“No debí hacer eso”: ¿qué cosas nos perdemos por no salir de la rutina?

Cuando nuestra vida diaria se vuelve repetitiva, nuestras decisiones tienden a centrarse en aquellas cosas, personas y lugares que nos son más familiares. Cuál es el impacto del sesgo de familiaridad y 3 tips para evitarlo

Guardar

Nuevo

Si sos de los que sale a comer y siempre elige el mismo plato, o cuando tiene que elegir un destino de vacaciones, opta siempre el mismo: estás bajo el efecto de familiaridad. Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.

El sesgo de mera exposición, que básicamente funciona con el principio de familiaridad, es nuestra tendencia a preferir cosas, personas, lugares o momentos, simplemente, porque generamos un vínculo de comodidad con estos elementos.

¿Qué pasa? Generás un vínculo de preferencia con cada una de estas cosas y aunque no sepas bien por qué, comenzás a preferirlos. No hay una razón concreta por la cual tenemos que elegir una y otra vez el mismo plato o lugar, o por qué nos reímos de los chistes de un compañero en el laburo, que quizás es medio nabo, pero nos terminamos riendo igual.

En el fondo, el tema no es que preferimos cosas que ya conocemos; es que, a medida que nos repiten esas mismas situaciones o que nosotros elegimos repetirlas, nos terminan gustando cada vez más.

Anímate a conocer cosas nuevas y seguir tu curiosidad, lo que puede abrirte a nuevas experiencias y evitar caer en la repetición automática de decisiones, según expertos.
(Imagen Ilustrativa Infobae)
Anímate a conocer cosas nuevas y seguir tu curiosidad, lo que puede abrirte a nuevas experiencias y evitar caer en la repetición automática de decisiones, según expertos. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Ahora, volvemos a preguntar: ¿qué tiene de malo que tengamos un vínculo estrecho con las cosas que nos gustan o que tenemos preferencia, o que estamos más acostumbrados a hacer? Per se, no tiene nada de malo. Pero, ¿cuál es el problema? Muchas veces, por este vínculo que generamos, del cual a veces no somos ni siquiera conscientes, perdemos la oportunidad de conocer otras cosas que quizás nos gustan más.

Esto que te pasa a diario, sobre gustos de pizza o lugares para pasear, pero también con decisiones muy importantes en tu vida. Por ejemplo, si nacés en un pueblo de 700 habitantes, como yo, y las únicas profesiones que hay en tu entorno son: contador, médico o abogado, es difícil elegir una carrera que no tenga nada que ver con eso. Entonces, cuanto más te animes a probar otras cosas, mucho mejor.

Este es un sesgo que se viene estudiando hace mucho tiempo. Uno de los experimentos más famosos y que marcó este sesgo fue el de Robert Zajonc, en 1968. Para hacerlo, puso a un grupo de estadounidenses, todos de habla inglesa, a que empiecen a evaluar y ver qué tipo de palabras, en grafía china, les gustaban más. Estas palabras fueron completamente inventadas unos minutos antes de hacer el experimento.

La repetición permite que el cerebro trabaje menos y todo se vuelva más automático y predecible, lo que nos hace preferir situaciones conocidas y evitar lo nuevo, según investigaciones.
(Imagen Ilustrativa Infobae)
La repetición permite que el cerebro trabaje menos y todo se vuelva más automático y predecible, lo que nos hace preferir situaciones conocidas y evitar lo nuevo, según investigaciones. (Imagen Ilustrativa Infobae)

¿Qué sucedió? A todo este grupo de personas, él iba a mostrarles las palabras una y otra vez. Incluso, había un grupo de palabras que se repetían muchísimo más y tenían más frecuencia.

Al cabo del experimento, ¿cuáles imaginás que fueron las palabras que eligieron los participantes? Aquellas que, por supuesto, más se repitieron fueron las que les terminaron gustando más. Las palabras no existían, no eran en chino real, ni nada. Pero terminaron eligiendo justamente esas porque la atracción aumentó con la repetición de esas palabras frente a ellos.

Hay dos razones por las cuales experimentamos este sesgo de mera exposición o familiaridad: el primero es porque nos da seguridad. Estamos programados y diseñados para que, ante situaciones nuevas que pueden percibirse como amenazantes, tengamos cuidado porque podrían representar un peligro para nosotros.

El efecto de mera exposición nos hace preferir lo familiar, generando un vínculo de comodidad con elementos repetitivos en nuestra vida diaria como elegir siempre el mismo plato en un restaurante o el mismo destino de vacaciones.
(Imagen ilustrativa Infobae)
El efecto de mera exposición nos hace preferir lo familiar, generando un vínculo de comodidad con elementos repetitivos en nuestra vida diaria como elegir siempre el mismo plato en un restaurante o el mismo destino de vacaciones. (Imagen ilustrativa Infobae)

Como cuando te mudas a un nuevo barrio por laburo, al principio, por más que te digan que es seguro y está todo bien, vas a estar alerta. No conoces, son lugares y negocios nuevos. Son caras que desconoces y estás todo el tiempo tratando de explorar un nuevo lugar. La sensación es que no tenés nada bajo control y que estás expuesto ante amenazas. A medida que pasa el tiempo, empezás a tener puntos de referencia, comenzás a construir el vínculo del que hablábamos, y finalmente te sentís más seguro.

Otra de las razones es que nuestro cerebro todo el tiempo busca economizar energía y crea atajos. ¿Qué pasa? Cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas, como puede ser aprender un nuevo idioma, nuestro cerebro cambia de sistema y pasa del sistema automático a uno reflexivo, que requiere un esfuerzo mucho más grande.

¿Qué sucede con el caso de la mera exposición? Cuando algo se empieza a repetir, nuestro cerebro trabaja menos. Los atajos están ahí y todo se vuelve mucho más automático y fácil de predecir. Entonces, este sesgo, por sí solo, no es malo.

Está bueno tener hábitos, cuidarnos y tratar de funcionar de la manera más ágil posible. Pero, justamente, para protegernos y para eficientizar energía, muchas veces nuestros cerebros nos prohíben la posibilidad de explorar alternativas que pueden ser beneficiosas.

La repetición nos hace sentir más seguros y menos expuestos ante nuevas amenazas, lo que puede limitarnos a la hora de explorar nuevas alternativas y experiencias.
(Imagen ilustrativa Infobae)
La repetición nos hace sentir más seguros y menos expuestos ante nuevas amenazas, lo que puede limitarnos a la hora de explorar nuevas alternativas y experiencias. (Imagen ilustrativa Infobae)

Por eso te dejo tres tips para que no “caigas de cabeza” en este sesgo:

  1. Animate a conocer cosas nuevas y seguir tu curiosidad: hay cosas que naturalmente no van a suceder en tu vida si no das un paso y decidís probarlas. Lo que es más importante, cuando lo vayas a hacer, preguntate: ¿qué es lo máximo que puede pasar si me animo a hacer esto? ¿Qué es tan terrible? Entonces, probalo.
  2. Tener una actitud crítica y reflexiva ante cada elección que haces: el helado de dulce de leche que elegís, ¿es el que realmente te gusta o estás acostumbrado a eso? Quizás podés probar otro y está bueno que lo hagas. Tendemos a habituarnos a este tipo de gustos y situaciones, y no los cuestionamos bajo ningún concepto. Animate a hacerlo.
  3. Rotá: esa canción que tanto te gusta y escuchas una y otra vez, anímate a rotarla. Alternala con otros géneros, cantantes o artistas, y quizás, gracias a esas rotaciones, terminás siguiendo y explorando una nueva alternativa.

*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.

Guardar

Nuevo