La pandemia sume en la angustia a los presos de Medio Oriente y Magreb

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La pandemia del coronavirus sume en la angustia a centenares de miles de presos hacinados en prisiones de Medio Oriente y Magreb, donde más países adoptan medidas de confinamiento para frenar la propagación de la covid-19.

Aunque algunos gobiernos han respondido al llamado lanzado por defensores de derechos humanos de liberar a presos, otros siguen haciendo oídos sordos.

Desde marzo, Irán ha puesto en libertad temporalmente a 100.000 presos. Argelia, Marruecos y Túnez han soltado a miles de detenidos y Baréin a centenares.

En Argelia, que está entre los países más afectados de África por la pandemia con 2.070 contaminaciones y 263 muertos, el presidente Abdelmajid Tebboune ha indultado a 5.000 detenidos a principios de abril.

Sin embargo el gobierno argelino, que aplica un confinamiento parcial, ha suspendido las visitas a los locutorios hasta nueva orden, invocando el riesgo de contaminación.

Para Kaddour Chouicha, militante de derechos humanos, "el confinamiento es un castigo suplementario para los detenidos".

El propio Chouicha estuvo encarcelado en diciembre por haber participado en las manifestaciones del  "Hirak", el movimiento de protesta contra el sistema político surgido en Argelia en febrero de 2019.

- "Se incuba una catástrofe" -

Desde el principio de la pandemia las autoridades egipcias rehúsan de forma obstinada evacuar las prisiones donde se hacinan más de 100.000 detenidos según las ONG.

Y pese a que el número de contaminados crece en el país, nuevos disidentes políticos han sido arrestados.

Una verdadera "catástrofe se está incubando en prisión" debido a la insalubridad y la superpoblación carcelaria, indica a la AFP un antiguo detenido por sus opiniones, que requiere el anonimato.

Liberado en 2015, este escritor estuvo encarcelado dos años en la prisión de Borg al Arab, cerca de Alejandría (norte), donde compartía una celda con 25 detenidos.

"Soñábamos con que la puerta metálica de nuestra celda se abriera, cuando solo conducía a un corredor donde se hallaba un  guardián (...) Pero eso ya significaba mucho para nosotros", relata.

Denuncia asimismo las sórdidas condiciones de su detención, como el simple agujero cavado en el suelo que les servía de retrete.

A la hora de acostarse, era imposible dormir boca arriba por falta de espacio, y todos los ocupantes de la celda debían hacerlo de costado, según relata.

"Es algo que te destruye psicológicamente", dice el escritor.

- "Angustia" -

En Siria, país azotado por una guerra desde hace nueve años, la pandemia de covid-19 ha atraído la atención hacia la situación de los presos políticos.

Wafa Mustapha, una militante siria, que participó en campañas ante Naciones Unidas y la Cruz Roja para forzar al presidente Bashar al Asad a evacuar las prisiones, se preocupa asimismo por la salud de su padre.

"Hace 2.464 días que mi padre está en los calabozos de Asad. Siete años que vivimos con miedo, tristeza, cólera, esperanza (...) Ahora, con el desastre de la covid-19, es más difícil que nunca" dice uno de sus mensajes en Twitter, acompañado por una foto de ella con su padre.

En Teherán, el locutorio de la prisión de Evin es el "lugar ideal para que se propague el virus" según Reza Khandan, esposo de la abogada Nasrin Sotudeh, encerrada desde marzo de 2019, que ha descrito los riesgos a los que se exponen los detenidos y sus familias en su página Facebook.

Con más de 4.800 muertos, Irán es el país más afectado por la pandemia en Medio Oriente.

Pesimista, Laleh Khalili, profesora de Ciencias políticas en la universidad de Queen Mary en Londres, duda de la capacidad de los Estados autoritarios para proteger la salud pública.

"La amenaza de la enfermedad puede servir incluso como instrumento para aterrorizar a los presos", cuya "angustia" jamás será prioritaria en los países de la región, más preocupados por la seguridad que por la "salud de sus ciudadanos", afirma.

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