Se acabó el amor

Si en algo se trabó la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, es en cuestiones relacionadas con las decisiones de fondo

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La vicepresidenta Cristina Kirchner y el presidente Alberto Fernández (Natacha Pisarenko/Pool via REUTERS)
La vicepresidenta Cristina Kirchner y el presidente Alberto Fernández (Natacha Pisarenko/Pool via REUTERS)

Se acabó el amor. La vocera del frentetodismo oficializó la ruptura. “Ella no le atiende el teléfono, no responde a sus llamados”.

Cerruti blanqueó la distancia helada que hoy separa la dupla presidencial. “Las relaciones personales son personales y las políticas son otra cosa” dijo la portavoz.

Con connotaciones pimpinelescas la relación de la pareja que maneja nuestro destino ya no fluye.

“Nunca me voy a pelear con Cristina. No lo van a lograr”, se cansó de repetir Alberto Fernández como una letanía. Ahora resulta que es ella quién lo abandona.

Separados de hecho, sin colecho, pero bajo el mismo techo. Ella le pasa frío, pero no abandona la casa. Se recluye silente en sus aposentos. Nada de relaciones carnales pero siempre atenta a los bienes de la ganancialidad que en la concupiscencia de la política supieron acumular.

Se acabó el amor. Solo queda la conveniencia. Como en tantos casos de la vida de relación, ella pretende ser socia en las ganancias nunca en la pérdidas. Condenados a convivir en el poder hasta que el electorado los separe.

Extraviada de su rol, la comunicadora del Frente de Todes, reaparece terapista de pareja. Quiere aclarar, pero oscurece.

“Yo separo las cuestiones personales de la gestión”, improvisa. “No tenemos que ser amigos para gobernar juntos… de hecho, no está bueno ser amigos. Lo que está bueno es tener unidad una vez que se toman las decisiones”. No estaría ocurriendo, Gabriela. Ni lo uno ni lo otro.

Empoderada y locuaz, la funcionaria recomienda que “es más sano discutir las cuestiones políticas que las cuestiones personales”. Alguien tiene que avisarles que se le empiezan a complicar las cosas. Si en algo se trabó la relación es en cuestiones relacionadas con las decisiones de fondo.

La carta pública en la cual los senadores renegados del oficialismo pretenden fundamentar su voto negativo no deja lugar a doble interpretación alguna. Las diferencias en relación al acuerdo con el FMI, un asunto que es presentado como central por el PE, son irreconciliables. Tienen que ver con la preservación del capital simbólico K, pero también con una mirada absolutamente opuesta de la política económica y desde ya también con la conveniencia electoral.

Los renegados sostienen que la reducción progresiva del déficit fiscal depende de la posibilidad de disminuir los subsidios y remarcan que esto significará una baja del consumo y la recaudación.

“La meta de reducción de la inflación nunca podrá ser cumplida”, vaticinan. Según los legisladores cristinistas, la reducción del financiamiento monetario, la quita de los subsidios energéticos, el congelamiento del tipo de cambio real y los precios en alza “generarán inflación por aumento de costos”.

“No sé de qué ajuste me hablan. Dónde están los ajustes, expliquenmé”, interpela el Presidente, amparado en el resguardo que le da el voto de la oposición. Está claro que el Jefe de Estado tiene por delante dos frentes de guerra.

La declarada guerra a la inflación que comenzó oficialmente este viernes y la guerra de guerrillas que supone el “pase a la clandestinidad” sin abandono de bancas, sueldos ni cajas con la cual el kirchnerismo mantiene las hostilidades.

No está claro quiénes son los lugartenientes con los que el Ejecutivo cuenta para librar estas batallas. Con el Gobierno loteado en todos sus estamentos, el Comandante en Jefe ya ha empezado a enfrentar curiosas escaramuzas.

La carta que el Secretario de Energía, Darío Martínez, elevó el jueves advirtiendo acerca de la inevitable falta de gas para abastecer a usuarios residenciales y producción en caso de que no se le restituyan los recursos necesarios, no es más que un anticipo del infierno que se viene.

Sin tocar el costo de la política, no hace falta ser un entendido para comprender que será el sector privado quien tendrá que absorber vía aumento de impuestos el costo del ajuste (con perdón de la palabra).

¿Quiénes serán los generales que acompañarán al Presidente? ¿Cuál es el plan de batalla? ¿Quiénes serán los responsables de acomodar las piezas en esta mesa de arena movedizas?

Sobre la noche del viernes, Alberto Fernández declaró oficialmente la guerra a la inflación sin mayores detalles. Tras definirla como una maldición, volvió a la carga con consignas ya conocidas.

Apuntó contra los “especuladores de siempre”, amenazó con aplicar la Ley de Desabastecimiento, y reiteró la voluntad de proteger la mesa de los argentinos con controles de precios y fiscalizaciones. Más de lo mismo.

Anunció la creación de un Fondo de Estabilización para evitar que los precios internacionales afecten los precios de nuestros alimentos. Si queremos saber de qué se trata tendremos que esperar.

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