Comenzaba el año 1983. Todavía no había regresado la democracia a la Argentina pero faltaba poco. Daniel Helft tenía apenas 22 años y planeaba viajar a Estados Unidos para hacer un posgrado. Paso previo: tramitar la visa en la Embajada de Estados Unidos. Hacia allí fue e hizo una larguísima fila. Y entonces sucedió el primer paso de esta historia: unos periodistas de la Revista Gente aparecieron allí en busca de relatos de argentinos que estuvieran por salir del país.
Daniel aceptó y junto a otro joven que también tramitaba su visa, Gerardo Munck, hicieron una foto en la plaza frente a la embajada y contaron su historia. La idea de ambos era ir a estudiar un tiempo a Norteamérica. Daniel así lo hizo y estuvo tres años viviendo allá, luego volvió, tal como lo planeó desde el principio. La revista se publicó cuando él estaba afuera, y fueron sus padres quienes se lo contaron. Esta era la apertura de la nota:
A Daniel le causó gracia. Ahí quedó todo. Con el tiempo regresó a la Argentina y tuvo una carrera de periodista durante 20 años, y luego fue directivo en Google. Pero esta historia de la revista volvió a aparecer en su vida este año, gracias al trabajo del periodista Mario Massaccesi. En su Instagram (@mariomassaccesi1) comenzó a recuperar publicaciones viejas y tratar de hallar a los protagonistas años después. ¿Quiénes eran esos jóvenes que parecían estar abandonando el país? Se preguntó. ¿Qué habrá sido de sus vidas?
Encontró a Daniel, le contó de su proyecto, y se enteró que felizmente aquella no había sido una historia de migración. Hoy Daniel tiene 59 años, es padre de dos hijas, y lleva adelante un proyecto solidario que se llama Bote al Agua (en Instagram: @botealagua). Es una iniciativa que pretende enseñar conceptos fundamentales de la educación a través de la construcción de botes.
“La idea principal es que los chicos aprenden mucho mejor si tienen un proyecto que los hace sentir protagonistas. Si vos le mostrás que para hacer un bote de madera tenés que sumar y dividir y restar y entender lo que es un ángulo recto y un ángulo agudo y le decís por qué es importante, que sino el bote no navega bien, se va a hundir... y lo ven en la práctica… funciona mucho mejor que si los tenés sentados mirando un pizarrón”, cuenta Daniel desde una cabaña en el Tigre.
La idea no salió de la nada: la conoció gracias a un formador norteamericano, Joe Youcha, que inventó este tipo de educación. Y fue tal el entusiasmo de Daniel cuando lo conoció que hasta viajó a Estados Unidos una vez más para formarse con él. En esa nueva ocasión sin embargo no se cruzó con ningún periodista.
Gracias a la ayuda de Massaccesi, Infobae llegó hasta Daniel y reconstruyó los hechos. La revista en ese entonces les hizo un reportaje a los jóvenes. “Qué expectativa tienen con respecto a la apertura política, con respecto a la futura democracia?”, les preguntaron. Aquel Daniel de 22 años respondió: “Lo fundamental va a ser que se instale un gobierno democrático y sobre todo estable”. Y en otro momento, ante la pregunta de si va a volver a la Argentina: “Yo voy a tratar de obtener el mejor provecho de mis estudios. Voy a sacar el máximo posible y después quiero trabajar en mi país”.
-¿Cómo fue este reencuentro con el pasado?
-Lo de Mario fue traerme un recuerdo que yo ya casi había olvidado. “¿Cómo desempolvó eso?”, me preguntaba yo. La verdad que fue genial. Y él fue super amable y generoso. Yo no lo conocía personalmente. Él me conectó por Instagram y me preguntó qué estaba haciendo hoy. Ahí lo publicó.
-¿Vos guardaste esa revista?
-No, nunca me quedé con una copia de la revista porque yo ya estaba afuera. Nunca la tuve creo.
-¿Cómo surgió la idea de Bote al Agua?
-En el 2018 yo había escuchado que en el Distrito Tigre sur, que es un espacio en una de la zona más carenciada de Tigre donde se lleva a cabo un proyecto muy interesante, había un aglutinamiento de ONGs que trabajaban cada una en su especialidad. Me comuniqué con el líder de Distrito Tigre Sur, un empresario, y lo fui a ver y le conté mi idea. Yo quería hacer una ONG para hacer pedagogía práctica con chicos de Tigre que pueden vivir a dos cuadras del río pero sin embargo no lo conocen o no tienen acceso a disfrutarlo. Y él tuvo una reacción muy positiva, le encantó el proyecto, y en seguida me ofreció trabajar dentro del Distrito y me dio un espacio de taller para lanzar la fundación.
-¿Cómo siguió el proyecto?
-Hice la inscripción de la ONG, compré madera, y empecé a hacer el primer bote yo, para comprobar que me saliera bien y ver cómo adaptaba lo que había aprendido. Al poco tiempo se sumó una chica que había conocido en el taller de carpintería. Hicimos el primer bote, salió fenómeno, y entonces decidí que era momento de avanzar.
-¿Y cómo llegaron los chicos y las chicas al taller?
-El taller está en un barrio muy humilde que se llama Nueva Esperanza, y fui a hablar con una de las mamás de una agrupación de madres y ahí le hice la invitación para los chicos para sumarse al taller, que íbamos a aprender a hacer un bote, manejo de herramientas, conceptos teóricos básicos que seguro vieron en la escuela, trabajo en equipo… Me escucharon, les gustó el proyecto, y empezamos con diez chicos de entre 10 y 17 años. Y como había muchos chicos más con ganas pusimos distintos horarios y trabajamos todo el verano y fue increíble.
-Casi treinta años después de aquella tapa. ¿Te arrepentís de haber vuelto y estás feliz de haber hecho la vida acá?
-Te digo la verdad: siempre tuve en claro que quería volver a vivir a la Argentina porque es mi país, y tengo mi familia, y tuve trabajos interesantes. Así que siempre tuve en claro que quería tener mi vida acá.
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