El mejor Djokovic, en el peor momento

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Santiago Aparicio

París, 5 ago (EFE).- Irrumpió de pronto en París el mejor Djokovic en el peor momento para Carlos Alcaraz como días antes lo fue para Rafael Nadal, a los que quitó de en medio en su obsesiva carrera hacia la medalla de oro olímpica, el único cromo por pegar en su nutrido álbum de éxitos, la pieza necesaria para abrochar una hoja de méritos inigualable.

A los veinticuatro Grand Slam, siete Finales ATP, todos los Masters 1000 en juego, más semanas como número uno y un título de la Copa Davis, el serbio de 37 años, en su última oportunidad escaló a lo más alto del podio de París 2024 y logró su segundo metal en unos Juegos, después del bronce de Pekín 2008, pero sin duda el más valioso.

"Se me resistía, conseguí el bronce en mis primeros Juegos y no pude ganarla en los tres siguientes. Estar aquí con 37 años frente a uno de los mejores rivales del mundo, que acaba de ganar Roland Garros, que tiene un tenis de enorme calidad convierte a este en el mayor éxito de mi carrera", reconoció.

Djokovic se reivindicó y dio una nueva voz al mundo. En un año plagado de sinsabores, sin títulos de Grand Slam, arrinconado por el impulso de Alcaraz y de Jannik Sinner, el balcánico que mantiene en lo alto la vigencia del "big three" que parece que se deshace y se mantiene.

El balcánico, con el alta casi recién recibida de la operación en el menisco derecho, que por si acaso juega con una protección en la zona, marcó territorio al líder de la camada que ha irrumpido con fuerza en el tenis actual y parece dispuesto a asentarse. Los grandes, de hecho, son cosa de ellos. Sinner el Abierto de Australia y Wimbledon y Roland Garros de Alcaraz. Pero el oro olímpico es de Djokovic, que mira de frente ya a Andre Agassi, Steffi Graf, Serena Williams y Rafael Nadal, los cuatro únicos que presumen de tener alguna vez todos los majors la medalla principal de los Juegos.

Djokovic ya ha cumplido y el 2024 ya tiene motivo de ser. Pasó por encima de sus rivales y no perdió ningún set. Derribó, en segunda ronda, las ilusiones individuales de Rafael Nadal, con el que ha mantenido una rivalidad eterna, interminable, y que pensaba en resurgir, en volver en París 2024, en darse una nueva oportunidad después de un año arrinconado por las lesiones y antes de afrontar la realidad de su futuro.

Con noventa y nueve éxitos a sus espaldas el serbio afronta el último tramo del curso con los deberes hechos y Nueva York en el horizonte para alimentar los registros de su botín. Allí mira Alcaraz, la plata olímpica, el ganador de cuatro Grand Slam que bate registros de precocidad y que tiene toda una carrera por delante. El futuro.

"¿Djokovic el mejor de la historia? No hay ningún torneo que no haya ganado. En cuestión de números no puedo decir otra cosa. Todo lo que se ha propuesto lo ha logrado. Al final en cuanto a números y estadísticas es el mejor de la historia, pero hay otros factores que entran en la lucha y no puedo decir para mi quién es el mejor de la historia. En cuanto a números, sí", opinó el murciano.

Era Alcaraz la principal baza, una opción segura de medalla y cumplió. En su primera experiencia subió al podio, tal y como aventuraban los pitonisos. Independientemente del color. Las demás opciones eran un añadido. Llegó Nadal a segunda ronda y ahí paró. Pedro Martínez y Jaume Munar se estancaron en la primera. Y también Marcel Granollers y Pablo Carreño, en uno de los dobles.

Porque Nadal y Alcaraz, juntos, fue la gran sensación olímpica desde el principio. Desde que llegaron a la Villa Olímpica no hubo más atracción, mas clamor, más demanda que la unión del balear y el murciano. Nadie más que Rafael Nadal en París. Un icono, una leyenda. Imagen de la ceremonia de apertura olímpica, antorcha en mano, ningún personaje genera más admiración ahora que el triunfador catorce veces en Roland Garros. Arrastra masas.

La Philippe Chatrier se rinde al balear cada vez que llega. Le despidió con fervor cuando perdió en individual y se aferró al sueño del dobles con Alcaraz para evitar su marcha. Duraron hasta cuartos de final. El presente eterno que representa Nadal y el futuro inmenso que es Alcaraz.

El premio extra llegó del dobles femenino, con Sara Sorribes y Cristina Bucsa que lograron una medalla que se coció a fuego lento. Poco a poco, sin ruido, de tapados. Tuvieron un adiós temprano de individuales pero como equipo llegaron hasta el último día. En nueve partidos solo han perdido uno. El de semifinales. Después ganaron el bronce. Un metal más para seguir los éxitos de Conchita Martínez, Arantxa Sánchez Vicario, Virginia Ruano o anabel Medina, su capitana, otras que en ediciones anteriores se colgaron algún metal.

Echó el cierre Roland Garros y con ellos el tenis en los Juegos. Con las retiradas para siempre de Andy Murray, solo jugó en dobles y luchó como siempre h asta el final, y de Angelique Kerber que mantuvo el tipo hasta que la campeona olímpica femenina Qinwen Zheng le privó de luchar por una medalla. EFE

apa/jap

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