El país del “siempre igual”

Mientras el mundo ha comprendido como resolver los problemas de pobreza, inflación y crecimiento, acá siguen intentando que seamos creyentes de cuestiones tan rústicas como la bicicleta financiera y el “vivir con lo nuestro”

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Cristina Kirchner y Alberto Fernández en un evento en Avellaneda
Cristina Kirchner y Alberto Fernández en un evento en Avellaneda

No importa lo que pase, no importan las medidas que improvisan los gobiernos ni que se promete hacia adelante. No importa si salimos de una pandemia o si estamos atravesando una. Tampoco importa quién endeudó más al país, el tiempo que han gobernado o las causas de corrupción que acumulen. Lo cierto es que pase lo que pase, Argentina sigue en su franca decadencia.

Al menos hasta que esté finalizando el próximo mes de septiembre donde conoceremos el nuevo índice de pobreza (que corresponderá al primer semestre del año 2021) la pobreza en el país es del 42%, carga esta que pesa sobre una sociedad subsidiada, inmersa en un asistencialismo que nunca tuvo el nivel de desenfreno actual. A pesar de estos desoladores datos, nada indica que el Gobierno entienda esto como una prioridad. Creen que lo importante no es el tamaño de la torta sino en cómo se reparten las porciones, intentando hacernos creer que aquél que compró los ingredientes, puso a disposición su horno, se encargó de conseguir la receta y finalmente horneó y decoró la torta, no tiene derecho y menos aún merece ser parte de la fiesta. Esta es la Argentina de hoy.

Aquí festejan la cantidad de planes sociales otorgados, en contra de toda lógica: a mayor cantidad de planes sociales mayor parece ser la alegría que les genera rindiendo tributo a la miseria más cruel y más indigna

Estas tierras del absoluto pobrismo, donde un joven que tiene tres trabajos tiene que festejar que luego de mucho tiempo se puedo comprar una heladera, anhelando en algún momento poder comprar una cocina. Esta decadencia donde los docentes les explican a sus alumnos las maravillas kirchneristas, las mismas que nos dieron un puntapié fundamental para acelerar nuestra caída hacia el abismo cultural, social, educativo y económico. La degradación que nos ha llevado a aceptar que nuestro Presidente pueda incumplir las normas que el mismo impuso sin exigirle por ello absolutamente nada. Nos han hecho creer que podemos convivir con más derechos que obligaciones, con más ocio que trabajo, con más política que hechos.

vPiensan en un futuro mirando al pasado: mientras el mundo ha comprendido como resolver los problemas de pobreza, inflación y crecimiento, acá siguen intentando que seamos creyentes de cuestiones tan rústicas como la bicicleta financiera, los capitales especulativos, la fuga de dólares y el “vivir con lo nuestro”. El mundo quiere llegar a conquistar Marte, nosotros queremos encerrarnos en la Argentina sin saber bien para qué.

Festejan el lenguaje inclusivo, por más que no incluya a nadie. Festejan incluso lo que se les prohíbe festejar. Festejan todo, todo lo malo, todo lo irreal, todo lo inexistente

Aquí festejan la cantidad de planes sociales otorgados, en contra de toda lógica: a mayor cantidad de planes sociales mayor parece ser la alegría que les genera rindiendo tributo a la miseria más cruel y más indigna. También festejan cuando nos sumergen en cesaciones de pago de la deuda externa, festejan la creación de ministerios que no sirven absolutamente para nada e incluso, sin siquiera poder controlar algo tan elemental como es todo aquello que ocurra dentro de la residencia presidencial. Intentan expropiar y controlar empresas. Festejan vacunas que no llegaron a tiempo, festejan aquellas que aún esperamos e incluso festejan aquellas que se aplicaron en los brazos equivocados. Festejan el rebote económico llamándolo “crecimiento” cuando nos llevará años recuperar lo que han pulverizado en poco tiempo, festejan la creación de 10.000 empleos cuando ellos mismos destruyeron más de 300.000, festejan la creación de empresas cuando ellos mismos fundieron más de 40.000, festejan que Mauricio Macri fue el que endeudó al país cuando sus propios datos oficiales indican que ellos lo están haciendo a mayor velocidad. Festejan la desaceleración de la inflación mientras este año la misma rondará el 50%. Festejan lo inexistente. Festejan el lenguaje inclusivo, por más que no incluya a nadie. Festejan incluso lo que se les prohíbe festejar. Festejan todo, todo lo malo, todo lo irreal, todo lo inexistente.

Nos han hecho creer que podemos convivir con más derechos que obligaciones, con más ocio que trabajo, con más política que hechos

Llegamos al final del camino de lo tolerable, a ese final en donde hay que tomar una decisión: comenzar los cambios estructurales para vislumbrar un futuro donde el trabajo, la inversión, el mérito y la justicia sean los pilares fundamentales del desarrollo y el crecimiento o seguir vacíos de contenidos pero cargados de palabras que nos condenen a un futuro miserable y lleno de arrepentimientos, donde deberemos agradecer si logramos evitar morir en la extrema miseria.