermético?” La búsqueda formal ya estaba en ese entonces. Escribe un manifiesto no edípico, perdido hasta el día de hoy, donde rechaza toda trascendencia y la “fatalidad biológica”. Desde entonces vive en una “continua reterritorialización” como un “forajido de los opuestos”, escribe Serge Martin. Luego de una breve estancia en Israel, se establece definitivamente en París. Estamos en la década del cincuenta, los nazis se han ido, la Segunda Guerra ha terminado, el mundo está torpemente polarizado. Luca convive con su pareja, Mirabelle Dors, hasta que muere en 1955.

Ghérasim Luca
Ghérasim Luca

Su vida continúa en el barrio parisino de Montmartre, en un antiguo taller, sin agua caliente ni baño. Vive con la pintora Micheline Catti en el tercer piso. Lo visitan sus amigos, muchos poetas, también artistas. En esa época sus recitales poéticos son parte vital de la bohemia de la década del sesenta. Sigue escribiendo, sigue publicando, sigue recitando, hasta que en 1994 dice basta. Tiene noventa años y es hora de hacer lo que dijo en La mort morte: asumir su “destino-suicidio”. Escribe una carta para su compañera: “Ya que no hay más espacio para los poetas en este mundo...” Camina por el río Sena, mira con la última profundidad el abismo dentro suyo, y se deja caer. Fue el 9 de febrero. A su cuerpo lo encuentran flotando el 10 de marzo.

Poética de la experimentación

El libro editado por añosluz tiene un agregado: “Apasionadamente”, poema del libro Le Chant de la Carpe, de 1973. Los primeros versos son estos: “paso paso paspaspaso paso / pasppaso ppaso paso paspaso / el paso paso el paso en falso el paso / paspaspaso el paso el mal / el malva el mal paso”. El poema sigue, se extiende una, dos, tres páginas, y concluye así: ”yo te amo / apasionadamente amante yo / te amo yo te amo apasionadamente / yo te tengo yo te amo apasionado nado / yo te amo apasionado / yo te amo apasionadamente te amo / yo te amo pasio apasionadamente”. Quienes jamás leyeron a Luca pueden encontrar cierta familiaridad con la narrativa de Samuel Beckett o, más acá, con la poética de Leónidas Lamborghini.

Fue el filósofo francés Gilles Deleuze, un entusiasta de Luca —lo definió como “un gran poeta entre los más grandes”—, quien le puso nombre a uno de sus mecanismos más importantes, el que se ve con mayor claridad en “Apasionadamente”: “tartamudeo prodigioso”. Según Deleuze, mediante la “repetición y transmutación ad libitum de sus sílabas y fonemas” es que destruye, recombina y reconstruye. De este modo, escribe el investigador Ovidiu Morar, “la poesía se convierte en un ars combinatoria, un juego incesante, más o menos inocente, con el lenguaje”, creando “un nuevo lenguaje poético que se suponía puro, sui generis, completamente liberado de cualquier función pragmática/utilitarista asociada, por supuesto, con el pensamiento burgués”.

Agujerear el todo, atravesar la nada. Ahí está la búsqueda de Luca. Pero no es sólo metafísica porque los pies están firmes en el mundo. En “Amada para siempre jamás” dice algo bellísimo: “¿Quién me convencerá de agujerear los muros imantados sino mi bienamada?” Luca ofrece a su mundo convulsionado, a nuestro mundo convulsionado, una poética de la experimentación: lleva a la lengua hacia el límite develando una lógica que es matemática y finita —la cantidad de letras y palabras para expresar ideas y sensaciones—, y aún así, llegando hasta esa pared, hasta esa frontera, descubre que no es dura ni rígida, sino maleable y elástica, entonces continúa, presiona, sigue experimentando y en ese proceso de prueba y error, en ese juego lingüístico, en esa búsqueda semántica, en ese proceso lúdico, demuestra que en la lengua las posibilidades pueden ser infinitas y que no hay nada cerrado, que queda mucho por hacer, por experimentar, por escribir.

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