Cuando hay hambre, la cuchara rasca hasta el fondo de la olla. En las elecciones pasa lo mismo. A la caza de esos pocos puntos que definirán si habrá o no ballottage el próximo 22 de noviembre, periodistas, expertos y partidos políticos volvieron a traer esta semana un viejo debate que parecía zanjado: los alcances del voto en blanco.
En esa discusión, la ley y la jurisprudencia diferencia dos tipos de votos: los afirmativos y los válidos. Los primeros son aquellos en los que se coloca una boleta partidaria oficial con los candidatos que se presentan al comicio. Los segundos, en cambio, incluyen a los votos en blanco. La norma considera que esa opción debe ser respetada y registrada en el escrutinio ya que se trata de una manifestación de la voluntad política del elector.
En las PASO, la fórmula oficialista Daniel Scioli-Carlos Zannini obtuvo el 38.41% de los votos afirmativos. A raíz de la distancia que mantiene con sus seguidores directos - el frente Cambiemos, con el 30,12%, y el UNA, con el 20,57 por ciento- el Frente para la Victoria quedó a menos de dos puntos de ganar la Presidencia en primera vuelta.
En una coyuntura donde cada punto vale, el impacto del voto en blanco pasa a ser crucial. En agosto hubo depositados en las urnas 989.823 sobres vacíos, el 4,27% de los sufragios emitidos. Aunque los encuestadores - según el blog de Andy Tow- promedian para este domingo un 2,5% de votos en blanco, el porcentaje es relevante porque podría replicarse lo ocurrido en el ballottage de la Capital Federal. Aquella vez, la diferencia entre los candidatos Martín Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta fue menor a la suma de votos en blanco y nulos. En las presidenciales, esa cantidad podría ser igual o mayor a los puntos necesarios para que haya segunda vuelta.
Una polémica reinstalada
Existen dos interpretaciones sobre cómo se computa el voto en blanco. Una de ellas es la que sostiene que para la distribución de cargos deben computarse el conjunto de los votos válidos emitidos en las urnas; es decir, que se incluyan también los blancos. Por ejemplo, es un criterio que se aplica para los competidores de las PASO. La ley 26.571 de Reforma Política sancionada en 2009 establece para las alianzas electorales un piso de 1,5% de los "votos válidamente emitidos" para que puedan competir las elecciones generales.
Si se incluyen los votos en blanco registrados en las primarias, Daniel Scioli habría obtenido el 36,69% de los sufragios válidos, mientras que Cambiemos tendría 28,57% y el UNA, el 19,52 por ciento. En esa lectura, el gobernador oficialista necesitaría más voluntades para obtener el 40 por ciento anhelado que lo ubique en las puertas de la Casa Rosada, siempre y cuando haya una diferencia de 10 puntos con su perseguidor inmediato.
Sin embargo, las elecciones generales no siguen este criterio. La Constitución Nacional es precisa al respecto y plantea que los sobres vacíos depositados en las urnas no se contabilizan para la asignación de los cargos. En su artículo 97 y 98, la Carta Magna establece que deben computarse únicamente los "votos afirmativos válidamente emitidos" para proclamar ganadora una fórmula presidencial. En otras palabras, se incluyen en la medición solo los votos con boletas de candidatos, mientras que los nulos y blancos se descartan.
La interpretación tiene su lógica: sería un sin sentido incluir en el cálculo global a los que optan rechazar todas las propuestas electorales. Así lo sostuvo un fallo de la Cámara Nacional Electoral en la causa "Malamud", del año 2002: "Son los votos válidos afirmativos los que cumplen tal finalidad al haber existido una intención clara por parte del elector de atribuir los cargos en disputa a los representantes (...) el voto en blanco, en cambio, si bien se trata de una herramienta valiosa que permite a los votantes manifestar su disconformidad con todos los candidatos y propuestas (...) representa una manifestación válida aunque (implica), en los hechos, una abstención de elegir entre las diversas propuestas formuladas en un sistema legal de sufragio obligatorio".
Aún cuando legalmente la cuestión está saldada, los apoderados del Frente Renovador de Sergio Massa presentaron ante la justicia una "acción declarativa de certeza" para que el voto en blanco sea computado en el recuento como cualquier otro voto afirmativo y así, complicar las chances de Scioli para llegar al 40% y ganar en primera vuelta.
"Es un debate que tiene más años que esta coyuntura electoral. Estamos pidiendo que el que el voto de no elegir a ningún candidato no sea igual al del que lo anula. Los que fueron a votar (y lo hicieron en blanco) tomaron una decisión, por lo tanto debe tratase como voto afirmativo", señaló Sebastián Galmarini a InfobaeTV.
Hasta ahora, la Justicia mantuvo el status quo, aunque no se expidió sobre la cuestión de fondo. El juez federal de Chaco, Rubén Skidelsky, se declaró incompetente para resolver el planteo formulado por el massismo, mientras que la juez federal con competencia electoral María Servini de Cubría rechazó por "falta de legitimación" una presentación similar formulada por un particular, el abogado Isaac Wieder. Por su parte, fuentes del macrismo confirmaron a Infobae que finalmente no presentarán un recurso para que el voto en blanco sea considerado afirmativo, pese a que el tema fue analizado por el partido.
Cómo afecta numéricamente en el cálculo
Entonces, ¿qué consecuencias tiene votar en blanco? ¿Beneficia a algún candidato en particular? En tiempos donde oficialistas y opositores buscan instalar la necesidad del "voto útil", la opción tiene el efecto de que el elector se auto excluya de la competencia.
Por ejemplo, si se pronunciaran 1000 personas en las urnas y 100 de ellas votaran en blanco, la base de cálculo para dirimir los candidatos vencedores y los puntos porcentuales debería hacerse sobre el universo de 900 electores. En otras palabras, no aumenta ni reduce las chances de ningún partido en particular. Tampoco afecta directamente los porcentajes; es como el voto nulo o no asistir al comicio.
Por lo tanto, lo determinante es si el electorado sabe cómo afecta este tipo de voto a la elección. Entre los mitos más usuales, algunos creen que beneficia directamente al que lidera la intención de voto, mientras otros piensan que se contabiliza en los porcentajes finales.
"El perfil del que vota en blanco va cambiando en cada elección. Por lo general, se trata de un sector que tiene un menor nivel de conocimiento, no le interesa o no sabe directamente sobre el proceso eleccionario. Es un voto más que está en contra de todo pero que, si supiera que favorece a alguna situación en particular, seguramente lo repensaría", reflexionó Mariel Fornoni, de la consultora de opinión Managment & FIT.
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