Pepe Salgado: de católico y boy scout a poner la bomba vietnamita en el atentado más sangriento de Montoneros

Hace 45 años, un grupo de marinos secuestró al joven que colocó la bomba en la Policía Federal. Buscaban a su jefe, Rodolfo Walsh. El hecho produjo 23 muertos y 110 heridos. De su libro Masacre en el Comedor (Sudamericana) el autor trae la palabra del hermano, la ex novia y los compañeros de estudio del guerrillero

Compartir
Compartir articulo
José María "Pepe" Salgado. A los 21 años colocó la bomba vietnamita en el Comedor de la Policía Federal (Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma), Proyecto Memorias de Vida y Militancia)
José María "Pepe" Salgado. A los 21 años colocó la bomba vietnamita en el Comedor de la Policía Federal (Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma), Proyecto Memorias de Vida y Militancia)

Un sábado como hoy, cuarenta y cinco años atrás, el 12 de marzo de 1977, José María Pepe Salgado fue secuestrado por un grupo de marinos en José León Suárez y Los Patos, en Lanús, cerca de su casa, donde había sido guardado por sus compañeros de Montoneros luego de que colocara la bomba vietnamita que mató a veintitrés personas e hirió a otras ciento diez, mientras almorzaban en un comedor de la Policía Federal.

Fue el atentado más sangriento de los 70 y, en realidad, de toda la historia argentina hasta la voladura de la AMIA, en 1994.

La onda expansiva de la violencia que desató terminó alcanzándolo también a él, primero en su cautiverio en las mazmorras de la Marina en la ESMA y luego bajo la forma de una muerte horrible, fraguada por la dictadura en un tiroteo con la policía que nunca existió.

Los miembros del grupo de tareas de la ESMA sabían que formaba parte del servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros, bajo la jefatura directa del periodista y escritor Rodolfo Walsh, Esteban, a quien también ellos consideraban como la pieza clave de esa área.

Pero ignoraban que Pepe Salgado había sido el autor material del bombazo en el Casino de la Superintendencia de Seguridad Federal, en la calle Moreno al 1400, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, el viernes 2 de julio de 1976.

"Masacre en el comedor", el nuevo libro de Ceferino Reato sobre el atentado contra el Comedor de la Policía Federal

En mi libro Masacre en el comedor, describo el calvario de Pepe Salgado en la ESMA, que derivó en la muerte de su jefe, Walsh, el 25 de marzo de 1977, cuyos restos continúan desaparecidos. Y también cómo fue que sus captores se enteraron de que no siempre se había ocupado de falsificar pasaportes y otros documentos, que era su rol en el momento de su captura.

Pepe Salgado nos muestra cómo y por qué un joven que lo tenía todo se vuelca primero al peronismo y luego a la lucha armada, y a los veintiún años decide matar a sangre fría a personas indefensas, a muchas de las cuales se las habrá cruzado en el comedor o en algún pasillo del Departamento Central de Policía, donde trabajaba como agente, a una cuadra del comedor.

Es lo que le pasó a tantos jóvenes en los 70.

Pepe Salgado creció en una familia feliz que vivía en una amplia casa de dos plantas, de ladrillos a la vista y tejas francesas, que ocupaba dos lotes en la esquina de las calles Juan B. Justo y Carlos Villate, a once cuadras de la residencia presidencial de Olivos, en la zona norte del Gran Buenos Aires.

Católicos practicantes, los Salgado tenían un muy buen pasar económico debido a que el papá, Jorge, era un abogado especializado en derecho comercial que compartía con un socio un estudio muy activo en la zona de Tribunales.

Pero no hacían ostentaciones. Por el contrario, eran austeros y solidarios al punto que realizaban frecuentes tareas de beneficencia en los barrios pobres del municipio.

La bomba vietnamita está diseñada no sólo para matar, sino par (Sumario Administrativo de la Comisaría Sexta de la Policía Federal, Julio de 1976)
La bomba vietnamita está diseñada no sólo para matar, sino par (Sumario Administrativo de la Comisaría Sexta de la Policía Federal, Julio de 1976)

Un lugar muy importante para Pepe y su familia fue la parroquia La Asunción de la Virgen, a seis cuadras de su casa, donde la mamá tocaba el órgano, el papá leía en la misa y presidía la Acción Católica, y los tres hijos varones hacían de monaguillos.

Pepe nació el 27 de enero de 1955; era el hijo del medio, el más lindo, el más gracioso, el más canchero; un divino, el preferido entre los cinco hermanos Salgado. Al menos para la mamá, Josefina, que era el vértice de la familia y festejaba todas las ocurrencias del menor de los varones.

El papá, Jorge, tenía un único hermano, al que era muy apegado: un militar, que se convertiría en el general Enrique Salgado, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, con asiento en Córdoba y dominio directo en nueve provincias. Un cargo muy importante en un Ejército poderoso, habituado a participar como un actor protagónico en la política nacional.

El papá de Pepe, Jorge, no guardaba un buen recuerdo del peronismo porque a fines de 1949 había estado preso una semana por una pelea con partidarios del presidente Juan Domingo Perón en la Facultad de Derecho y esos antecedentes le habían demorado bastante la matrícula, una vez recibido.

También los abuelos paternos de Pepe eran antiperonistas. Guzmán Feliciano Luis Salgado, hijo de inmigrantes españoles, odiaba a Perón desde antes de que estatizara el banco británico en el que trabajaba, a fines de los 40. Tanto que renunció y se dedicó a llevar los libros de contaduría de varios negocios.

Por eso, a don Guzmán le costó entender que Pepe y sus hermanos —sus tres únicos nietos varones— se hicieran peronistas en aquel 1973 en el que el mundo parecía haberse dado vuelta para los antiperonistas.

9789500766760_FRENTE_Masacre_en_el_comedor
9789500766760_FRENTE_Masacre_en_el_comedor

Pasó en tantas familias gorilas: no sólo Perón regresaba cubierto de gloria, y de votos, de un exilio que había durado casi dieciocho años, sino que los hijos y los nietos de muchos antiperonistas se hacían peronistas primero y, casi en simultáneo, adoptaban la lucha armada para acelerar la revolución socialista y la dictadura del proletariado enviando al arcón de la historia tanto al capitalismo burgués como a la democracia liberal.

Para Guzmán Salgado la perspectiva de una Argentina socialista o comunista era una verdadera pesadilla: sentía que con un hijo abogado y otro general había tocado el cielo con las manos, pero sus propios nietos integraban la legión que prometía terminar con el mundo al que él y tantos como él habían aspirado siempre.

Una de las primas de Pepe, Cristina Salgado, se sorprendió mucho cuando se enteró de la novedad.

—¿Qué haces por acá, Pepito? —le preguntó, inocente, un día que había ido a visitar a sus abuelos al departamento de Juramento al 2600, en la ciudad de Buenos Aires.

—Estoy acá, en Cabildo y Juramento, con unos caballetes, repartiendo panfletos con los compañeros de la JP.

—¿Vos? ¿De la Juventud Peronista? ¿Te volviste loco?

—Somos peronistas, de la JP. Los tres hermanos.

José María Salgado, en cuclillas, el cuarto de izquierda a derecha, en Sunset, la icónica discoteca de Vicente López, durante la fiesta de su camada del colegio Jesús en el Huerto de los Olivos, en diciembre de 1972
José María Salgado, en cuclillas, el cuarto de izquierda a derecha, en Sunset, la icónica discoteca de Vicente López, durante la fiesta de su camada del colegio Jesús en el Huerto de los Olivos, en diciembre de 1972

La abuela Teresa, que prefería sus nietos varones a los vidriosos asuntos de la política, ya le había preparado la vianda para el almuerzo y terminaba de colocarle el triángulo para ensanchar los pantalones Oxford, que se caracterizaban por las botamangas acampanadas.

En la cocina, don Guzmán se agarraba la cabeza.

—¿Cómo puede ser? Vienen los tres a matarse el hambre acá y después van a repartir panfletos de los peronistas.

De los tres hermanos, solo Pepe eligió la lucha armada.

En su caso, ni los varios sacerdotes que frecuentó ni la parroquia en la que hacía de monaguillo ni sus estudios en el colegio Jesús en el Huerto de los Olivos ni la Acción Católica ni una precoz militancia o sensibilidad política o social; nada de eso parece explicar el vuelco de Pepe Salgado hacia el peronismo y la guerrilla, y esa fuerza espiritual, ese convencimiento íntimo, de que estaba haciendo lo correcto cuando colocó la bomba.

La descripción de las "Bombas Viernamitas" en "Masacre en el comedor", el nuevo libro de Ceferino Reato sobre el atentado contra el Comedor de la Policía Federal

Jorge Salgado hijo, Jorgito, seis años mayor que Pepe, no encuentra todavía una explicación que lo convenza plenamente sobre el drástico giro en la vida de su hermano, que marcó a toda su familia: “Pepe era muy alegre de chico; un pibe simpático, jodón, hasta que entró en eso. Creo que le lavaron la cabeza, imagino que fue en 1974, cuando se vinculó a Montoneros. Después, ya era imposible hablar con él; hasta el carácter le cambió”.

“Yo —agregó— no era boludo y me daba cuenta de que estaba muy metido en algo porque a mi casa llamaban muchas veces por teléfono, preguntando por Sergio o por Daniel. Yo contestaba: ‘Acá no vive nadie con ese nombre’, y colgaban. Sergio y Daniel fueron sus nombres de guerra, según me enteré después. Recuerdo que uno de los que más se hacía llamar El Vasco, no sé quién sería”.

“Intenté varias veces disuadirlo, pero no pude. A veces, me daba miedo lo que decía: ‘Los vamos a reventar’ o ‘Vamos a ganar, vamos a tomar el poder’. ¡Cómo había cambiado! Era una cosa espantosa”, completó el hermano mayor.

En realidad, fue Jorge el primero de los hermanos Salgado que se vinculó al peronismo y a la Juventud Peronista, ya en el primer año en la Facultad de Ingeniería, en el Centro de Estudiantes: “Empecé yo, creo que para saber qué era el peronismo. Allí conocí a muchos peronistas que no eran de la Tendencia Revolucionaria ni de Montoneros; eran más moderados. Iba a charlas, militaba ahí. Después, fui abandonando esa militancia, en 1974, cuando vi que todo derivaba a una violencia muy peligrosa. Ojo que yo sigo rescatando cosas del peronismo”.

La parroquia neogótica del colegio Jesús en el Huerto de los Olivos. Pepe Salgado asistía allí a la misa de los boy scouts, los domingos_
La parroquia neogótica del colegio Jesús en el Huerto de los Olivos. Pepe Salgado asistía allí a la misa de los boy scouts, los domingos_

También sus compañeros del colegio piensan que el otro Pepe fue apareciendo en la Facultad de Ingeniería a medida que se afirmaba en su militancia en la JP y en Montoneros, fogoneada también por la intensa relación, muy apasionada, que a partir de mediados de 1974 lo unió a la primera novia que ellos le conocieron, Mirta Noemí Castro.

Seis estudiantes del Jesús en el Huerto de los Olivos decidieron seguir Ingeniería. Pepe y otros tres que vivían cerca iban todos los días desde Olivos a la Facultad en el Citroën 2CV de uno de ellos, que, además, tenía registro para conducir. Eran cuatro estudiantes afortunados, sin apremios económicos, con toda la vida por delante.

Comenzaron la universidad en 1973, cuando cursaron el ingreso, que no resultó ningún obstáculo, menos para Pepe, que ya era un genio en Matemáticas.

Sus compañeros de estudio todavía recuerdan la rutina del viaje en el Citroën 2CV: el piloto nunca cambiaba de ruta hasta la avenida Paseo Colón 850 y Pepe se configuraba en el asiento de atrás en modo estudio, calladito durante todo el trayecto, con los apuntes desplegados sobre la valijita negra de la que nunca se despegaba.

Hasta que alguien lo interrumpía para preguntarle sobre algo que no entendía de las clases del día anterior. “Y el guacho de Pepe, que no había abierto la boca, empezaba a explicarle todo lo que había dicho el profesor, dando cátedra”, recordó uno de los viajeros.

Como fue el atentado contra el Comedor de la Policía Federal en 1973 que narra Ceferino Reato en su nuevo libro "Masacre en el comedor"

Los cuatro se reunían a estudiar y todo marchaba bien hasta que Pepe comenzó su militancia política para sorpresa de sus compañeros de Olivos, que nunca pensaron que se volcaría al peronismo y menos con la intensidad con la que lo hizo.

Ese cambio se notó a principios del año siguiente, en 1974, cuando la situación en el grupo de estudios se volvió muy tensa porque Pepe se mostraba interesado solo en hablar de política, lo cual llevaba a frecuentes choques y discusiones. “Recuerdo un día —dijo otro de sus ex compañeros— que estábamos en silencio, concentrados en unos ejercicios. De repente, se escucha un tarareo muy pero muy bajo, aunque persistente; afinando el oído se podía captar la música de la marchita peronista. Era Pepe, pero distraído, sin darse cuenta. Uno de nosotros se paró y le gritó: ‘Pepe, ¡déjate de joder que estoy tratando de resolver este kilombo y no me puedo concentrar!’. Por supuesto, era el más gorila del grupo. A partir de allí y solo para molestar, cada vez que estábamos estudiando en silencio, Pepe jodía y jodía con la marchita”.

“Todavía —señaló— teníamos nuestros momentos gratos como grupo, pero eran cada vez menos. Otro día, el clima se cortaba a machetazos; de repente, uno de nosotros levanta la mirada y la clava en Pepe, que estaba concentradísimo en unos cálculos, y le dice: ‘Boludo, ¿te estás dejando el bigote?’. Todos lo miramos y Pepe se puso colorado; nos dimos cuenta de la pelusa que asomaba debajo de su nariz y nos reímos a carcajadas. También Pepe, obvio. ¡Éramos unos chicos de dieciocho, diecinueve años!”.

Personaje clave en el cambio de Pepe para todos ellos fue Mirta Noemí Castro, la novia y luego pareja de Salgado, con quien tendría un hijo al que no llegaría a conocer.

El escritor y periodista Rodolfo Walsh, jefe de inteligencia de Montoneros (Archivo diario La Razón)
El escritor y periodista Rodolfo Walsh, jefe de inteligencia de Montoneros (Archivo diario La Razón)

Pepe Salgado había tenido otra novia, Stella Semino, a la que conocía de la parroquia La Asunción de la Virgen, fuera del círculo de la Facultad y de sus ex compañeros del colegio de Olivos. “Fuimos novios —contó ella— cuando yo tenía diecisiete, dieciocho años, y él también. Yo iba a Derecho y él, a Ingeniería; los dos éramos de zona norte y más que nada íbamos a misa juntos; él era muy católico, de una familia de clase media, muy buen estudiante. Nunca militamos juntos; él militaba, mejor dicho, iba a la Juventud Universitaria Peronista, pero nada que ver. En el momento en que él se enganchó más con la militancia fue cuando rompimos”.

Stella Semino ubica la ruptura cuando él comenzó el servicio militar, a mediados de 1974. Tiene un excelente recuerdo del Pepe que ella conoció: “Era… ¡un boy scout! Él había sido boy scout; tenía un perfil de chico de zona norte que quería tener una familia, una persona muy normal; muy conservadores éramos, ésa es la verdad. Era una persona muy humana, muy derecha. El Pepe que yo conocí no fue el Pepe que después se puso a militar y tuvo una compañera que era mayor que él. De ese Pepe no puedo decir nada porque no lo conocí”.

Pepe Salgado había descubierto en la Facultad un mundo nuevo; le pasó lo mismo que a tantos jóvenes en aquella década de vértigo, cuando la revolución socialista parecía al alcance de la mano, no solo en la Argentina sino en todo el mundo. Así lo indicaban las luchas descolonizadoras de los países que se independizaban, la rebelión juvenil en Francia en 1968, la derrota de Estados Unidos en Vietnam y —un hecho clave en nuestra región— la revolución cubana victoriosa de 1959, protagonizada por Fidel Castro y el médico argentino Ernesto Che Guevara.

Pepe Salgado se fue radicalizando luego de conocer en la Facultad a un escritor que ya admiraba, Rodolfo Walsh, que lo incorporó al servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros. Tanto fue así que en los últimos meses de 1975 abandonó Ingeniería, cuando cursaba materias del segundo año. En aquel momento, ya casi no participaba del grupo de estudios con sus compañeros de Olivos y las pocas veces que iba se dedicaba a hablar de política.

La cúpula de Montoneros: Los comandantes Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía, Mario Eduardo Firmenich y Raúl Yaguer; y los subcomandantes Fernando Vaca Narvaja y Horacio Campiglia  (Evita Montonera, N.° 23, enero de 1979)
La cúpula de Montoneros: Los comandantes Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía, Mario Eduardo Firmenich y Raúl Yaguer; y los subcomandantes Fernando Vaca Narvaja y Horacio Campiglia (Evita Montonera, N.° 23, enero de 1979)

Si hasta principios del año pasado solo hablaba maravillas del general Perón, ahora lo maldecía como el peor traidor de la Patria y del pueblo; también criticaba duramente a su sucesora, Isabelita, pero elogiaba a Evita, la anterior esposa de Perón, de quien decía que ella sí había dado su vida por los pobres.

“A nosotros —recordó uno de sus ex compañeros de estudio— eso no nos interesaba. Al final siempre lograba que el más gorila del grupo se enganchara y se pudría todo. Fue en aquella época que le escuché una frase que me quedó grabada: ‘En este país habría que matar a un millón de boludos y arreglas todo. Y haces Patria’.”

A partir de aquel momento, ocho meses antes del atentado, no lo vieron más. En el grupo, no lo extrañaron demasiado porque en los últimos meses lo notaban sarcástico y arrogante, además de que perturbaba la dinámica de estudio en la que los otros tres integrantes estaban embarcados.

Claro que, de ninguna manera, imaginaban que el mismo Pepe con el que habían ido al colegio desde primero inferior sería capaz del atentado que lo convertiría en el enemigo público número 1 de la Policía Federal.

* Ceferino Reato es periodista y escritor. El texto fue extraído de su libro Masacre en el comedor.

SEGUIR LEYENDO: