Vinicultura conectada para hacer frente a la amenaza climática

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Drones, umbráculos fotovoltaicos, lámparas anticongelantes... Ante los caprichos climáticos que se multiplican y devastan los campos, los vinicultores franceses depositan sus esperanzas en las nuevas tecnologías para seguir produciendo vino en el futuro.

En 2021, episodios de heladas, granizadas y lluvias estivales, además de la enfermedad mildiu en numerosas vides, hicieron caer la producción vitícola francesa a "un nivel históricamente bajo", según el ministerio de Agricultura.

De ahora a 2050, esta "catástrofe histórica" tiene más del 60% de riesgo de volver a producirse, estima a AFP Serge Zaka, experto en agroclimatología.

"Los inviernos son más dulces, la vid se despierta antes y se quema cuando llegan las heladas", explica.

Cada vez aparecen más tecnologías para anticipar los fenómenos meteorológicos extremos y para saber dónde y con qué medios los agricultores deben actuar.

Por ejemplo, la solución Prevent de la empresa ITK donde trabaja Zaka recopila datos meteorológicos y del estado de desarrollo de la vid para estimar las pérdidas de rendimiento durante episodios severos como las heladas.

Por su lado, los drones de la empresa emergente Chouette detectan las parcelas que han sufrido los efectos del hielo gracias a imágenes de precisión y la inteligencia artificial.

También existen otras técnicas, algunas ancestrales: velas, aspersión de agua, remover el aire con helicóptero... Pero estas soluciones puntuales requieren importantes recursos financieros o humanos.

Deborah Ducamp, habitante de Médoc, cerca de Burdeos (suroeste), lanzó en 2020 Wine Proteect. Es una lámpara anticongelante alimentada por energía solar con seis campanas que se sitúa en la cepa y, gracias a unos sensores, se activa en caso de helada.

La empresaria asegura haber despertado interés de las bodegas por este prototipo que supone una inversión a "largo plazo".

"Al principio no será para todo el mundo. Pero poco a poco, llegaremos a optimizar precios", explica.

En Tresserre, en los Pirineos Orientales (sureste), cerca de la frontera con España, Pierre Escudié lamenta "años de sequía y canícula que se acumulan" en vides plantadas en un suelo granítico y cuyo rendimiento ya es "muy pobre".

"No habrá más viñedos en nuestras laderas de aqui diez o quince años", alerta.

- La tecnología no basta -

Los productores de esa zona recuerdan todavía que el termómetro llegó a alcanzar los 46º C en junio de 2019.

"Un fuerte calor asociado al mistral o la tramuntana (vientos del noreste y norte en la región, ndlr) provoca un efecto de +secador de pelo+ y quemadas en los racimos", dice Serge Zaka.

Las uvas se secan y se concentran en azúcar, lo que hace aumentar el grado de alcohol durante la fermentación. La calidad gustativa del vino también queda alterada por el desequilibrio entre azúcar y acidez.

En 2018, Pierre Escudié recurrió a los umbráculos fotovoltaicos de la sociedad Sun'Agri para proteger las parcelas de los recurrentes "golpes de sol".

Controlados a distancia gracias a sensores de iluminación, temperatura, viento o humedad, las persianas se orientan automáticamente para hacer de barrera ante el sol o las intemperies.

Cécile Magherini, directora general de Sun'Agri, indica que las persianas pueden reducir en 4 o 5 ºC las temperaturas en verano.

Además, también "limita la evapotranspiración del viñedo y podemos ahorrar hasta un 30% de la aportación hídrica", indica.

Otra ventaja para Pierre Escudié porque el agua es cada vez "más rara y más cara" en esta región mediterránea.

Gracias a los datos agrometeorológicos, la solución Vintel de ITK anticipa el estrés hídrico de los viñedos por un regadío más inteligente.

Pero "la tecnología no salvará sola a la vinicultura. Debe ir acompañada de nuevas prácticas culturales sostenibles", advierte Serge Zaka.

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