
El impacto de la reina Victoria en la sociedad del siglo XIX no se limitó a su papel como monarca del Reino Unido. Según informó National Geographic, su vida personal y sus elecciones marcaron tendencias que aún perduran en la actualidad, desde la moda nupcial hasta las tradiciones navideñas.
Durante su reinado, que se extendió entre 1837 y 1901, Victoria no solo gobernó un mundo en transformación tecnológica, sino que también se convirtió en una figura cultural de enorme influencia, mucho antes de la existencia de las redes sociales.
De acuerdo con el medio antes mencionado, Victoria fue descrita como la “primera monarca mediática” por el historiador John Plunkett, debido a la creciente visibilidad que alcanzó gracias a la expansión de los medios de comunicación de la época.

Su imagen apareció en diarios, grabados y postales, lo que la hizo más accesible para sus súbditos que cualquier monarca anterior. Este fenómeno permitió que sus decisiones personales, desde su vestimenta hasta sus costumbres familiares, se convirtieran en modelos a seguir para millones de personas.
El vestido de novia blanco
Una de las contribuciones más duraderas de Victoria a la cultura moderna fue su elección de un vestido blanco para su boda con el príncipe Alberto en 1840.
Según detalló National Geographic, en aquella época no existía un color predeterminado para los vestidos de novia, y las mujeres solían casarse con su mejor atuendo, independientemente de su tonalidad. Sin embargo, Victoria optó por un vestido blanco, una decisión que transformó este color en el estándar para las bodas.

La historiadora de moda Kimberly Chrisman-Campbell explicó al medio que, aunque el blanco ya era conocido entre las novias más adineradas, la elección de Victoria popularizó esta tendencia a nivel global.
Sally Goodsir, conservadora del Royal Collection Trust, añadió que esta decisión no solo reflejaba la moda de la época, sino que también consolidó el simbolismo del blanco como un color asociado a la pureza y la elegancia en las ceremonias nupciales.
El árbol de Navidad
Otra de las influencias culturales de Victoria se encontró en las celebraciones navideñas. Según National Geographic, aunque los árboles de Navidad ya habían sido introducidos en Gran Bretaña por la reina Carlota, abuela de Victoria, fue la propia reina junto a su esposo, el príncipe Alberto, quienes popularizaron esta tradición.

La pareja real decoraba abetos en sus casas, adornándolos con cadenas de papel, velas y dulces, y colocaba regalos sin envolver debajo de cada árbol.
En 1848, una ilustración de la familia real junto a su árbol de Navidad fue publicada en el Illustrated London News, lo que ayudó a difundir esta costumbre entre la población británica.
Según Goodsir, los árboles utilizados por la familia real probablemente provenían del Gran Parque de Windsor, y cada miembro de la familia, incluidos los nueve hijos de Victoria y Alberto, tenía su propio árbol decorado.
Escocia como destino turístico
El amor de Victoria por Escocia también dejó una marca importante en el turismo británico. Según reportó National Geographic, la reina y el príncipe Alberto visitaron la región con frecuencia, especialmente después de su primer viaje real en 1847.

Este interés real impulsó la creación de itinerarios turísticos que seguían los pasos de la pareja, como los organizados por compañías de barcos de vapor.
En 1852, Victoria y Alberto adquirieron el castillo de Balmoral, una finca en las Highlands escocesas que se convirtió en su refugio personal.
Esta adquisición no solo reforzó el vínculo de la familia real con Escocia, sino que también inspiró a la clase adinerada británica a adquirir propiedades similares en la región, consolidando a Escocia como un destino turístico de prestigio.
El cloroformo y el parto

La influencia de Victoria no se limitó a la moda y las tradiciones, sino que también alcanzó el ámbito médico. De acuerdo a National Geographic, la reina, madre de nueve hijos, experimentó con el uso de cloroformo como anestesia durante el parto de su octavo hijo en 1853.
En una época en la que el uso de anestesia en el parto era controvertido, la decisión de Victoria marcó un cambio significativo en la percepción del dolor asociado al nacimiento. La reina describió su experiencia con el cloroformo como “calmante, tranquilizadora y desmedidamente deliciosa”, según sus propios diarios.
Este testimonio alentó a otras mujeres a considerar el uso de anestesia durante el parto, desafiando las creencias tradicionales que asociaban el dolor con un mandato natural. De este modo, Victoria contribuyó a otorgar a las mujeres mayor control sobre su atención médica.
El duelo como un ritual de vida

La muerte del príncipe Alberto en 1861 marcó profundamente a Victoria, quien adoptó un luto riguroso que influyó en las normas sociales de la época. Según National Geographic, la reina mantuvo la habitación donde falleció su esposo tal como estaba, añadiendo objetos personales y recuerdos.
Además, vistió de negro durante el resto de su vida y limitó sus apariciones públicas, estableciendo un estándar de duelo que fue ampliamente imitado.
Aunque el luto elaborado era común en la era victoriana, la intensidad y duración del duelo de Victoria fueron excepcionales.
Según la historiadora Kimberly Chrisman-Campbell, su ejemplo reforzó la etiqueta del luto, incluyendo el uso extendido de vestimenta negra, que se convirtió en una práctica generalizada en la segunda mitad del siglo XIX.
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