Es la primera vez que sucede en la Ciudad de Buenos Aires: más de la mitad de los votantes no eligió al ganador. En lo que fue el triunfo más ajustado y la mayor remontada desde que en 1996 se estableció el ballottage en la Ciudad, el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, se impuso por apenas 3,28% sobre su rival Martín Lousteau, quien recibió un amplio respaldo del kirchnerismo. La diferencia entre ambos es menor a la sumatoria de votos blancos y los nulos, que podrían haber cambiado los resultados del escrutinio.
La victoria no fue tan dulce para el PRO, que esperaba un triunfo por una diferencia que rondara el 10% para aprovechar el envión de cara a las primarias nacionales. En la segunda vuelta del 2007, Mauricio Macri se impuso con el 60,94% de los votos ante el kirchnerista Daniel Filmus y en 2011 logró su reelección con el 64,27% frente al mismo rival. Es decir que el 51,64% que recibió Rodríguez Larreta implicó una caída del 12,63% en el apoyo que tuvo el PRO con respecto a los últimos comicios generales.
Aún así, el funcionario porteño sumó unos 28 mil votos desde la primera vuelta. La explicación de la estrecha victoria no está en su performance, sino en la brutal escalada de Lousteau, que fue la más importante desde que existe el ballottage en territorio porteño: en las dos semanas que duró la campaña, el candidato del ECO añadió más de 340 mil votos en su haber.
Buena parte de ese crecimiento tiene que ver con que pese a que todos los derrotados en la primera vuelta llamaron a votar en blanco, sus electores no se manejaron orgánicamente. Con el 21,50% de Mariano Recalde (FpV), el 3,8% de Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad) y el 3,05% de Myriam Bregman (FIT), la suma de las tres fuerzas daba 28,35%. Esto quiere decir que casi el 80% de los ciudadanos que los apoyaron no votaron en blanco ni anularon su sufragio y demuestra que evidentemente hubo un masivo apoyo del kirchnerismo a Lousteau.
El análisis de los números del escrutinio provisorio dejó otros dos datos interesantes. Por un lado, el ausentismo fue muy alto. La participación fue del 69,38%, apenas por encima del mínimo histórico del 68,5% en 2007. La baja fue del 3,66% con respecto a la primera vuelta. Quizás la explicación se debió a que el ballottage se pisó con el primer fin de semana de las vacaciones de invierno.
Por último, el voto en blanco sí fue récord, pero se debió a la considerable merma del voto nulo, probablemente por la implementación de la Boleta Única Electrónica. Aún así, la suma de ambos trepó al 5,90% y rozó el máximo de 6 puntos porcentuales que alcanzó en 2007. A su vez, la diferencia con la primera vuelta fue importante, ya que estuvo a un paso de triplicarse en el ballottage, tras el 2% del 5 de julio.
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