El dolor de estómago es un problema recurrente que afecta a personas de todas las edades y puede surgir por diferentes causas, como una dieta inadecuada, el estrés o afecciones digestivas. Ante esta molestia, una posible solución que generó popularidad es el uso de probióticos, microorganismos vivos que, al consumirse en cantidades adecuadas, ofrecen beneficios potenciales para la salud intestinal. Pero surge la pregunta de sí realmente tomar probióticos ayuda a aliviar el dolor de estómago y mejora el bienestar de los intestinos.
El rol de los probióticos es clave para mantener la diversidad y el equilibrio de la microbiota intestinal, la cual cumple una función de barrera protectora y reguladora del sistema inmunológico. Estas bacterias “buenas” mejoran la digestión y reducen los síntomas de la inflamación intestinal, y además pueden favorecer la resistencia a infecciones, ansiedad y otros problemas relacionados con el sistema nervioso.
Sin embargo, la evidencia científica sobre los probióticos y su efecto sobre el dolor de estómago varía según la población y el tipo de trastorno. Un análisis de Morris Gordon y otros investigadores publicado en Cochrane Library, con el título de “Probióticos para el tratamiento de los trastornos de dolor abdominal funcional en niños” encontró que los probióticos podrían ser más efectivos que el placebo para aliviar el dolor de estómago en niños con trastornos funcionales abdominales.
De los 18 estudios analizados con un total de 1309 niños, aquellos que consumieron probióticos mostraron mayor alivio del dolor comparado con quienes tomaron un placebo. Este éxito se observó en un 50% de los casos con probióticos frente al 33% en el grupo de placebo. Los resultados fueron similares con los simbióticos, una mezcla de probióticos y prebióticos, que también mostraron mejoras en comparación con el placebo. .
En cuanto al dolor abdominal funcional, el cual es un dolor recurrente en el abdomen sin una causa identificada, el uso de probióticos mostró cierta eficacia para mejorar los síntomas. Sin embargo, no todos los probióticos funcionan igual para todas las personas.
La cepa bacteriana, la dosis y la duración del tratamiento influyen en la eficacia del probiótico. Cepas como Lactobacillus acidophilus demostraron beneficios para pacientes con enfermedades inflamatorias intestinales crónicas, incluyendo el síndrome del intestino irritable (SII), al reducir síntomas como el estreñimiento, la hinchazón y mejorar el confort digestivo. Además, cepas como Lactiplantibacillus plantarum y Lactobacillus rhamnosus pueden ayudar a reducir el estrés y la ansiedad relacionados con este problema.
La alimentación también juega un papel crucial en el bienestar intestinal. Según Healthy Children, muchos alimentos fermentados como el yogur, kéfir, chucrut y kimchi contienen probióticos que pueden contribuir al equilibrio de la microbiota. Asimismo, alimentos ricos en prebióticos, como el ajo, la cebolla, los espárragos y las bananas, pueden facilitar el crecimiento de estas bacterias beneficiosas.
Por otro lado, el uso de suplementos probióticos se ha popularizado como una forma de mejorar la salud digestiva. Cleveland Clinic señala que, si bien muchas personas los utilizan para aliviar problemas como diarrea, estreñimiento o dolor de estómago, su introducción al organismo puede generar síntomas transitorios como gases o hinchazón, especialmente en personas con sensibilidad gastrointestinal. Estos síntomas suelen resolverse con el tiempo a medida que el cuerpo se adapta a la nueva flora bacteriana. Las recomendaciones para el consumo de probióticos sugieren seguir la dosis indicada y tener en cuenta si se toman con alimentos o en ayunas para mejorar su efectividad.
El interés por los probióticos no se limita únicamente al dolor de estómago. Se ha estudiado su posible impacto en enfermedades autoinmunes y su capacidad para fortalecer la barrera intestinal, lo que disminuye la permeabilidad y reduce la intrusión de patógenos. Un estudio realizado por Georgia State University demostró que la suplementación con probióticos, particularmente con la cepa Saccharomyces cerevisiae I-3856, puede aliviar el dolor abdominal y mejorar la calidad de vida de personas con SII. Aunque los resultados son prometedores, se hace hincapié en que se necesita más investigación para comprender completamente cómo diferentes cepas y dosis afectan a cada individuo.