Cuando la comida es tu vida y tu trabajo, perder peso puede ser un asunto muy complicado

Por Jim Webster

Compartir
Compartir articulo
(Getty)
(Getty)

Cuando tenía unos 8 años, estaba en un picnic familiar y escuché a una tía abuela que le decía a mi mamá que cuando llegará a mi adolescencia tendría un cuerpo de modelo.

Ella estaba tan equivocada. Tan equivocada.

Decir que he luchado con mi peso toda mi vida es un flagrante mal uso del término"lucha". Raramente me ha importado mucho. Lo acepté principalmente como parte de lo que soy y aprendí a vivir con eso. Pero a principios de 2016, algo cambió. No me sentía bien. Sabía que mi peso había aumentado, pero no lo había verificado en un tiempo. Principalmente porque no lo quería saber. Y estaba mirando la barrera de mi 50 cumpleaños.

Decidí que necesitaba hacer algo. Pero sería complicado. Escribir sobre comida forma parte de mi profesión. Tengo amigos y compañeros que son periodistas gastronómicos y otros que son chefs. Trabajar y jugar con ellos significa que comer cosas nuevas e interesantes es más que solo un deporte: es mi trabajo.

Y amo mi trabajo.

Esta no es una historia que tiene un final ordenado sobre cómo descubrí el equilibrio justo para alcanzar la aptitud y la felicidad, y así asegurar mi máxima inmortalidad. Es una historia sobre un viaje en un montaña rusa, con grandes caídas, ascensos ominosos, curvas tomadas con fuerza y desarrollos que nunca vi venir.

La cuestión de tener exceso de peso es, y estoy hablando por mí mismo porque sé que esto no va a ser popular, que hace que perder peso sea algo bastante fácil, especialmente al principio. Lo he hecho antes. Cuando decidí que era necesario, pude bajar 10 o 20 kilos sin esforzarme demasiado. Un par de veces, he llegado a perder 50 kilos. Eso me tomó mucho trabajo, pero había una sensación de logro y me sentía y me veía mejor.

El problema es que mantener el peso es incluso más trabajoso que quitárselo. Puedo mantenerme enfocado el tiempo suficiente para perderlo, solo para aprender que el indulto no es parte de la recompensa.

Cuando decidí subir a la báscula, en abril de 2016, mis sospechas eran ciertas: había excedido la capacidad de la báscula (ya me había pasado una vez y pensé que lo mejor sería comprar una báscula con una capacidad superior).

Cuando fui a un gimnasio con una báscula más grande, me pesé y vi que, en cuatro años, había subido 25 kilos.

Fue decepcionante. No es sorprendente, pero es decepcionante. Aún así, en ese punto, ya había establecido un plan.

Para el ejercicio yo caminaría. Ya era un esclav de mi tracking app. Tenía un objetivo diario de 10,000 pasos (aproximadamente 7 kilómetros), así que decidí que quería terminar el año con, al menos, 3.66 millones de pasos. Fue un desafío.

Ahora necesitaba un plan de comida.

Un médico me dijo una vez que tenía una regla simple para perder peso: si sabe bien, escúpelo.

Nunca volví a ese doctor.

Quizás lo que dijo sonaba gracioso, pero me enojó. La comida es un placer y una aventura. Me encanta el sentido del descubrimiento que viene con nuevas combinaciones de sabores. Amo el aspecto social. Y al tiempo que entiendo lo que las personas quieren decir cuando dicen "comete los sentimientos", cocino para expresar mis sentimientos. Si cocino para ti es, probablemente, porque me preocupo por ti. Literalmente es mi lenguaje y no tengo ningún interés en aprender un lenguaje nuevo.

Recuerdo que un amigo tuvo algún éxito con una dieta en la que no podía comer después de las 8 de la noche. Eso no funcionaba para mi estilo de vida, así que lo modifiqué: cada vez que comía por última vez en la noche, no comía de nuevo hasta pasadas 12 horas (más tarde supe que existe un plan de dieta llamado "Plan de Buda", pero en ese momento pensé que era un genio).

Funcionó casi de inmediato. Pronto perdí lo suficiente como para volverme a pesar en mi báscula de casa y vi que perdía medio kilo o un kilo por semana. No fue difícil averiguar por qué. Me sentía obligado a comenzar el temporizador de 12 horas lo antes posible, porque cuanto antes terminaba de comer un día, antes podría desayunar al día siguiente. Esto creó dos consecuencias que funcionaron a mi favor. Primero, dejé de comer bocadillos por la noche. Sin snacks frente al televisor ni medio litro de helado. Segundo, para no pensar en los bocadillos que no podía comer, caminaba.

En su mayor parte, comía lo que quería, solo que un poco menos. Y pasé mucho tiempo escribiendo, lo que me dejó poco tiempo para cocinar. La cena era, a menudo, una simple ensalada que comía mientras estaba frente a la computadora. Si no comía verduras, comía cereales. Prácticamente eliminé la pasta y el arroz, los componentes básicos de mi dieta preferida. Eso duele porque amo los carbohidratos.

Pero me sentía mejor. Pronto, mi ropa comenzaba a irme más grande hasta el punto que tuve que cambiarla. La primera persona que me dijo algo fue el empleado de mi carnicería.

"Te ves bien, ¿estás perdiendo peso?", me comentó.

Hasta ese momento había bajado 30 kilos. Y justo antes de Navidad había caminado 3.66 millones de pasos.

Cuando arrancaba el 2017, no tenía otra cosa más que optimismo puro. Sabía que quería bajar, por lo menos, 25 kilos más y 38 kilos parecía posible.

Desde que alcancé mi objetivo de pasos en 2016, decidí incrementarlo hasta los 4 millones en 2017, lo que quería decir aproximadamente 1,000 pasos adicionales al día. No era gran cosa.

Un problema mayor fue que mi responsabilidad por el libro de cocina en el que estaba trabajando cambió. Estaba casi todo terminado y necesitaba probar recetas. Eso significaba que tenía que cocinar mucho. Y más comida, y deliciosa, en casa.

También significaba que estaría comiendo hasta más tarde. Trabajo en libros además de mi trabajo de redactor en el periódico, por lo que no comienzo a cocinar hasta las 7 de la tarde y, a menudo, termino después de las 10. Eso se convirtió en la cena. Puse mi regla de las 12 horas en pausa, convencido de que esto era a corto plazo y de que estaría bien en uno o dos meses.

El problema es que los buenos hábitos mueren fácilmente. Una vez que se realizaron las pruebas, no volví a caer en esos ayunos. No había ganado peso, pero tampoco había perdido. Me di un descanso.

Luego tuve otro encargo.

Necesitaba probar 60 postres para un libro de cocina italiana en menos de 30 días. Fue fantástico. Había tortas, crostatas, helado y sorbetes, galletas… ¡Había tantas galletas!

Mi política era probar todo lo antes posible y encontrar a alguien más para comer lo que quedaba. Llevé pasteles a la oficina. Envié Budini al trabajo de mi esposa. Escuché que un amigo no había tenido tiempo para cocinar, así que le preparé un plato de golosinas variadas. Si los amigos se reunían, traía un postre. Los guardias de seguridad siempre se esperaban a que les llevara algo dulce a medianoche. Cualquier persona que conocía, por su cumpleaños recibía una caja de galletas de mi parte.

Estaba nervioso. Estaba aumentando, pero no de forma rápida. A final de mes había subido tres kilos, algo que consideré una victoria dada las circunstancias.

Después de terminar ese trabajo, no subí a la báscula durante una semana, solo para dedicarme a unas vacaciones mentales. Cuando me volví a pesar, había subido otros tres kilos.

De repente fue octubre, había subido 6 kilos y no me gustó, excepto cuando estaba comiendo un plato grande de pasta.

No gané más peso durante el resto del año, aunque logré mi objetivo de los 4 millones de pasos (fue molesto aumentar de peso al tiempo que aumentaba mi caminata). El trabajo de libros de cocina que había hecho durante todo el año fue innegablemente un factor para descarrilar mi pérdida de peso.

¿Valió la pena?

No tengo que estar feliz por el efecto secundario, pero aún puedo decir que creo que sí. Hice un trabajo del que estoy orgulloso.

Nunca he sido delgado y nunca lo seré. Tal y como estoy ahora, me gustaría bajar 30 kilos más o menos. Tengo más proyectos en el radar, pero sé que perder peso no tiene que ser complicado. Come con cuidado, evita comer sin pensar, saca las galletas de tu casa lo antes posible, tómate un descanso de vez en cuando y camina.

Esa fue mi receta para el éxito, así que miro al 2018, de nuevo, con optimismo.