Brunei: la crisis del excéntrico sultanato, entre el fin de la opulencia y la lapidación de gays

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El sultán de Brunei se moviliza es uno de los automóviles con detalles en oro de su flota de miles de vehículos
El sultán de Brunei se moviliza es uno de los automóviles con detalles en oro de su flota de miles de vehículos

Brunéi Darussalam​ o Brunéi hogar de la Paz​ es un país que se encuentra en la isla de Borneo, en el Océano Pacifico. Borneo es la tercera isla más grande del mundo superando por bastante el tamaño de la península ibérica. Sin embargo, Brunei -también conocido como Sultanato de Brunei- solo ocupa una pequeña porción de la gran isla y está compuesto por dos territorios sin frontera común. Para pasar de una parte de Brunei a la otra, es necesario atravesar por Malasia que ocupa parte de la isla de Borneo junto a Indonesia, que posee la parte restante.

Su población no llega a los 500.000 habitantes, aunque es uno de los países con mayor PBI del mundo. Justamente por eso el Índice de Desarrollo Humano que elaboran las Naciones Unidas sitúa al sultanato entre los países con mejor calidad de vida. Los ciudadanos de Brunei no pagan impuestos sobre la renta personal, la salud y la educación son gratuitas y el Estado garantiza el acceso a la vivienda. Al exportar casi exclusivamente gas y petróleo, el combustible y la electricidad no representan gastos importantes en la vida cotidiana.

La gran mayoría de los bruneanos (casi el 80%) son malayos, que no deben ser confundidos con los ciudadanos de Malasia, los malasios. Los malayos son un heterogéneo y antiguo grupo étnico que agrupa a poblaciones que viven en las actuales Malasia, Indonesia, Singapur, Tailandia y Brunei. Los une una lengua común, el malayo o bahasa, y la gran mayoría son musulmanes; por eso en Brunei existe un Estado musulmán.

Brunei, un testigo de la historia de Asia

La historia de Brunei puede remontarse al siglo VII, pero su momento de mayor auge fue entre los siglos XV y XVII cuando llegó a dominar toda la isla de Borneo para luego ser desalojado por los que hoy son sus vecinos. En su mejor momento, incluso, ocupó Manila, la actual capital filipina.

En épocas de la colonización europea Brunei se convirtió en un protectorado inglés, por lo cual el sultán quedó reducido a funciones poco importantes pero, al menos, mantuvo su lugar formal. En los años 60 bajo el mando británico se convocó a las primeras –y hasta hoy únicas- elecciones generales. En ellas triunfó un partido de izquierda que proponía la independencia y terminar con el sultanato. Entre las fuerzas de este último y las de Inglaterra (reforzadas por los tristemente célebres gurkhas nepaleses) terminaron el intento democrático con miles de muertos.

El actual sultán de Brunei, Muda Hassanal Bolkiah, lleva 52 años en el poder.
El actual sultán de Brunei, Muda Hassanal Bolkiah, lleva 52 años en el poder.

Dado que poseía valiosos recursos energéticos, el sultán no quiso integrarse a la Federación Malaya que se conformó en los años 60 y prefirió seguir bajo el mando británico que perduró hasta 1984. La partida de los ingleses fue en excelentes términos, empoderando al sultán e ingresando al pequeño país insular a la Commonwealth. Aun hoy, Inglaterra mantiene una base militar en Brunei.

¿Un sultanato excéntrico o la dictadura perfecta?

Desde su independencia han sido solo dos los sultanes de Brunei: el actual Muda Hassanal Bolkiah y su padre, el antecesor, que abdicó en el año 1967 para darle paso a su primogénito. Al poco tiempo de iniciar su sultanazgo –que ya lleva 52 años- la “crisis del petróleo” llenó de recursos al pequeño Estado y convirtió al joven sultán en uno de los hombres más ricos del mundo.

Tras varios matrimonios y una docena de hijos que descollaron por el extravagante y lujoso nivel de vida que llevaban, la fortuna comenzó a reducirse. No era para menos. Fue tal la fastuosidad y el dispendio que la cadena de noticias CNN bautizó al sultán como el “padrino del exceso”. El sultán es conocido también por poseer miles de autos deportivos, lo que incluye modelos únicos de Ferrari o que Aston Martin y Bentley fabriquen modelos exclusivos para él. Su palacio ocupa una extensión mayor que la del Vaticano y posee poco menos de 2000 habitaciones.

Pero a los descontrolados gastos de la familia se sumó la crisis global de fines de los 90 y esto puso un semáforo rojo sobre la economía del país. En los últimos años la situación empeoró con la caída del precio del petróleo pero, sobre todo, con la reducción de las reservas del sultanato y el anuncio que en dos décadas se acabarán definitivamente. Ante esta coyuntura surgieron las disputas familiares –sobre todo entre el sultán y su hermano- y un aumento del carácter autocrático del poder.

La mezquita del sultán Omar Ali Saifuddin en Bandar Seri Begawan, Brunei.
La mezquita del sultán Omar Ali Saifuddin en Bandar Seri Begawan, Brunei.

Brunei pertenece a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), el MERCOSUR asiático. De los 10 países que lo integran es el único que lleva más de tres años de recesión. Esto trajo consecuencias geopolíticas ya que en la desesperada búsqueda de diversificar su economía, se asoció con China y, a cambio de inversiones en el sultanato, han evitado manifestarse en el complejo conflicto del Mar de China meridional, sobre el que Brunei también tiene costas.

El sultán es la autoridad máxima y se reservó para sí los cargos de Primer Ministro, Ministro de Finanzas, Defensa y Canciller. Además es el líder del Islam, al que acercó gradualmente a visiones radicalizadas. Mientras su familia adquirió fama mundial por sus pantagruélicas fiestas, para el resto de la población está prohibido el alcohol y la vida nocturna.

Mientras tanto no hay libertad de prensa, parlamento, partidos políticos y en los últimos años el sultán buscó implementar la sharía a través de un nuevo Código Penal. Esto colocó a Brunei en los medios de comunicación de todo el mundo ya que se habilitó la muerte por lapidación a los homosexuales y adúlteros, azotes en público a mujeres lesbianas y la amputación de manos y pies por robo. A la vez no se puede difundir otras religiones y están prohibidos las celebraciones de Navidad y hasta la decoración y los cantos típicos de la festividad cristiana.

Ante esto Gran Bretaña amenazó con cortar relaciones diplomáticas y el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, igual que Michelle Bachelet, se manifestaron en contra del proyecto. Figuras como George Clooney, Elton John y Ellen DeGeneres iniciaron un boicot a una decena de lujosos hoteles que posee el sultán de Brunei en Estados Unidos y Europa. Pero la preocupación llegó al sultanato cuando se sumaron a la medida el banco más grande de los Estados Unidos –JP Morgan Chase- y el Deutsche Bank. No es momento para afectar los negocios.

Ante la presión internacional, el sultán anunció una moratoria en la aplicación del nuevo código que ya preveía la pena de muerte, aunque no se ejecutaba desde 1957. Esto refuerza la idea del endurecimiento religioso como una apuesta para aumentar el control social y la prevención ante una crisis que ya se siente, por ejemplo, en el aumento del desempleo joven.

La crisis de Brunei permite repensar la existencia de este tipo de Estados en pleno siglo XXI. A la vez es un aviso para otros, cuyos modelos son similares, y para quienes el cambio en la matriz energética que se anuncia para el futuro, también los llevará a una situación de crisis que pondrá a prueba los fundamentos que dieron origen a sus Estados.

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