
En múltiples ciudades del planeta, consignas y símbolos culturales popularizados digitalmente han acompañado a jóvenes de la generación Z mientras anuncian sus demandas sociales y políticas frente a diferentes crisis. Según informó Europa Press a partir de un reciente estudio de la consultora Deloitte, estos colectivos juveniles, predominantes entre los nacidos de 1997 a 2010, han focalizado sus movilizaciones en el deterioro del bienestar, la corrupción, la desigualdad y la incapacidad de representación dentro de los sistemas de gobierno. La noticia principal reside en la amplia ola de protestas que, sin liderazgos tradicionales y movilizadas a través de redes como TikTok y Discord, desafían respuestas estatales y exigen profundas reformas frente a crisis económicas, climáticas y sociales.
De acuerdo con Europa Press, la Organización Internacional del Trabajo identifica entre las principales preocupaciones de la generación Z el alto costo de vida, la salud mental, el desempleo y la degradación del medioambiente. Todos estos factores han contribuido a un contexto donde jóvenes de Katmandú, Yakarta, Lima, Casablanca o Antananarivo movilizan reclamos colectivos que abarcan desde la inflación hasta los efectos de la Inteligencia Artificial o del cambio climático. El medio detalló que muchos protestan ante el sentimiento de abandono y la creciente percepción de que las instituciones democráticas resultan ineficaces o están alejadas de sus intereses.
Inés Arco Escriche, investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB), declaró a Europa Press que esta generación comparte una extendida frustración ante una clase política tradicional percibida como incapaz de responder a sus inquietudes. Arco resaltó motivos como la corrupción, el nepotismo, la precariedad laboral y educativa, así como la mala distribución de recursos estatales, como motores del descontento juvenil. También apuntó que el futuro que les prometieron resultó estar marcado por barreras estructurales y un entorno institucional que ha respondido a las movilizaciones con represión y violencia, lo que alimenta una creciente brecha de confianza entre las autoridades y los jóvenes movilizados.
Las recientes expresiones de descontento han destacado por su organización descentralizada y la ausencia de jerarquías visibles. Según consignó Europa Press, esta característica permite un mayor alcance y participación de diversos sectores, aunque dificulta la prevención de incidentes y actos de vandalismo o la infiltración de actores externos con agendas distintas. Los pocos elementos de identidad compartida, como la bandera pirata de la serie de anime japonesa One Piece, han cobrado importancia como símbolo de lucha contra las injusticias y han amplificado el sentimiento de pertenencia gracias a conexiones culturales globalizadas. Europa Press especificó que este emblema ha transitado de Indonesia a Nepal, de Nepal a Filipinas, Marruecos y Madagascar, ilustrando la facilidad con la cual referentes culturales viajan y se adoptan en distintos países.
El reportaje recordó antecedentes históricos de movimientos similares, como la Primavera Árabe en 2011, la Revolución de los Paraguas en Hong Kong en 2014 y Black Lives Matter en 2020, aunque puntualizó que, en el caso de la generación Z, las huelgas y protestas buscan transformar paradigmas generales más que derrocar regímenes concretos. El análisis de Europa Press subrayó que las protestas suelen emerger en respuesta a episodios particulares de abuso o injusticia, pero adquieren matices propios en cada país en función de los actores y circunstancias locales.
En Indonesia, protestas masivas se desencadenaron por el anuncio de dietas parlamentarias con montos que casi multiplicaban por diez el salario mínimo local, situación agravada por la muerte de un repartidor durante una intervención policial. En Timor Oriental, la compra de vehículos oficiales para legisladores activó la indignación. En Kenia, reportó Europa Press, el fallecimiento de un bloguero bajo custodia policial fue el detonante inicial, pero las manifestaciones persisten por la propuesta del presidente William Ruto de incrementar los impuestos en un país con un agudo cuadro económico.
Otros escenarios, como Marruecos, han vivido movilizaciones a raíz de la muerte de ocho mujeres en un hospital público de Agadir, lo que sumó demandas para la mejora de los sistemas de salud y educación. En ese país, el movimiento GenZ 212 lideró convocatorias en respuesta a la percepción de que la inversión estatal prioriza grandes eventos deportivos sobre necesidades sociales urgentes. De acuerdo con Europa Press, situaciones similares han sucedido en Nepal, donde la prohibición de acceso a redes sociales catalizó la protesta estudiantil. En este contexto, el nombramiento de Sushila Karki como primera ministra, tras la dimisión de Sharma Oli y su propuesta a través de la plataforma Discord, significó un reconocimiento inusual a la influencia de estos colectivos digitales.
Bangladesh fue escenario de enfrentamientos entre estudiantes y el gobierno; según Europa Press, las protestas forzaron la salida de la ex primera ministra Sheij Hasina, quien abandonó el país y dejó el poder bajo la conducción de Muhammad Yunus, iniciando así un proceso de transición y reforma del sistema de cuotas que originó las manifestaciones. El medio detalló que no todas las movilizaciones han derivado en resultados positivos para los jóvenes. En Madagascar, la cúpula militar-política utilizó las protestas como una oportunidad para tomar el poder después de la caída del presidente Andry Rajoelina, ilustrando cómo la falta de conexión con otros actores institucionales puede desvirtuar las demandas iniciales y derivar en salidas autoritarias.
Europa Press informó que en Perú, tras la destitución de la presidenta Dina Boluarte bajo la figura de “incapacidad moral permanente” y frente al aumento de la inseguridad, los jóvenes continuaron sus reclamos bajo el nuevo gobierno de José Jerí, con el asesinato de un rapero por un funcionario policial como catalizador de una nueva oleada de protestas. De esta manera, los casos evidencian patrones transversales de movilización juvenil, caracterizados por la exigencia de reformas estructurales y una pronunciada desconfianza hacia las soluciones ofrecidas por los actores políticos tradicionales.
A través de sus movilizaciones, la generación Z plantea no solo una demanda de reivindicación puntual, sino que evidencia una transformación en la forma de participación política y social, reflejando cambios en la relación entre ciudadanía joven, instituciones y poder político en diversos contextos internacionales.
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