La historia oficial nos dice que Arequipa fue fundada el 15 de agosto de 1540 por el capitán español Garci Manuel de Carbajal, en nombre del marqués Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Ese día, al pie del volcán Misti y junto al fértil valle del Chili, se trazaron los primeros planos de una ciudad que se convertiría en bastión del sur peruano y símbolo de una identidad única. Pero ¿qué sucedió realmente aquel 15 de agosto? ¿Por qué se eligió esa ubicación? ¿Qué había antes en ese territorio? Y, sobre todo, ¿cómo se construyó la narrativa de su fundación?
En 1540, la conquista del Perú estaba en pleno proceso. Tras la captura y ejecución de Atahualpa en 1533, los españoles buscaban consolidar su dominio sobre el antiguo Tahuantinsuyo. Una parte fundamental de esta estrategia fue la fundación de ciudades como centros administrativos, militares y eclesiásticos. Cusco (1534), Lima (1535) y Trujillo (1535) ya habían sido establecidas, y faltaba una ciudad al sur que sirviera de enlace con Chile, donde Pedro de Valdivia se alistaba a extender los dominios de la corona española.
Fue entonces cuando Francisco Pizarro, desde Lima, encargó a su capitán Garci Manuel de Carbajal la fundación de una nueva ciudad entre Cusco y la frontera sur. El lugar debía ser estratégico, fértil y fácilmente defendible. Tras una expedición de reconocimiento, Carbajal eligió el valle del Chili, en una zona conocida por los indígenas locales como “Ariq Qhipay” o “Ari Qipa”, cuyo significado aún es objeto de discusión —algunos lo traducen como “detrás del volcán”, otros como “lugar de la canícula” o “lugar de los que se quedaron”.
15 de agosto de 1540: la fundación
El 15 de agosto fue elegido simbólicamente por ser el día de la Asunción de la Virgen María, una de las festividades más importantes del calendario católico. Ese día, Carbajal proclamó oficialmente la fundación de la ciudad bajo el nombre de “Villa Hermosa de Nuestra Señora de la Asunta”, según consta en las crónicas del cronista Antonio de la Calancha y en los registros de la Audiencia de Lima.
Se realizó una ceremonia solemne en la explanada junto al río Chili. Carbajal, en nombre del rey Carlos I de España (y emperador Carlos V del Sacro Imperio), distribuyó solares, designó alcaldes y regidores, y trazó el damero urbano que hoy sigue siendo el corazón del centro histórico arequipeño. La fundación se hizo con apenas 100 vecinos españoles, muchos de ellos provenientes del Cusco, Lima y otros pueblos recién conquistados.
Un año después, el 22 de septiembre de 1541, la corona española elevó a la Villa Hermosa al rango de ciudad, y le otorgó un escudo de armas con el lema: “Muy noble y muy leal ciudad de Arequipa”.
¿Por qué ese lugar?
El valle del Chili tenía ventajas clave. Era fértil, cruzado por un río con abundante caudal, con buen clima y tierra ideal para la agricultura. También contaba con poblaciones indígenas establecidas (collaguas y cabanas) que, tras ser derrotadas o incorporadas por los incas, ya poseían sistemas de andenería y canales de riego que facilitaban la implantación española.
Además, el lugar estaba relativamente cerca del mar (a unos 100 km del puerto de Quilca) y al pie del volcán Misti, lo que ofrecía defensas naturales y una referencia geográfica inconfundible. Desde Arequipa, los españoles podían controlar el sur, acceder al altiplano y preparar expediciones hacia Chile y Bolivia.
¿Y qué había antes?
Mucho antes de la llegada de los españoles, el valle estuvo ocupado por pueblos preincaicos. Los cabana y los collagua dejaron huellas arqueológicas y culturales que hoy se estudian con más atención. Se sabe que practicaban agricultura intensiva, trabajaban la cerámica y mantenían vínculos comerciales con otros pueblos andinos. La dominación inca llegó tardíamente, pero integró al valle en su red vial (el Qhapaq Ñan), facilitando el ingreso español posterior.
El trazado urbano: del damero al patrimonio
La ciudad fue diseñada según las ordenanzas de Indias, con una plaza mayor al centro, iglesias en las esquinas, y calles rectas formando un damero. Este modelo facilitó la vigilancia y el control administrativo. Con el tiempo, se construyeron iglesias como la Catedral (construida entre 1544 y 1656) y conventos como Santa Catalina (fundado en 1579).
A diferencia de otras ciudades virreinales, Arequipa tuvo que lidiar con múltiples sismos. El uso del sillar, piedra volcánica blanca y liviana, permitió una arquitectura resistente que le dio personalidad única. Esta identidad arquitectónica sería clave para que su centro histórico fuera declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000.
La consolidación: ciudad poderosa del sur
Ya en el siglo XVII, Arequipa era un centro comercial clave entre el altiplano, la sierra y la costa sur. Su posición como nexo entre el Cusco y el puerto de Quilca la convirtió en ciudad próspera. También fue sede de importantes instituciones religiosas y educativas, lo que la consolidó como capital del sur andino.
485 años después, Arequipa celebra su fundación con orgullo. El 15 de agosto no solo recuerda la llegada de Carbajal, sino también el nacimiento de una ciudad que supo forjar su identidad entre el volcán y el valle, entre la fe y la piedra, entre la historia y la resistencia.