Habló el padre Jalics: "Estoy reconciliado con Bergoglio"

El sacerdote es uno de los dos religiosos jesuitas que fueron secuestrados en 1976 por la dictadura. Desde Alemania, donde vive en una orden, aseguran que “está en paz” con el nuevo Papa. Sus declaraciones

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La orden jesuita en Alemania salió hoy al paso a la polémica por la presunta colaboración de Jorge Mario Bergoglio con la dictadura argentina y afirmó que el sacerdote secuestrado por la Junta está "en paz" con el Papa, al que desea un buen pontificado.

Franz Jalics, secuestrado en 1976 cuando Bergoglio era Provincial de Buenos Aires y actualmente retirado en la pequeña localidad de Wilhelmsthal, junto a Kronach, "está en paz" con el Papa, ya que "aclaró en su momento esa cuestión", indicó Thomas Busch, portavoz de la orden jesuita en Alemania.

"Hizo las paces, están en paz", insistió esa fuente, quien confirmó que el sacerdote está en Hungría -su país natal- y no prevé regresar a Alemania hasta el 10 de mayo, para remitirse luego a la declaración del propio Jalics, difundida en la página de internet de la orden.

"Deseo al papa Francisco la bendición de Dios en su pontificado", expresa el sacerdote en ese comunicado, que empieza recordando la época en que ejerció en un barrio carenciado del Conurbano, donde fue secuestrado en 1976 y torturado durante meses por la dictadura.

      

"Desde 1957 vivía en Buenos Aires", empieza el sacerdote, nacido en 1927 en Budapest, para explicar a continuación que en 1974, "por voluntad interna", decidió ejercer su tarea evangélica en medio de "la horrible miseria", en ese barrio bonaerense y con permiso de Bergoglio.

Jalics recuerda que la Junta argentina desató una situación "similar a una guerra civil", que en dos años asesinó a 30.000 personas, incluidos "inocentes", y afirma que en esa villa no tuvieron contacto "ni con la guerrilla" ni con los militares.

Luego se produjo su detención, un interrogatorio durante cinco días, en el que aparentemente sus torturadores admitieron su declaración de inocencia, pese a lo cual, según su relato, siguieron cinco meses más de secuestro, "con los ojos vendados y atados".

Jalics afirma no poder hacer "declaración alguna" sobre el papel que Bergoglio pudo haber desempeñado en ese período, explica que tras su liberación dejó Argentina y añade que años después, siendo este arzobispo de Buenos Aires, pudieron hablar "de lo ocurrido".

      

El jesuita se refiere ahí al viaje realizado por invitación del arzobispado bonaerense a la capital argentina, donde se produjo esa larga conversación a la que aludía el vocero alemán de la orden, cuyo contenido no revela.

"Me concilié con todo lo ocurrido y lo di por cerrado", apunta al respecto el religioso, quien fue secuestrado junto con el también jesuita Orlando Yorio, del mismo barrio.

Yorio falleció en 2000 en Uruguay, mientras que Jalics se trasladó a vivir a Alemania en 1978 y ahí escribió un libro sobre meditación desde su retiro espiritual, situación en la que sigue.

La cuestión de la presunta colaboración del papa Francisco con la Junta Militar fue abordada ya años atrás y ahora resurgió tras la elección del pontífice. El propio Bergoglio contestó a las acusaciones en 2010, en el libro "El jesuita" y rechazó tal colaboración.

El Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel rechazó días atrás esas acusaciones desde la televisión británica BBC, donde dijo que "hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura argentina, pero Bergoglio no".

La declaración escrita de Jalics se produce en medio de cierto revuelo mediático, en Alemania y en Argentina, por tratar de localizar al sacerdote, de 85 años. Según explicaba la radio pública bávara Bayerische Rundfunk (BR), Jalics lleva una existencia de retiro en la mencionada población bávara y su viaje a Hungría había sido planeado tiempo atrás.

El vocero de la orden insistió que el jesuita no se ha "escondido" para evitar el revuelo mediático y que su viaje no tiene nada que ver con la elección del Papa.

En este marco, esta mañana, el vocero de la Santa Sede, Federico Lombardi, desvinculó al jefe de la Iglesia romana con los lamentables hechos ocurridos durante la dictadura militar y calificó las acusaciones de "calumniosas y difamatorias" y apuntó contra "elementos anticlericales de izquierda para atacar a la Iglesia".