Nueva metáfora y un principio de solución

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El autor es Profesor de Sociología en la Universidad Austral. Autor del libro Los valores en el discurso público.

Los debates sobre valores se suelen desgranar en matices y tecnicismos. Sin embargo, cada una de las posturas construye un marco general de argumentación. Esta perspectiva ha dado origen a la teoría del framing (encuadre) y George Lakoff ha resaltado su utilidad para analizar la política. Desde su enfoque, toda discusión pone en juego metáforas que expresan la posición frente a un tema y organizan de modo coherente los elementos particulares. ¿Qué pasaría si analizáramos el debate sobre el aborto provocado desde esta perspectiva? En mi opinión, a la vez que el debate sobre el aborto enfrenta a dos posiciones históricas, se constata el surgimiento de una posición emergente como posible alternativa superadora.

La metáfora inicial podría denominarse "aborto-asesinato". Sostenida por los más conservadores, en esta perspectiva el "niño por nacer" es la víctima y se estigmatiza a la madre como asesina. Se caracteriza por apelar a imágenes sangrientas y a fuertes palabras de repudio.

La metáfora despenalizadora promueve un "aborto-derecho". La mujer es víctima de una opresión de su libertad y se la excluye del sistema de salud, condenada a una riesgosa clandestinidad. El sujeto "niño por nacer" se disuelve en el cuerpo de la mujer y se transforma en un objeto. El recurso a cifras e índices, así como la exposición de casos extremos que presionan buscando excepciones, apuntalan el marco reformista. Se acepta que nadie quiere un aborto, pero se indica que es un mal menor que salva a la mujer.

El conflicto entre estas metáforas es irresoluble y cada sector excluye al otro como un daño para la sociedad, en una recíproca acusación de asesinos. Lo que parecieran no percibir ambas posturas es que comparten una visión común fundamental: la metáfora emergente "aborto-tragedia". De forma absoluta o como mal menor, nadie celebra el aborto como algo positivo. Esta postura construye un puente que salva las intenciones de cada parte, sin dejar de señalar que el aborto es la falsa solución de una sociedad indiferente que busca deshacerse del problema sin asumir su responsabilidad. Este marco considera a la mujer y al "niño o niña por nacer" como víctimas de una situación de vulnerabilidad, que deben ser protegidas.

La dicotomía asesinato-derecho queda atrapada en una pugna ideológica. El reconocimiento del aborto como una tragedia social, como un fracaso, está creando una nueva sensibilidad que puede abrir un horizonte de solución en la que todos y todas centremos nuestros esfuerzos en cuidar a las víctimas.