La soberbia destruye al periodismo

El valor de la palabra del otro por sobre la propia y la necesidad de que prevalezca la “escucha” por sobre el “oír”. La búsqueda de la humildad como profesionales de la información y la perdurable lección del Oráculo de Delfos

Compartir
Compartir articulo
El autor de esta columna entrevistando al candidato libertario Javier Milei
El autor de esta columna entrevistando al candidato libertario Javier Milei

*Esta columna fue originalmente publicada en El Observador de Uruguay

Tal vez muchos de ustedes recuerden Mar de fondo, ese gran programa que nos alegró las noches a todos. En Mar de fondo no había entrevistas tradicionales, sino conversaciones o charlas descontracturadas. La pregunta clave de ese programa (que luego seguí utilizando a lo largo de mi carrera) era sencilla: “¿A qué se dedicaban tus padres?”. Esta pregunta no suele figurar en los manuales de periodismo, pero sentía que abría puertas al pasado y revelaba detalles humanos interesantes.

Ahora bien, ¿qué se me criticaba, y creo que muchas veces se me sigue criticando, a la hora de entrevistar? 1. “Fantino, dejá de interrumpir”, y 2. “Fantino, no podés preguntar esas pavadas, lo sabe hasta mi hijo de cinco años”.

En mi experiencia de casi 30 años en el periodismo, he aprendido que entrevistar a personas soberbias, que creen saberlo todo, es lo más sencillo. Esta lección se aplica no solo al periodismo, sino a la vida en general. Recuerdo que en mi pueblo al único personaje al que no se invitaba a los asados era a uno que creía que se las sabía todas. Tenía respuestas para todo. Resultaba insoportable.

Este hecho me ha quedado grabado y tal vez sea momento de preguntarnos nosotros en el periodismo si no estamos cayendo a menudo en la soberbia de creernos que todo lo sabemos y tener una respuesta para cada cosa en vez de tener una pregunta para cada cosa.

En mi pequeño espacio de conversación llamado La cosa en sí, en Neura, valorizo la palabra del otro sobre la mía. Esto se asemeja al psicoanálisis, donde lo que importa es la palabra del analizado. Nosotros, en el periodismo, nos hemos convertido en interrumpidores seriales que damos respuestas a todo lo que nos está respondiendo el entrevistado.

En el periodismo hemos dejado de “escuchar” para empezar solo a “oír”. La diferencia entre escuchar y oír es crucial. Escuchar es más profundo porque implica prestar atención y captar el significado de los sonidos, mientras que oír es un proceso pasivo, es la mera capacidad física de detectar sonidos mediante el sentido del oído.

La diferencia entre "escuchar" y "oír" (Freepik)
La diferencia entre "escuchar" y "oír" (Freepik)

Creo que la salida para mejorar nuestro trabajo periodístico está en la humildad y en la autoconciencia. El Oráculo de Delfos era el templo de Apolo, la máxima autoridad en conocimiento para el mundo antiguo (¿El Google de la época?). Por eso, se le pedían consejos o profecías reveladoras.

En la entrada del templo había un cartel que les advertía lo siguiente a quienes allí ingresaban: “Conócete a ti mismo”. Este mensaje resalta la importancia de la autoconciencia. La inscripción les recordaba a las personas que debían conocer sus propias virtudes, pero también sus debilidades. Así, podrían tomar mejores decisiones.

Otro punto interesante es que la puesta en práctica de la máxima “conócete a ti mismo” exigía humildad intelectual. Les sugería a las personas que, a pesar de cualquier conocimiento que pudieran adquirir, siempre había mucho más por aprender. Platón nos cuenta que Sócrates no entendía por qué el oráculo de Delfos le había dicho que él era el hombre más sabio de Atenas cuando reconocía en todos lados “Sólo sé que no sé nada”. Precisamente ese acto de humildad lo convertía en el hombre más sabio de su época.

Conocernos a nosotros mismos en el periodismo implicaría conocernos espiritual, ética e intelectualmente para poder preguntar mejor. La pregunta nunca es individual, la pregunta viene en racimos (como las uvas).

Delfos, antiguamente, era el lugar del oráculo del dios Apolo
Delfos, antiguamente, era el lugar del oráculo del dios Apolo

La primera pregunta abre el racimo que trae aparejadas unas cuatro repreguntas más. Este procedimiento, bien utilizado, pasa a ser peligroso tanto para el que pregunta como para el que responde. Preguntar de manera simple es subversivo. Preguntar cosas que nadie pregunta desde la simpleza, y no desde el engolamiento intelectual, es el camino.

Hace unos días me ocurrió que le pregunté a un ministro de Argentina por qué consideraba que su partido no había podido solucionar el tema de la pobreza y respondió hablándome de satélites. Preguntar desde la simpleza incomoda.

Se están produciendo cambios gigantescos en el mundo comunicacional. La comunicación avanza por rupturas y creo que si nosotros, los periodistas, no mejoramos nuestras formas de preguntar, vamos camino a quedar en el olvido y a ser desplazados por máquinas que tengan más datos que nosotros y que puedan dar respuestas más certeras.

Lo simple, en la comunicación humana, supera a lo complejo. La soberbia es el camino más corto hacia el fracaso. La humildad es la llave para convertirnos en mejores periodistas, pero sobre todo en mejores seres humanos. Esa es la lección perdurable que nos deja el Oráculo.