El crimen de Candela: un carpintero “perejil” y un testigo de identidad reservada que murió en un accidente

La misteriosa aparición de una declaración que involucró a Ramón Altamirano en el secuestro de la nena. Cómo fue la defensa del carpintero, a cargo del abogado Matías Morla

Candela Rodríguez fue asesinada en agosto de 2011

Candela Sol Rodríguez hubiera cumplido 26 años el 19 de noviembre de este año. Sin embargo, fue asesinada el 22 de agosto de 2011, tras ser secuestrada a pocos metros de su casa de la calle Coraceros en Hurlingham. Nueve días después, fue hallado su cuerpo en una bolsa negra.

Desde entonces, desfilaron todo tipo de personajes por los expedientes de la investigación y los dos juicios orales que se realizaron: desde delincuentes, integrantes de bandas dedicadas al narcotráfico hasta integrantes de las fuerzas policiales.

Por eso, el caso se fue tiñendo de mafia y confusión que sirvió para ir desviando la pesquisa y el recorrido del expediente hacia lugares confusos donde a menudo iban apareciendo los que en la jerga se conocen como perejiles, léase gente inocente implicada a propósito para tapar a los verdaderos culpables.

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Carola Labrador con una foto de su hija Candela (Martín Rosenzveig)

El carpintero perejil

Uno de ellos fue el recordado carpintero Ramón Néstor Altamirano, un trabajador que se ganaba la vida haciendo muebles sencillos para los vecinos de la zona y que terminó tras las rejas porque misteriosamente apareció un “testigo de identidad reservada” que declaró que el señor había sido quien alimentaba a Candela en su lugar de secuestro. La nena estuvo en la Casa Rosa de la calle Kiernan 992, a cinco cuadras de donde luego fue hallado su cuerpo.

Mientras tanto, la policía de la provincia de Buenos Aires ya había allanado el lugar y hacía correr el rumor de que en un vaso habían hallado saliva con ADN de Candela, y un bol en la heladera de la cocina con restos de arroz con pollo, que coincidiría con la última comida ingerida por la víctima según la autopsia.

Precisamente a Altamirano lo acusaban de haberle dado el arroz con pollo a Candela, cuando en realidad él se había comprometido con la dueña de casa, Gladys Cabrera, quien también fue implicada injustamente, presa y luego sobreseída, a apenas darle de comer a su perro y reparar un cerco lindante. Tarea para la que ni siquiera entraba a la vivienda, pero parecía que todo era válido para sumar perejiles, cuántos más, mejor.

El abogado Matía Morla junto a Nélida, esposa de Néstor Altamirano, el carpintero acusado de participar en el crimen de Candela

Así un simple carpintero fue detenido e involucrado en una de las causas más importantes de la historia criminal argentina como partícipe de un homicidio atroz. El hombre, que era un vecino respetado y que estaba orgulloso de su buen nombre y honor, se desesperó. No toleró verse involucrado, y menos en el asesinato de una nena. “Si quedo preso, me suicido. Y si salgo y alguien me involucra en el caso o me marca como un asesino, yo me mato igual”, expresó Altamirano casi al borde del llanto y la locura por lo que estaba viviendo.

¿Qué había dicho el obediente y dudoso testigo de identidad reservada de Altamirano y de otros? “Yo estaba dando vueltas por el barrio y vi a Candela que estaba a la vuelta de mi casa, vi a Néstor Altamirano llevándole comida a la nena, y vi a su esposa medio rara, que miraba para todos lados. Por la tarde, él y su sobrino, que tiene unos 24 años, de tez blanca, ojos oscuros, pelo negro y tiene un Gol color azul, se llevaron a Candela, pero no por la fuerza. Le prometieron que le iban a dar comida y ropa y la trasladaron a la casa de Néstor y Nelly (domicilio de Altamirano y su esposa Nélida). Es una casa ubicada en Charrúas 1081 (Villa Tesei), que fue allanada varias veces desde el viernes pasado. Estábamos todos durmiendo. Escuché cómo a alguien le tapaban la boca, unos pasos y cómo rasguñaban las paredes. Yo golpeé una pared y ahí empezaron a rasguñar. Volví a golpear y después no escuché más nada. Al rato escuché la frenada de un auto, por lo que salí y escuché a una nena que gritaba ‘Ayuda, ayuda’. La subieron al Gol azul del sobrino de Néstor y se la llevaron a la casa rosa de la calle Kiernan. A la noche si pasabas por ahí escuchabas pasos y que se movían mesas. Uno de esos días vi al carpintero entrando a la casa con una bolsa gris que estaba vacía. Altamirano tenía un pelo negro enganchado en una uña (dejando entrever que podría ser de la nena)”. Nada de esto luego comprobó, pero mientras tanto los involucrados la pasaron mal y tras las rejas.

La defensa del carpintero

Matías Morla era por entonces el abogado que defendía al carpintero. Su estrategia para desvincularlo del caso fue exitosa porque conocía el terreno, ya que es oriundo del oeste del conurbano e insistió hasta el cansancio en que era un perejil y que resultaba tan obvia la maniobra para involucrarlo que no resistía el menor análisis. Así se lo relató a Infobae: “Fue involucrado injustamente, no había pruebas concretas que lo implicaran, solo declaraciones de un testigo de identidad reservada que después murió en oscuras circunstancias. Oportunamente, pedí su “falso testimonio”, argumentando que sus dichos estaban motivados por la recompensa ofrecida por el Estado. Es decir, mintió con el objetivo de obtener el dinero a cualquier precio. Era evidente que alguien pesado estaba detrás de él. Lo primero que nos llamó la atención fueron las pruebas que se hicieron a una velocidad que nunca se habían realizado, todo a velocidad, vinculado al intento de cobro de la recompensa. Por eso empezamos a trabajar en los tres puntos más importantes en los que se lo vinculaba a Altamirano y que de ninguna manera tenían asidero: él no estaba en la casa, no fumaba (se decía que su ADN estaba en una colilla de cigarrillo hallada en la casa y además, se encontraba trabajando en otro lugar mientras la nena estaba secuestrada”.

El sitio donde apareció el cadáver de Candela (Nicolás Stulberg)

El letrado sostuvo que su defendido podía probar su inocencia y lo terminó haciendo. Durante los días en que la niña estuvo secuestrada el carpintero estaba trabajando en una clínica y no tenía posibilidad de haber participado de los hechos. Y entonces, se citó al personal de ese sanatorio para que declare: “La participación de Nelly, la mujer de Altamirano, también fue importante porque ella defendió con datos y con pruebas la inocencia de ambos. El testigo había dicho que la vio a ella con comida junto a la menor, ese mismo día demostramos que ella estaba comprando con una tarjeta de crédito en un súper de Tucumán. Toda la investigación estuvo viciada y fue hecha de muy mala manera desde el comienzo. Y por eso hasta hoy, lamentablemente, no se pudo saber la verdad de lo que pasó con Candela. Así logramos revertir la causa y demostrar la inocencia de Altamirano y su mujer, que fueron liberados.

Los condenados

Pese a todo, la investigación continuó porque en una primera etapa, tal como denunció Morla, se hizo de manera irregular. Fueron condenados Hugo Bermúdez a prisión perpetua junto a Leonardo Jara por los delitos de privación ilegal de la libertad coactiva seguida de muerte. Y Fabián Gómez recibió cuatro años como partícipe secundario.

Altamirano luego tuvo que soportar el segundo juicio. Recién en 2024 resultó absuelto porque el Fiscal Mario Ferrario decidió no acusarlo en su alegato.

Un párrafo aparte de este relato está dedicado al testigo de identidad reservada que luego se conoció que se trataba de Roberto Arturo Aníbal, quien trabajaba como carnicero en un supermercado chino de la zona y murió a causa de las gravísimas quemaduras sufridas tras una explosión de gas en su casa de Moreno en abril de 2013.

Hugo Bermúdez abusó de Candela y la mató (Telam)

Obviamente fue impuesto para desviar la investigación y “se investigó” si la causa de “su accidente” fue un escape de gas accidental o intencional, ya que existían dudas, pero no se pudo determinar el origen. Por supuesto, Carola Labrador, la mamá de Candela, estaba convencida de que lo habían mandado a matar para callarlo. Aníbal había denunciado amenazas y un ataque previo a tiros al frente de su casa, lo que lo llevó a encadenarse por miedo frente a las rejas del Palacio de la Gobernación bonaerense.

Testigo en peligro

Había entrado a su vivienda antes de las dos de la mañana y la explosión se produjo desde el interior hacia el exterior en Virgen del Luján 3664, Villa Trujuy, partido de Moreno. En la casa no había señales de que lo hubiera producido un artefacto explosivo. El testigo tenía el 80% de su cuerpo quemado.

Sus vecinos denunciaron que la custodia policial que tenía responsabilidad sobre su vida no estaba de guardia en el momento del estallido. Los más desconfiados argumentaron que fue una clara muestra de que la mafia lo mandó a matar porque sus declaraciones como testigo no surtieron el efecto esperado y mandado. Y como sabía demasiado, había que callarlo.

El narcotráfico siempre sobrevoló la causa. Y quedó claro que no se fue a fondo en este sentido. Un ejemplo claro y contundente fue que no se siguió esa pista cuando era un secreto a voces que fue una disputa entre bandas. Un detalle de la maniobra para impedir el avance de la pesquisa fue que el celular de Candela se apagó en San Martín, sin embargo todo se desvió a propósito para que la investigación se radique en Hurlingham. Y el detalle de la incorporación forzada del testigo de identidad reservada para torcer el expediente fue bochornoso, propio de la Cosa Nostra.

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