La historia detrás del legado de Fontanarrosa: a un paso del acuerdo, tras 10 años de litigio entre sus herederos

Roberto Fontanarrosa murió en 2007 y un año después comenzó la batalla por sus derechos. Por un lado, su único hijo, Franco Fontanarrosa, y por otro su viuda, Gabriela Mahy. Acordaron porcentajes pero aún el juez no los ha homologado

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Roberto Fontanarrosa
Roberto Fontanarrosa

Un día Fontanarrosa se metió en su propia historieta. La escena es así: Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso miran, algo incrédulos, a su propio creador dentro de la misma viñeta. Él los increpa, les dice, con una goma en la mano, que no jodan porque los borra y chau. Entonces Boggie saca su famosa 44 Magnum deluxe y dispara. "CRAN", el sonido dibujado de su muerte. La situación concluye con los dos personajes caminando en el horizonte. "Los dibujantes pasan, los dibujos quedan", dicen.

Hoy esta frase vuelve a tener sentido, porque luego de diez años el litigio legal entre su único hijo, Franco Fontanarrosa, y su segunda y última esposa, Gabriela Mahy, empezó a cerrarse. La duradera discrepancia se tradujo en inconvenientes para reeditar su obra y publicar nuevos materiales. Según fuentes judiciales de Rosario a las que pudo acceder Infobae Cultura, se dio un importante primer paso para sellar el acuerdo. Las proporciones, en concepto de regalías y usufructo de la producción artística y literaria del "Negro", quedarían así: 65% para el hijo y 35% para la viuda.

El “asesinato” de Fontanarrosa en
El “asesinato” de Fontanarrosa en manos de sus personajes

Fontanarrosa murió el 19 de julio de 2007 de un paro cardiorrespiratorio. Tenía 62 años y una enfermedad incurable, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que lo dejó en una silla de ruedas incapacitado para dibujar. Antes de morir, un año antes exactamente, le cedió los derechos a su hijo; estaba a punto de casarse con Mahy, luego de una larga convivencia. Firmado este papel, se casó y a los pocos meses falleció. Al año siguiente, pleno 2008, comenzó la disputa legal: Gabriela Mahy realizó la denuncia contra Fontanarrosa hijo porque quería publicar Negar todo, una serie de 24 cuentos inéditos, como estaba pactado con Ediciones de la Flor, la editorial donde publicó siempre. Pero él no; no quería, y tenía los derechos.

Diez años no es poco. Mucha agua corrió bajo el puente desde aquel inicio del litigio. En 2013, la Justicia le exigió a Franco Fontanarrosa que devolviera 2,4 millones de pesos que había obtenido por la reedición de sus libros. Fueron varios, todos a través del Grupo Planeta —tuvieron ilustraciones de Caloi, Rep, Crist, Nine y Alonso—. Mientras tanto y finalmente, Mahy logró que se publique el inédito Negar todo a través de Ediciones de la Flor.

En la esquina de arriba
En la esquina de arriba a la derecha, el libro de sus cuentos inéditos, “Negar todo”; el resto, las reediciones de Planeta

Daniel Divinsky fue el editor de ese sello durante casi 50 años hasta 2015, cuando se retiró. Para él, que el hijo del escritor haya presionado para que no salga ese libro, incluso que haya hecho las reediciones en Planeta, "fue una especie de sensación de traición en la medida que 'El Negro' jamás hubiera abandonado el sello donde publicó toda la vida. Él siempre decía que publicaba en editoriales chicas porque cuando llamaba le atendían directamente sus dueños y no como en los sellos grandes que tenés que hablar con el secretario del secretario del secretario", cuenta Divinsky, y agrega: "Además con Franco teníamos una relación amistosa y casi familiar. Te diría que un afecto paternal. Le regalábamos cosas significativos para su cumpleaños, coincidió en vacaciones con mi hijo, etcétera".

Cuando Fontanarrosa murió, ya había enviado los cuentos inéditos de Negar todo; estaban en el proceso de corrección. "A pesar de su talento —dice Divinsky—, 'El Negro' era desprolijo y siempre aparecían errores y algunos problemas de continuidad. Pensá que en ese momento él le dictaba a su asistente, no podía escribir".

Roberto Fontanarrosa (Télam)
Roberto Fontanarrosa (Télam)

"Lo que Franco canceló fue la renovación automática", dice Ana María "Kuki" Miler, actual directora de Ediciones de la Flor. Ella también vivió ese conflicto como algo "muy doloroso porque 'El Negro', a aparte de ser uno de nuestros autores emblemáticos, era un amigo. En una nota dijo que jamás dejaría de publicar con nosotros. De repente nos vimos envueltos en un conflicto personal, que nos era ajeno".

"A los cuentos le faltaban retoques, porque él mandaba a medida que los tenía hechos. No publicarlo era traicionar su memoria y su esfuerzo", dice Miler y agrega que lo peor fue que "estuvieron años sin editarse sus libros. Cuando la gente no encuentra un libro busca otro y lo reemplaza, salvo el público muy fiel y fanático; pero que el libro falte mucho tiempo va a en contra del autor. Ese era el problema que había porque la viuda insistía con que no podía dejar de haber libros de 'El Negro'".

Consultado por Infobae Cultura, Franco Fontanarrosa prefirió no hacer declaraciones. Lo mismo ocurrió con Gabriela Mahy. Ambos esperan que todo se resuelva en Tribunales para luego sí, hablar públicamente.

En una muestra en Rosario:
En una muestra en Rosario: un joven Fontanarrosa con sus personajes en blanco y negro (Foto: Marcelo Ledesma)

En un principio, al expediente lo empezó llevando adelante el juez Rodolfo Bruch y hoy lo continúa su homónimo Fabián Bellizia, siempre en el Juzgado Civil y Comercial Nº 12 de Rosario. Pero lo que hoy parece un destrabe decisivo en este litigio, no lo es tanto. Al menos así aseguraron las fuentes judiciales que Infobae Cultura consultó: se trata, en principio, de un acuerdo privado entre las partes; aún la Justicia no intervino, no puso la firma. Para que esto se homologue, se deben fijar los honorarios de ambos abogados.

Judith Gociol, curadora de la famosa muestra del escritor y dibujante de Archivos clasificados, conoce muy bien esta historia. "A mí me alegra muchísimo —le dice ahora a Infobae Cultura— que se haya resuelto el conflicto porque durante estos diez años los mayores perdedores fueron los lectores que, durante gran parte de ese tiempo, perdieron contacto con sus libros. Por clásico que sea un autor, para sostener su obra viva, ésta debe circular y poder transmitirse generacionalmente".

 

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