Un ministro que sueña con abrelatas mientras los problemas se agravan

Martín Guzmán le vendió a la Vicepresidenta, y al resto del kirchnerismo, que colocar deuda en pesos no genera problemas, que el error es sólo colocar deuda en dólares

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El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán
El ministro de Economía de Argentina, Martín Guzmán

Arranco con un viejo cuento que se burla de los economistas académicos.

Un físico, un químico y un economista académico naufragan en una isla desierta, y sólo tienen para comer unas latas de durazno que llegaron a la costa, también por el naufragio. En ese marco, el físico sugiere apilar las latas de cierta manera, para lograr que la presión de la gravedad permita que las latas se rompan. El químico, por el contrario, propone poner las latas en el mar, envueltas con las plantas de la playa, hasta lograr que una reacción entre el agua salada y las plantas termine por perforarlas. Por último, el economista los mira a ambos y les dice: “Muchachos, supongamos un abrelatas”.

Como ustedes saben, el ministro Guzmán no tiene antecedentes en la función pública, ni en la consultoría, ni en el trabajo empresario privado, viene de la academia. Será por eso, que se la pasa suponiendo abrelatas.

Me explico. Como sugirió la señora Vicepresidenta en su reciente “carta” y el propio ministro en un hilo de tweets, es mejor financiar los déficits fiscales colocando deuda pública denominada en moneda local, que denominada en dólares.

Ahora bien, para que esa afirmación pueda ser al menos considerada, hace falta tener una moneda propia que la gente demande y es necesario que exista un amplio mercado institucional de capitales que pueda absorber esa colocación de deuda pública, sin afectar el financiamiento privado y el crecimiento.

Pero sucede que la Argentina, justamente, por haber abusado de déficits fiscales financiados con el Banco Central, destruyó su moneda y, por consiguiente, sumado a los sucesivos ataques a los derechos de propiedad, incluyendo la expropiación de los fondos de pensión, carece de un desarrollado mercado de capitales. Entonces, el ministro supone una moneda local con demanda y un amplio mercado de capitales local, un abrelatas, y, dado ese supuesto, le vendió a la señora Vicepresidenta y al resto del kirchnerismo, que colocar deuda en pesos no genera problemas, que el error es sólo colocar deuda en dólares.

Pero sin moneda local y sin mercado de capitales amplio, financiar el déficit con deuda en pesos y en el mercado de capitales local, es sólo una quimera o, mejor dicho, es un esquema con graves consecuencias.

En las condiciones monetarias y financieras de la Argentina, el déficit fiscal se financia principalmente con emisión y esos pesos que nadie demanda terminan presionando sobre el mercado de dólares, reduciendo las reservas del Banco Central y/o aumentando el precio del dólar, y ese incremento del precio del dólar se traslada a la tasa de inflación. Es decir, al final del día, es el impuesto inflacionario, que pagan los que menos tienen, el que cierra el déficit. Y lo poco que se financia en pesos en el mercado local, termina reduciendo el crédito disponible para el sector privado. De hecho, en el 2021, el crédito al sector privado cayó en términos reales.

En estas circunstancias, no es cierto que es preferible colocar deuda en pesos, respecto de colocar deuda en dólares, porque, como mencionara, el argumento de que la deuda en pesos no afecta el mercado de dólares, o las reservas del Banco Central es falso, y encima, la financiación en pesos termina siendo regresiva, porque lo pagan los salarios y las jubilaciones (¿A esto se referirá el ministro cuando habla de inclusión social?).

Martín Guzmán y Cristina Kirchner (Franco Fafasuli)
Martín Guzmán y Cristina Kirchner (Franco Fafasuli)

También es falso que el gobierno kirchnerista no haya colocado deuda en dólares. Lo hizo Néstor Kirchner, para venderle bonos a Chávez. La actual Vicepresidenta terminó vaciando las reservas del Banco Central, para financiar el déficit. Y el actual ministro emitió deuda en dólares para darle salida a los “fondos especulativos” que le compraron deuda a Macri.

A propósito, el ministro argumenta que es preferible tomar deuda y cerrar muy lentamente el déficit, para evitar el ajuste. Es decir que prefiere cobrar el impuesto inflacionario a los pobres, que “ajustar”. Y, por otro lado, culpa al gobierno de Macri de haber tomado deuda para financiar el déficit y no ajustar, es decir lo acusa de lo mismo que está haciendo él, que no es que “decidió” no tomar más deuda en dólares, simplemente nadie le presta en dólares y los inversores huyen de los bonos de su “exitosa” reestructuración.

Es más, cada vez se le hace más difícil colocar deuda en pesos a interés, y tiene que colocar deuda indexada por precios o por tipo de cambio. Indexación que no se contabiliza como deuda, hasta que se paga, de manera que la deuda pública devengada, en realidad es mayor que la que se declara.

La verdad, es que un país como la Argentina sin moneda propia y con un ínfimo mercado de capitales no puede tener déficit fiscal, al menos del tamaño que tiene el déficit argentino, más del 4% del PBI en 2021, porque, o lo termina financiando con inflación, o lo tiene que financiar con deuda externa, si no quiere expulsar al sector privado del mercado de crédito.

Pero financiar con deuda externa tiene un límite, dado por la evaluación de riesgo argentino y, entonces, se necesita al menos superávit fiscal para pagar los intereses de la deuda y mantenerla constante.

Otra vez, el ministro sostiene que la “solución” es ampliar el mercado de capitales local, mientras impulsa una inflación del 50% anual, sin programa y con un fuerte desequilibrio de los precios relativos. O lo que es peor, apunta a que el problema del déficit y la deuda, se arreglan con crecimiento, como si el crecimiento económico fuera causa y no consecuencia de las políticas que se instrumentan.

Como dijo alguna vez un ministro de hacienda alemán, “si la inflación y el déficit generaran crecimiento económico, la Argentina sería el primer país del mundo”.

Una última consideración. Como el crecimiento depende principalmente de la inversión y la productividad del sector privado, hay que cerrar el déficit con un sistema impositivo y de gasto público que no conspire contra esa inversión y esa productividad. Arreglar el problema fiscal es condición necesaria, pero no suficiente, y, además, hay que arreglarlo bien y no con el facilismo de la licuación o de seguir aumentando la presión impositiva.

Es cierto que, sin credibilidad, ningún programa sirve, pero no es menos cierto que, en un país como la Argentina, el déficit fiscal juega en contra, no a favor.

Pero, sin consenso político en su propia coalición, el ministro seguirá saraseando con el FMI hasta que no tenga más remedio, mientras sueña con abrelatas.

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