Mejor prevenir que curar: la importancia de la medicina preventiva

Posee un campo de acción tan amplio que comprende al individuo desde el momento de la concepción hasta las etapas finales de su vida. Hoy gracias a las nuevas tecnologías al servicio del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades se puede vivir mejor pero es necesario tener una mayor sensibilidad frente a la prevención

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Desde la antigüedad, los médicos nos hemos ocupado de "curar" las afecciones de nuestros pacientes. Si bien la medicina lograba resonantes triunfos en esa labor, otras veces las enfermedades cumplían con su cometido y el paciente fallecía o quedaba con importantes secuelas. Hoy, gracias a los métodos de diagnóstico y tratamiento, perfeccionados en el último tiempo gracias al fantástico progreso tecnológico, tenemos un aliado más en esta lucha. No obstante, ello no nos asegura que una vez que aparece una enfermedad sea posible lograr la curación o evitar las consecuencias.

En las últimas décadas, se han consolidado diversas conductas médicas tendientes a anticipar en el desarrollo de las enfermedades. A través de la prevención, ha sido posible disminuir la tasa de mortalidad de muchas de ellas. Y se han organizado formalmente los Servicios de Medicina Preventiva, con el objeto de acercarnos aún más al verdadero significado de la palabra salud, una situación de bienestar físico, mental y social con ausencia de enfermedad.


Antes que curar

El ideal de esta rama de la práctica médica es la prevención primaria, es decir, evitar que aparezcan las enfermedades. Esto se consiguió, por ejemplo, con las campañas de vacunación. Un gran número de infecciones se previene a través de inmunizaciones rutinarias que involucran a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Hoy disponemos de un amplio espectro de vacunas seguras y efectivas contra numerosas enfermedades infecciosas, como difteria, tétanos, poliomielitis, sarampión, rubéola, paperas, varicela, gripe, hepatitis A y B, meningitis, neumonía e, incluso, las infecciones por el virus HPV, que puede causar cáncer y verrugas genitales en personas de ambos sexos.

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Otro rol clave de la prevención primaria a través del cual se obtienen importantes resultados es la promoción de cambio de hábitos y conductas sociales generadoras de enfermedades. Existen evidencias claras que relacionan al consumo de tabaco con una serie de tumores y de enfermedades pulmonares y cardiovasculares. Además, durante el embarazo aumenta la incidencia de partos prematuros, abortos y muerte fetal. Por sus graves consecuencias para la salud, existen programas especiales para ayudar a los fumadores a librarse de su adicción. Además del tabaquismo, el alcoholismo, las lesiones viales, el sedentarismo, la mala alimentación, las prácticas sexuales de alto riesgo y la drogadicción plantean un complejo desafío para la prevención primaria.

Es fundamental mostrar con claridad cuáles son los peligros y los beneficios, y saber transmitir el impulso necesario para el cambio a quienes desarrollen actividades que impliquen un riesgo para la salud.

La detección temprana

Cuando no es posible evitar que la enfermedad ocurra, la prevención secundaria está orientada a identificar personas que estén atravesando etapas tempranas de una enfermedad sin manifestar aún síntomas, con el fin de evitar futuras complicaciones. Este es el caso de las campañas contra el colesterol elevado, la hipertensión arterial, el cáncer de mama y la infección por el virus del sida, entre otras.

El tabaquismo, la hipertensión arterial, el colesterol elevado y la diabetes son factores de riesgo que actúan en forma conjunta lesionando las arterias, por lo que pueden favorecer los infartos de miocardio o la trombosis cerebral. También aumentan la incidencia de insuficiencia cardíaca y hemorragia cerebral. Está demostrado que el adecuado control de los factores de riesgo cardiovascular disminuye sensiblemente estas complicaciones, por lo que es muy importante detectarlos en forma temprana, para poder instituir un programa terapéutico eficaz que los normalice. La obesidad, el sedentarismo y el estrés contribuyen también al desarrollo de las alteraciones cardiovasculares y deben tenerse en cuenta en la evaluación general y la prevención.

La mayoría de los cánceres pueden ser tratados exitosamente si se los detecta en los primeros estadios de su evolución. Por eso son importantes los controles periódicos, para que un profesional especializado analice e interprete signos y síntomas, y realice el diagnóstico correcto.


Prevenir el avance o reducir el deterioro

Cuando las enfermedades ya se han declarado, la prevención terciaria busca evitar el mayor deterioro de la persona. Por ejemplo, la prevención de complicaciones visuales y la gangrena del pie en los diabéticos, el tratamiento de la hipertensión arterial luego de una hemorragia cerebral, o el control de los niveles de colesterol luego del infarto de miocardio.

A fin de que la medicina preventiva pueda aplicarse y resulte eficaz, tanto el médico como el paciente deben estar convencidos de que es mejor prevenir que curar. Para lograrlo es importante:

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    Que todos admitamos que lo mejor para la salud es ocuparse de ella cuando la enfermedad no está presente.


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    Que los médicos reconozcamos que la práctica de la prevención es la más noble de las actividades médicas, como ya lo señalaban los grandes maestros de la medicina griega, ya que al no educar para la prevención, se pierde una oportunidad y hay que comenzar a tratar con la enfermedad.


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    Que las instituciones, obras sociales, entidades de medicina prepaga sepan que gastar en prevención es disminuir los costos en salud.


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    Que se erradique la creencia tan internalizada en la comunidad del "a mí no me va a pasar" y, en cambio, se tome una actitud de compromiso y de mayor sensibilidad frente a la prevención.

Finalmente, es necesario señalar que la prevención comienza con la gestación, continúa en la infancia y se aplica durante toda la vida, no solo para evitar la enfermedad sino también para prevenir sus complicaciones cuando ya se ha establecido.