¿Elección legislativa o referéndum?

En el contexto actual, donde la gestión del Gobierno tiene pocos logros para mostrar y enfrenta bajos niveles de credibilidad, la estrategia de campaña del oficialismo puede no ser la más acertada

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Acto del Frente de Todos en José C. Paz
Acto del Frente de Todos en José C. Paz

A poco menos de un mes de las elecciones generales y ya iniciada la campaña electoral en los medios de comunicación audiovisual, entramos en el tramo final de la carrera para definir la nueva composición del Congreso Nacional para los próximos dos años en Argentina, y conocer si, finalmente, el Gobierno deberá gobernar en minoría en una o en ambas Cámaras lo que resta de su mandato, lo que tendría un fuerte impacto sobre la dinámica política y la relación oficialismo-oposición en los próximos dos años.

A esta altura casi todas las cartas están ya sobre la mesa, y se develaron los interrogantes y dudas sobre las estrategias electorales que iban a adoptar tanto el gobierno como el principal espacio opositor después de procesar e interpretar los resultados de las PASO. Hoy, las hojas de ruta que orientarán las acciones a realizar, las imágenes a proyectar y los mensajes a comunicar de cara a conseguir los objetivos buscados en las urnas del 14 de noviembre, ya están definidas y en pleno proceso de implementación.

La oposición: frenar al kirchnerismo en el Congreso

Poniendo la mirada en el flanco opositor, el primer spot de Juntos por el Cambio en donde llaman a alcanzar los “5 senadores para el cambio” ratifica y consolida la estrategia ya esbozada los días posteriores a los resultados del 12 de septiembre, que instalaron la posibilidad real de disputarle al oficialismo las mayorías en ambas cámaras legislativas. Aferrándose a la fortaleza de estos números alentadores, la estrategia tiene como eje central la confrontación abierta con el oficialismo, y el mensaje común que protagoniza la comunicación de campaña es la idea de “poner un freno” al kirchnerismo. Así, en una clásica estrategia de campaña negativa, las propuestas, atributos y virtudes propias pasan a un segundo plano para poner en el centro de la escena y del mensaje el rechazo al adversario.

En este camino, Juntos por el Cambio viene capitalizando los errores no forzados del oficialismo para fortalecer y profundizar este mensaje. El más reciente y más notorio fue el cruce por twitter entre el flamante Ministro de Seguridad y el dibujante Nik, que dejó muy mal parado al oficialismo y forzó incluso a algunos dirigentes del espacio como el propio Jefe de Gabinete a desmarcarse tibiamente de Aníbal Férnandez. El daño ya estaba hecho. Tanto revuelo generó este intercambio que Vidal dedicó los primeros minutos de la intervención en el debate entre candidatos de la Ciudad de Buenos Aires a exigir la renuncia del Ministro. Del mismo modo, dedicó su segundos de cierre a alentar la posibilidad de “construir una pared inmensa contra un gobierno que miente y que falta el respeto”. Así, la estrategia opositora definida al calor del triunfo electoral, se alimenta en una dialéctica virtuosa y azarosa de cada error, inconsistencia, debilidad y paso en falso del gobierno y sus candidatos.

El oficialismo y la campaña del “sí”

Por otro lado, la estrategia y el tono del mensaje del oficialismo también quedó plasmada en el spot difundido en las redes sociales y en los espacios cedidos por la Dirección Nacional Electoral, y también en los discursos de diversos candidatos durante los últimos días que instalaron la “campaña del sí”. Una estrategia comunicacional marcadamente contrapuesta a la de Juntos por el Cambio, que pretende movilizar y generar optimismo poniendo en el centro de la escena un nuevo slogan propositivo y afirmativo, redoblando la apuesta y reemplazando al fallido “volver a la vida que queremos” que naufragó con la derrota electoral.

Esta campaña del sí ya había mostrado sus primeros atisbos en un flyer que circuló luego de la sesión fallida por la Ley del Etiquetado, y en la intervención del propio Presidente en el cierre de la Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción, donde sostuvo: “Yo le digo que sí al trabajo y no al desempleo, le digo que sí al diálogo y no a la obstrucción permanente”. El reciente spot consolida este mensaje, con diversas frases y consignas enunciadas por los propios ciudadanos y con un lenguaje informal y disruptivo. A estos mensajes se suma la consigna generalizada a todos los referentes de bajar el tono de la confrontación, salir al terreno, generar empatía, y repetir afirmaciones positivas como un mantra en todos los espacios e intervenciones.

De la mano de esta estrategia de campaña del Sí, los funcionarios también vienen anunciando diversas medidas y realizando declaraciones en la línea de mostrar gestión y una dinámica propositiva. Por ejemplo, el congelamiento del precio de 1200 productos hasta enero, anunciado por el recién estrenado Secretario de Comercio para intentar controlar la inflación, el programa “más Cultura Joven” para subsidiar a los jóvenes el consumo de bienes y servicios culturales, el envío de gendarmes a Rosario para luchar contra la inseguridad, e incluso, esta consigna que empieza a reiterarse de “cambiar los planes sociales por trabajo”, una idea que desde hace tiempo vienen reclamando referentes de los movimientos sociales como Grabois, y hoy levantan los Ministros y hasta el propio Presidente con el guiño del Papa Francisco.

La campaña del Sí, en los términos en que fue enunciada y considerando que se encara desde un espacio oficialista que hoy ya tiene a su cargo el gobierno nacional, además de poner en el centro de la escena un mensaje propositivo apelando a promesas y a un futuro posible, plantea la elección en términos de una suerte de plebiscito sobre la gestión. Incluso, la apelación al Sí como slogan recuerda más a un referendo o a una consulta popular, que a una elección legislativa de medio término.

Ahora bien, si pretende ser exitosa en alcanzar sus objetivos, cualquier estrategia de campaña, su eje central, sus temas y mensajes, deben ser coherentes y consistentes, no solo internamente, sino también con la propia realidad. Es decir, no puede ser una mera construcción antojadiza y ficcional, sino que debe estar fundamentada en un un diagnóstico realista. Esto significa que para diseñar la estrategia deben considerarse tanto las fortalezas y atributos de los candidatos o del gobierno, la imagen que tienen de ellos el electorado, el contexto económico, político, social y las principales preocupaciones de la ciudadanía. En otras palabras, la coherencia entre estos tres factores centrales para la imagen de un líder o un gobierno -ser, parecer y hacer- es clave para cualquier campaña que aspire a generar credibilidad.

Y, en el contexto actual, con serias dificultades económicas y sociales, donde la gestión del gobierno tiene pocos logros para mostrar y enfrenta bajos niveles de confianza y de credibilidad, la estrategia de plantear la elección en términos de un plebiscito, con un enfoque propositivo muy alejado del clima social actual, puede no ser la más acertada.

Algunos ejemplos concretos de la distancia entre los mensajes elegidos por el gobierno y la propia realidad, o al menos la percepción de esa realidad por parte de los electores lo que es aún más relevante, son tan evidentes que llaman la atención. Por ejemplo, la consigna de “Sí a la casa propia”, en un contexto de propiedades dolarizadas imposibles de alcanzar para quienes cobran salarios en pesos cada vez más retrasados, la consigna de “Sí a la educación pública”, después de un año y medio sin presencialidad educativa, la consigna de “Sí a que los dirigentes se sienten y se pongan de acuerdo”, cuando hoy esto parece imposible hasta dentro de la propia coalición de gobierno. Incluso se tomó la decisión de apelar a las que diversas encuestas señalan como las principales preocupaciones sociales, enunciando “Sí a bajar la inflación” y “Sí a sentirme más segura”, mensajes que se neutralizaron en la misma semana del lanzamiento del spot con el dato de la aceleración de la inflación de septiembre y algunos hechos de inseguridad de alto impacto.

Por todo esto y con la cuenta regresiva en marcha, no está claro cuánto éxito puede tener la nueva estrategia electoral del oficialismo en la búsqueda del objetivo de achicar brechas y de revertir los resultados de cara al 14 de noviembre. Teniendo en cuenta lo que está en juego, y que a esta altura los errores pueden costar muy caro, la apuesta por la “campaña del Sí”, parece como mínimo, muy arriesgada.

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