Durante un cuarto de siglo, Oscar López Ruiz fue compañero musical de Astor Piazzolla. Con 22 años, y por pedido del propio bandoneonista, el gran músico de jazz ingresó en 1961 al selecto elenco del prestigioso Quinteto Nuevo Tango. Desde ese día compartieron giras, comidas, escenarios… la vida misma. Hoy el guitarrista lo recuerda y añora con emoción esos años en una nueva edición de su libro en el cual muestra el lado más divertido del genio que se adelantó 50 años al tiempo de la música. López Ruiz compartió esos recuerdos con Infobae Cultura.
"Era un personaje… Era un atorrante Astor que no se puede creer ¡Dios mío", dijo López Ruiz entre risas, apenas comenzó la comunicación telefónica. Y claro, uno de esos tantos momentos regresó a su mente. Lo compartió: "Cuando empecé con él tenía 22 años y enseguida me di cuenta de que estaba ayudando a hacer historia en la música porque Astor es uno de los grandes músicos del mundo de todas las épocas y de cualquier estilo", destacó en tiempo presente sin margen de error y siguió: "Me di cuenta de eso enseguida y no sé si mis compañeros se daban cuenta. La verdad es que era increíble".
Las nostalgias de López Ruiz están volcadas en la nueva edición de Piazzolla ¡Loco! ¡Loco! ¡Loco! (publicado por primera vez hace 25 años). Allí revela que conoció a Astor "de la mejor manera en la que un músico puede conocer a otro: escuché su música". "Para mi era simplemente un tanguero y yo despreciaba el tango", confiesa en las páginas del libro escrito en primera y que vuelve a editar Gourmet Musical.
Los recuerdos de López Ruiz: conocer a Astor y a Piazzolla
Quienes conocieron al genial músico coinciden en varios puntos respecto de él: su extraordinario sentido del humor en lo cotidiano, el éxtasis que lo poseía en el escenario, aseguran que musicalmente fue un adelantado por medio siglo a su época y que sufrió por la critica constante de sus detractores.
Astor fue, es y será uno de los grandes músicos del mundo de todas las épocas y de cualquier estilo.
Oscar conoció primero a Piazzolla, el músico que pocos entendían, cuando tenía 16 años y ya era guitarrista de profesión. Cinco o seis años después —aventura—llegó a conocer al hombre que tocaba el bandoneón, del que pocas veces se separaba. Comenzaron a compartir momentos de ensayo, meses de giras e incontables momentos que hoy son parte de sus atesorados recuerdos.
De todas las vivencias que comparte en su libro, no se anima a destacar una como predilecta porque, asegura, al lado de Piazzolla "todo era muy divertido y muy loco". Pero ante la insistencia por la elección memorable destacó "el placer y la excitación que era tocar con este tipo toda las veces".
"La primera vez que lo escuché casi me muero. Tocaba con la orquesta de cuerda Tres minutos con la realidad y enseguida supe que estaba 50 años avanzado a los músicos del mundo entero. ¡Era una locura! Estos tipos son muy especiales, por eso hacen lo que hacen y son lo que son… Ven la realidad de una manera que nosotros no vemos; ellos ven otra o de distinta manera", dijo tratando de explicar la inexplicable genialidad de Piazzolla.
Un lustro más tarde, Oscar se presentó ante Piazzolla porque el autor de Adiós Nonino lo había escuchado tocar jazz y lo quería en su orquesta. Le dio unas partituras para que las estudiara y quince días después tocó con él. Ese fue el momento en que esta historia de amistad y complicidad comenzó a tejerse. "Cuando empecé con él tenía 22 años y sabía que estaba ayudando a hacer historia en la música porque Astor fue, es y será uno de los grandes músicos del mundo de todas las épocas y de cualquier estilo. Me di cuenta enseguida y no sé si mis compañeros se daban cuenta. La verdad que era increíble", recordó.
A eso agregó: "Eran tan divertidas las cosas que hacía porque lo que pasaba era que él tenía que descargarse porque en esos años (1961/63) era agredido de una manera que no se puede creer. Tenía un país en contra".
Por esos años (corría la década del ´60) su música se pasaba todos los días en las radios y se habla de él en las revistas y nada bien. "Era una campaña contra él y él tenía que desahogarse de alguna manera y una de ellas era hacer chistes y bromas pesadas. Y las hacía en cantidades", lo disculpó.
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Durante años, Oscar solía compartir las anécdotas con tinte de aventuras que vivió junto a Astor y las risas eran lo único que interrumpían aquellos relatos. Un buen día, su yerno le sugirió que debía regalar al mundo aquellos recuerdos y escribirlos. Pese a dudar porque no era escritor, quiso hacerlo y en 1983 decidió sacarle punta al lápiz y volver en letras aquellos eventos memorables que terminó en diciembre de 1984, justo un año después.
El libro fue publicado y de esa primera edición no quedaron ejemplares, volvió a ser editado y esas vivencias vuelven a cobrar vida.
"Para mí fue un placer escribirlo", aseguró Oscar y confesó: "Siempre pongo como dedicatoria '¡Espero que te diviertas tanto como yo al vivirlo y al escribirlo!' porque es la verdad… Mientras corregía la primera edición me reía solo como un pavote", se rió fuerte y compartió un recuerdo.
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"Habíamos salido de gira y una mañana en un hotel de Río de Janeiro bajamos a desayunar y apareció Hermeto Pascoal (músico y productor) y se sentó con nosotros. Estábamos charlando y Astor le dice: '¡Decime, Clarence…!' y yo me caí desmayado al piso porque me avivé que se refería al león bizco de la serie Daktari que se llamaba Clarence y que era uno de los personajes principales…. ¡Y Hermeto era igual! —rió con ganas—Con su melena rubia, llena de rulos… ¡Me morí cuando lo llamó así! Y Hermeto también se mataba de la risa con lo que le dijo… Astor tenia esas salidas que eran increíbles".
Bajando el tono de la gracia, Oscar reconoció que la vida y carácter de Astor cambiaron tras el infarto y asume que desde entonces él no fue el mismo.
"Ya no era el mismo tipo. Cambió en la música porque ya no tenía la audacia y esa cosa de hacer algo siempre nuevo dentro de su propio repertorio", se lamentó.
Al finalizar remarcó lo buena persona que era Piazzolla y lo lastimado que quedaba ante las duras críticas de todo un país que en su propia época no supo comprenderlo, pero que hoy lo venera como lo que es, un genio.
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