Algunos por cuestiones económicas o familiares y otros porque no pudieron continuar con sus trayectorias académicas por diferentes causas: falta de conectividad, poco apoyo de las familias o de la institución educativa, o tal vez falta de motivación. Porque veían que se atrasaban y no creían poder ponerse al día. Y otros, posiblemente, porque no le encontraron sentido a esta “nueva” escuela. La realidad es que miles de alumnos se cayeron del sistema educativo durante la pandemia. Si bien nadie esperaba este cambio de escenario para la educación y tener que educar a la distancia, sucedió. Fue y es un desafío. Pasamos de docentes que enseñaban a docentes que aprendían. Muchos hicieron un esfuerzo enorme para estar a la altura de las circunstancias y lograron acompañar a sus alumnos en esta epopeya, pero muchos otros se limitaron a mandar actividades, lo que alejó, literal y metafóricamente, a muchos chicos de la escuela.
La construcción del aprendizaje no se logra enviando actividades. Aprender tiene sus pre-requisitos. Sumado a un sinfín de cuestiones personales, la nueva forma de seguir aprendiendo dejó a miles de jóvenes en el camino. Las oportunidades de aprendizaje se desvanecen cuando los alumnos están aburridos o poco involucrados. O cuando no le encuentran sentido a lo que tienen que aprender. O cuando no se ha creado un lazo emocional entre docente y alumnos. O cuando un estudiante ya decidió que no va a seguir en la escuela. Lo cierto es que miles de alumnos se cayeron del sistema educativo durante la pandemia y no volvieron a las aulas.
Nadie se cae del sistema de un día para el otro. Es un proceso lento y muchas veces, lamentablemente, irremediable. Por eso, necesitamos estar conectados emocionalmente con los alumnos para ver y anticiparnos cuando un alumno no está involucrado cognitiva y emocionalmente con lo que pasa en la clase. Es más sencillo sostener a los chicos en la escuela, que tener que salir a buscarlos cuando se han ido. Por otro lado, existe una relación directa entre estudios secundarios completos y mejores oportunidades laborales, por eso, sostener a los alumnos dentro del sistema debe ser más que una obligación moral, una obsesión para los educadores y para el Estado.
¿Quiénes padecieron más las clases en entornos virtuales?
- Obviamente, quienes no tenían conectividad o recursos tecnológicos.
- Aquellos alumnos que no habían podido desarrollar su auto-regulación y eran muy dependientes del docente.
- Aquellos alumnos con altos niveles de estrés o cuestiones emocionales que tuvieron conductas disruptivas.
- Aquellos alumnos que carecían de estrategias de aprendizaje o una guía para acompañarlos en sus trayectorias.
- Los que ya tenían problemas de desempeño en la clase presencial.
- Aquellos alumnos con poca autoestima o autoconfianza.
- Aquellos alumnos cuyos padres no pudieron acompañarlos o descalificaban el trabajo virtual.
- Alumnos con necesidades especiales, entre tantos otros alumnos.
Por otro lado, tristemente, muchos docentes veían cómo sus alumnos apagaban sus micrófonos y sus pantallas para prestarles atención a cualquier otra cosa, menos a ellos, lo que generó, como consecuencia, menos compromiso por parte de los alumnos, menores aprendizajes y un mayor distanciamiento.
Claramente, la educación fuera de la escuela fue y es todo un desafío, especialmente lograr que algunos alumnos fuesen proactivos y no reactivos.
Muchos docentes se dieron cuenta qué funcionaba, viendo qué no funcionaba. Algunos aprendizajes fueron:
- Que no se podía convertir una clase. La clase virtual tiene otra lógica, otros ritmos, otros tiempos.
- La enseñanza remota debe estar centrada en el alumno.
- Se la debe usar para optimizar el aprendizaje. No es un sustituto del docente.
- La prioridad inicial es la conexión con los alumnos. El contenido es importante…pero antes viene el vínculo.
- La clave virtual debe ayudar a trabajar con el contenido de manera interactiva, significativa y relevante. Los alumnos deben poder manipular el contenido, no estar pasivos escuchando al docente.
- Debería, eventualmente, ayudar al alumno a desarrollar la autonomía y a ser aprendices de por vida.
- Debe alentar la metacognición y la reflexión.
- Los dispositivos en el aula son herramientas académicas, no sociales.
Al igual que en las clases presenciales, el desafío fue:
- Fomentar la auto-regulación de los alumnos para lograr que construyan aprendizajes. El aprendizaje se produce cuando el alumno, no el docente, aprende a auto gestionar sus propios aprendizajes.
- Valerse de una variedad de recursos pedagógicos, - no sólo enseñanza seguida de algún tipo de trabajo individual asincrónico.
- Activar la enseñanza entre pares y la interacción para impactar en el aprendizaje.
- Incorporar la retroalimentación como rol predominante.
Si bien históricamente un alto porcentaje de chicos en situación de vulnerabilidad no lograba terminar la secundaria, la pandemia profundizó esta situación, y dejó a muchos más chicos fuera del sistema educativo, alejándolos aún más de estudios superiores. Los estudios demuestran que sólo uno de cada diez jóvenes de los hogares más humildes accede a la universidad. Esta pandemia no solo visibilizó la gran desigualdad que hay a lo largo y a lo ancho de nuestro país, sino que la profundizó.
Cada alumno que se va de la escuela es un desafío para el sistema educativo. Ya no se trata de buenas intenciones; se trata de formular políticas socio-educativas que contemple las diferentes situaciones y ofrezcan posibilidades concretas para que los chicos estén en la escuela y puedan acceder a mejores oportunidades.
La avenida de la educación en nuestro país es muy angosta y muchísimos alumnos quedan afuera. Necesitamos ensancharla con alternativas. Desde informes actualizados para hacer un relevamiento riguroso de quiénes y por qué se fueron de la escuela para poder incentivarlos a volver, apoyo socio-económico, más tiempo en las escuelas, apoyo emocional, programas de tutorías, y charlas con las familias para concientizar acerca de la importancia de la educación, entre otras medidas, todo esfuerzo es poco para permitirles a los alumnos reescribir su historia.
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