Tras la guerra, la difícil vida de los desplazados de Nagorno Karabaj

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A 200 kilómetros de su tierra, allegados, amigos y vecinos de Arman Sarkisian, fallecido hace tres meses en Nagorno Karabaj, se congregan en un cementerio militar de Ereván para un último adiós, dos días después que sus padres identificaran su cuerpo.

Hadrut, pequeña localidad de 4.000 habitantes de la que todos son oriundos, quedó bajo control azerbaiyano tras la derrota de Armenia en la guerra de septiembre a noviembre por el control de este enclave separatista.

Para congregarse y despedir al joven de 20 años, cuyo cuerpo fue entregado recientemente, solo les quedaba este cementerio con vistas a la capital armenia, lejos de su Hadrut natal.

"Aquí es donde se reúne ahora el pueblo. En el funeral de nuestros hijos", lamenta Margarita Karamian. Detrás de ella, la música de una banda militar cubre los sollozos de hombres y mujeres en duelo.

"Su familia también habría querido enterrarlo en Hadrut, pero esto es ahora imposible", agrega la mujer de 58 años.

Entre los habitantes de Nagorno Karabaj refugiados en Armenia, muchos como ella temen ahora no poder volver nunca a sus hogares.

El alto el fuego, firmado tras seis semanas de combates bajo la égida de Moscú, concedió importantes ganancias territoriales a Bakú en una región marcada por la primera guerra de los años 90, que dejó cientos de miles de refugiados.

- Alcalde sin ciudad -

En otoño, Margarita Karamian y el resto de habitantes de Hadrut huyeron con algo de ropa, dejando atrás sus casas y casi todas sus posesiones.

Ahora, vive con su marido, su hijo y la familia de este último en un apartamento que alquilan en Ereván. Y todos deben aprender a empezar de cero.

"Al inicio, pensábamos que solo nos marcharíamos temporalmente", agrega Karamian.

La mayoría de los exhabitantes se instalaron en Ereván o en sus alrededores. Algunos decidieron vivir en Nagorno Karabaj, en territorios bajo control todavía de Armenia, pero otros emigraron a Europa o a Rusia.

Aunque el gobierno armenio otorga una ayuda mensual a los desplazados, Margarita Karamian teme que no dure. "Vivimos en la incertidumbre. No sabemos lo que nos depara el futuro", confiesa.

Vajan Savadian, de 35 años, se convirtió en un alcalde sin ciudad.

Pese a dirigir aún la administración local, esta está dividida entre Ereván y Stepanakert, la capital de la república autoproclamada de Nagorno Karabaj, que se encuentra en territorio azerbaiyano.

Savadian emplea su tiempo en intentar hallar un alojamiento permanente para sus antiguos vecinos, ahora desperdigados.

"Es difícil pero debemos adaptarnos y no perder la esperanza, continuar avanzando", explica.

- "Esperar y desear" -

En una residencia de estudiantes perteneciente a la principal universidad de Ereván, en las afueras de la ciudad, los desplazados ocupan cuatro pisos enteros.

A causa de la pandemia de coronavirus, muchas habitaciones estaban libres y los cursos eran virtuales cuando llegaron, pero ahora las clases deben reanudarse y el espacio disminuye.

Tres generaciones de la familia Saakian viven en dos habitaciones.

"En Hadrut, teníamos una casa, tierras, un jardín... todo", enumera Arman Saakian, de 35 años, que sólo pudo tomar su pasaporte, su teléfono y una manta para los niños al huir de las tropas azerbaiyanas.

"No estamos enfadados por haber tenido que dejar nuestras posesiones. Estamos enfadados por haber abandonado nuestra tierra ancestral, las tumbas de nuestros abuelos", asegura la hermana de Arman, Maria Petrosian.

Para esta mujer de 38 años, la prioridad es ahora encontrar para su familia una nueva casa en Armenia, aunque sin olvidar nunca su pueblo de Nagorno Karabaj.

"No sabemos si algún día será posible [volver]. Solo podemos esperar y desear", explica la mujer. "Si es posible, lo haremos con gusto", subraya.

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